La Dani: “Ni noche ni ‘nocho’. Lo único que he hecho desde que llegué a Madrid ha sido currar”
Tras firmar 27 sencillos como músico, el artista malagueño se estrena en el cine en el papel de un activista LGTBI en la Sevilla de los años setenta de ‘Te estoy amando locamente’
El otro día, a finales de junio, Daniel Fernández Pozo, La Dani (Málaga, 31 años), descubrió que tenía página en la Wikipedia. “La Dani es una persona española de género no binario que se dedica a la música y la interpretación”. Todo cierto. Pero La Dani suele desconfiar de las certezas. “¿Y por qué no pone que soy dependienta?”, demandó en su cuenta de Instagram este metro ochenta y largo de melena rizada y dicción musical. Lo cual también es factualmente riguroso: La Dani, cantante –ha publicado 27 sencillos de música urbana entre 2020 y hoy– y ahora actor –es coprotagonista de la película Te estoy amando locamente, en cines el 6 de julio–, ha trabajado en realidad más horas de cara al público en tiendas de ropa que en estas dos cosas.
Es probable que Te estoy amando locamente, uno de los principales estrenos del cine español este verano y una importante historia sobre el primer Orgullo LGTBI español, catapulte a La Dani, que hasta ahora ha oleado en diferentes capas del underground, a otro nivel de fama. Si esto ocurre, será todo un reto para la hasta ahora excelente relación de este artista con la indeterminación. Volvamos a la descripción básica de la Wikipedia: es una persona de género no binario, arranca. “De pequeño, me vestía como un hombre y me daba un poco de disforia, sí. ‘Vale, pues no soy esta persona’, pensaba. Y mi abuela, que era muy mayor, me decía: ‘Dani, tú haz lo que quieras pero no te pongas chocho’. Fíjate cómo habré sido yo para que la gente se plantee si puedo ser una mujer”. Pero, a la vez, está orgulloso del aspecto masculino que luce últimamente: “Ahora me veo cómodo así, más grande, con ropa más ancha, que tradicionalmente entendemos como masculina. Sigo siendo la misma persona, tampoco tengo que estar justificándome ni a mí mismo ni a los demás sobre qué soy o cómo me siento. A veces también parece que para ser una persona no binaria tienes que llevar crop top y jugar con la ambigüedad”.
Sí, pero a la vez... La fórmula, recurrente en todas las respuestas del malagueño, le sirve para escaquearse de la autoimportancia y –quizá sea lo mismo– de las consecuencias que traen las etiquetas. Sigamos con su Wikipedia. Es músico: “Sí, hace años cuando las chicas [Ms Nina, Bad Gyal] empezaron a hacer trap, música urbana, le dije a mi mejor amigo de siempre, que es músico, como de broma: ‘Oye, ¿hacemos un tema?’. Y él: ‘Sí, claro que sí’. Lo pusimos en YouTube y nos escriben para cantar en el Orgullo de Málaga”. Pero, a la vez: “Pero era como de broma, ¿sabes? Palante, como siempre, a todo digo que sí. De repente, dos días antes, dije: ‘Guille [su mejor amigo], yo no puedo hacer esto, me está dando pánico, ¿cómo vamos a cantar una canción nada más? Vamos a hacer otra’. E hicimos otra”. Era como de broma pero había nacido una carrera musical.
Sobre lo de ser actor, igual. Sí: “Sí, a los 11 años hice mi primera obra de teatro, de príncipe de Sueño de una noche de verano solo que mariquita, estoy destinado a hacer solo de gay”. Pero a la vez: “Cuando me dijeron que Ale [Alejandro Marín, director de Te estoy amando locamente] estaba escribiendo un guion con un personaje llamado Dani porque estaba inspirado en mí, pues no es que le diera mucha importancia. Pues ya está, muy guay. Me dijeron que si quería participar y dije que sí porque digo que sí a todo”. Pues ya está, muy guay, esta semana nace una carrera interpretativa.
“¿Para qué quedarme en Madrid?”
Esta tendencia a restarse importancia es característica de La Dani, no solo al hablar de trabajo sino de todo en general. También es lo último que recomendaría cualquier publicista. “La Dani tan buena que se siente un poco impostora”, defiende, al teléfono, Alejandro Marín, director de la película, quien recuerda que, para interpretar al personaje que lleva su nombre, el neófito actor se sometió a todo un régimen de ensayos y clases con la coach Pepa Fluvià. Este discurso a la baja no suena, al menos no exclusivamente, a modestia, sino también a la lógica de superviviente. Es la mirada de alguien que se lleva ganando la vida desde siempre, que con 31 años lleva 11 cotizados y ya sabe cuál es el pájaro en mano y cuáles los cien volando.
Por su papel en Te estoy amando locamente, los que saben de estas cosas hablan del Goya al mejor actor revelación; él, que ha dejado su trabajo como dependiente hace no tanto, ha decidido pasar esta fase de supuesta ascensión de vuelta en casa, con sus padres, en Málaga, adonde se mudará este verano. “¿Para qué quedarme en Madrid? ¿Esperando que pase qué? ¿Que me den el Goya? ¿Y qué pasa después?”, pregunta. “Yo voy a Málaga tres, cuatro veces al año, muy poco. Porque al final las vacaciones de una dependienta son eso. Entonces prefiero estar en casa y venir aquí [por Madrid] cuando tenga que venir, antes que estar aquí y ver a mi madre tres veces al año. ¿Qué pasa si me dan el Goya y va y se muere mi madre? ¿O mi padre? Que habré estado 15 años en Madrid malviviendo y perdiendo tiempo de estar con mi familia”.
“En el colegio siempre me estaban siempre regañando. Luego he entendido por qué”
Quizá una clave que explica a La Dani es que él se debe no a un potencial futuro de fortuna y gloria sino a sus raíces. Que solo quiere ser visto como lo que es y lo que ya ha sido. Un niño creativo y no binario de una época, los noventa, y un lugar, Málaga, en que ese término no existía. “Siempre he tenido gustos, hegemónicamente hablando, de niña. Siempre me han gustado las muñecas, siempre las he pedido, para Reyes. Era muy fan de La Sirenita”, y señala el tatuaje que tiene de Ariel en su brazo izquierdo (la nueva versión de la película le ha gustado, por cierto, sobre todo por Halley Bailey en el papel protagonista. “Úrsula está regulín”, apostilla).
“Era un niño muy amanerado y muy payaso, muy alto y con la voz muy grave, siempre he llamado la atención. Por eso, a mí en el colegio siempre me estaban regañando. Luego ya he entendido por qué se me llamaba tanto la atención. No creo que fuera porque estuviese haciendo realmente nada malo. Era muy maricón. Y eso algunos profesores lo gestionaban mal. He estado en diferentes colegios, pero uno que era de los maristas, de curas, había un hermano, el hermano Óscar, que directamente era entrar yo a clase y me decía: ‘Pozo, fuera’. ‘¿Por qué?’. ‘No muevas las manos así'. O me daba... o sea, no me pegaba, pero me daba con la regla”.
Para gestionar la situación, La Dani hacía lo que podía. Dibujar, que entonces le gustaba mucho. Y lo que no podía gestionar, ahí se quedaba. “Nunca salí de armario porque nunca he podido esconderme, ¿sabes? Por un lado lo veo guay, pero claro, fue una putada en mi niñez y en la adolescencia. Por eso me hace mucha gracia lo de ‘ama quien quieras amar’. En mi casa, yo no necesitaba ir con un hombre de la mano para que se me viera mi identidad”.
Una respuesta inevitable, común a toda la población LGTBI: odiarse. “No tenía muchísimo problema con ser quien soy, quien era. Pero, con tanto rechazo de los profesores, de la gente –nunca en casa, en casa siempre bien– tú imagínate... Me veía feísimo, una persona súper súper fea, y odiaba ser maricón. No odiaba que me gustasen los hombres, mi problema era la pluma. Odiaba ser amanerado”. Pero a la vez, otro mecanismo, posiblemente inevitable también: la esperanza. “Siempre he sabido que todo eso, cuando se metían conmigo, era transitorio. Que en el momento en que me hiciera mayor iba a vivir mi vida, iba a estar todo bien, iba a tener novio, iba a ser maricón. Y así fue”.
“Ahí acabó todo”
Antes de los curas ya estaban las artes. El teatro, por ejemplo. “Un día, cuando tenía 11 años, en un cumpleaños, había unas payasas... ¿se dice así? Mujeres que hacen de payaso. Me dijeron: ‘¿Quiénes son tus padres?’. Y yo, como ya estaba acostumbrado a que me regañaran, dije: ‘Pero, ¿qué he hecho? ¿Qué ha pasado?’. Ellas: ‘No te preocupes. Queremos hablar con tus padres’. Yo, súper asustado, las llevé con ellos y resulta que era todo lo contrario. Que les encantaba cómo era yo, que si les parecía apuntarme a teatro. Y me apuntaron e hice la obra de maricón. Luego nos mudamos, fue cuando me llevaron a los maristas y mi madre me fue a apuntar a teatro pero no lo pudo hacer. ¿Por qué? Ese profesor que te digo era el de teatro y yo nunca pude hacer teatro. Ahí acabó todo. Pues nada. Pues por inercia estudias, vas al colegio, sales con tus amigos y ya está”.
Dejó los estudios en bachillerato, fue a Madrid, empezó a empalmar jornadas en el Pull & Bear. Sacó un par de certezas de las que no desconfía y que no figuran en su Wikipedia. Una: “En Madrid no pasa nada. La gente es como: ‘No, Madrid, cuidado que te pierdes, porque la noche...’. Y yo lo único que he hecho es trabajar, es lo único que hago. Ni la noche ni la nocho. Parece que Madrid es Berlín... En absoluto. Es una ciudad normal y corriente”.
Otra: reconciliarse con su propia identidad. “Yo me decía: ‘Mujer mujer no soy, estoy más cómodo siendo hombre’. Pero también decía: ‘Es que decir soy un hombre... me sale urticaria”, rememora. “Hace cinco o seis años, conocí a [la cineasta] Alex de La Croix. Ella en ese momento se identificaba como una persona no binaria. Y dije: ‘Hostia, yo soy esto. Lo que me pasa es que yo soy esto’. Fue increíble. Durante un día pensé que me había enamorado”.
Y una última, no hace tanto, ya con la carrera musical en marcha: separar bien qué es un resultado y qué, una promesa. “Mira, una cosa que no le he contado nunca a nadie”, anuncia. “Hace dos años, tuve un bolo en Barcelona, en el Razzmatazz, una sala súper guay, con Azúcar Moreno, o sea, cualquiera diría: ‘Qué nivel lleva La Dani’. Vale, pues vuelvo de Barcelona, estoy en Atocha y no tengo nada, ni un céntimo, ni un puto céntimo, nada en la cuenta, cero. De camino a mi casa, fui al Dia a robar, literalmente, porque no tenía para comer. Suena como muy dramático, pero es que era así, tampoco pasa nada. Y de camino una chavala me para y me dice: ‘Wow, La Dani. Me encanta lo que haces’. ¿Qué sentido tiene todo esto? ¿Qué sentido tiene que a la gente le guste lo que hago? ¿Que me vaya a Barcelona con Azúcar Moreno, si tengo que ir a robar al Dia? Por eso le doy la importancia que tiene. Que es esta: qué guay, me puedo expresar, que hago lo que me gusta”. Pero, siempre pero. “Hacer una película no es estar en Hollywood. No me interesa este mundo, me interesa lo que me deje hacer”.
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