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Despidos masivos en Estados Unidos y demanda creciente en España: a Elon Musk le sobra lo que nuestro Silicon Valley necesita

La sangría de Twitter, con más de 3.000 despidos, deja 2022 como el peor año para los profesionales del sector tecnológico en Estados Unidos. Mientras, España los necesita: los graduados en ingeniería e informática han caído un 20%

Elon Musk quiere verificar a las cuentas de suscripción a Twitter
Un móvil muestra el controvertido símbolo de verificación de pago de Twitter, que Elon Musk (al fondo en una pintada en Bruselas, Bélgica) implantó a su llegada a la plataforma.Jonathan Raa (Getty)
Miquel Echarri

La revista Bloomberg describe lo que está ocurriendo ahora mismo en Twitter como un “psicodrama shakesperiano”. En palabras del redactor de negocios Kurt Wagner, la historia de un hombre, Elon Musk, que “tomó posesión de un gran imperio” y a partir del quinto día empezó a someter a sus habitantes a purgas masivas y arbitrarias porque, como el rey Lear, se sentía rodeado de “envidiosos, resentidos y mediocres”. Desconfiaba, en fin, de la competencia y lealtad de su plantilla, el equipo humano que había convertido Twitter en una de las redes sociales más populares del planeta, con 1.300 millones de cuentas y cerca de 400 millones de usuarios activos.

El pasado mes de noviembre, Musk se embarcó en lo que Sean Hollister, redactor de The Verge, describe como “una cascada de despidos frenética” que afectó a todo tipo de profesionales, altamente cualificados o no. A ingenieros informáticos, expertos en inteligencia artificial, big data o computación en nube, pero también al grueso de la brigada de limpieza, cuyos integrantes aseguraban poco después (en Twitter, por supuesto) que les habían tratado “como basura”.

Según el relato de Hollister, Musk prescindió de alrededor de la mitad de los 7.500 trabajadores de la compañía en cuestión de horas, con un escueto correo electrónico informativo en el que se les agradecía los servicios prestados. En jornadas posteriores, el magnate redujo a la mínima expresión su plantilla externa de moderadores de contenido y despidió también de manera fulminante a los que criticaron su gestión a través de canales corporativos internos pero, al menos en teoría, confidenciales, como el programa de mensajería instantánea Slack. Uno de los despedidos declaró al diario británico Daily Mail que en Twitter se estaba produciendo “una variante siniestra del Juego del Calamar, un juego de exterminio cuyas reglas desconocemos”.

Los despidos como síntoma

En las últimas semanas, se han sucedido las demandas contra Twitter por presuntas violaciones de la legislación laboral estadunidense, desde despedir a un número desproporcionado de mujeres (el 57% del total, por el 47% de hombres), sustituir a un alto porcentaje de los despedidos pese haber argumentado que sus puestos de trabajo resultaban “prescindibles”, impedir el acceso a las instalaciones o a las redes informáticas a trabajadores a los que no se había notificado su despido o incluso incurrir en el nepotismo, ya que dos de los recién contratados para posiciones directivas intermedias son primos de Musk.

El magnate Elon Musk sale de un coche tras el anuncio de despidos masivos en Twitter.
El magnate Elon Musk sale de un coche tras el anuncio de despidos masivos en Twitter.Reuters

El 16 de noviembre, tras varios días de resistir, silente y estoicamente, a un chaparrón de críticas que los expertos consideran potencialmente dañinas para su reputación y la de sus empresas, quien por entonces era el hombre más rico del mundo (acaba de adelantarle Bernard Arnault) optó por una respuesta sarcástica que no haría más que avivar el fuego: “Siento haberme visto obligado a prescindir de tan alto número de genios. No me cabe duda de que su inmenso talento será de una enorme utilidad en cualquier otro sitio”. Musk añadiría poco después que lo que va a vivirse en Twitter en los próximos meses es una auténtica revolución corporativa, y que las revoluciones solo pueden hacerse con personas dispuestas “a trabajar muchas más horas y a un ritmo mucho más intenso”.

Más allá de consideraciones concretas, la prensa estadounidense está empezando en los últimos días a tomarse los despidos de Twitter como síntoma. El periodista neoyorquino Nitish Pahwa explica en Slate que 2022 tal vez haya sido el peor año para los profesionales altamente cualificados del sector tecnológico desde el célebre estallido de la burbuja puntocom de marzo de 2000.

Un pésimo momento para quedarse sin trabajo

Para Pahwa, “resulta muy significativo que decenas de miles de profesionales de estas características perdiesen su empleo en la primera semana de noviembre”. Amazon despidió a cerca de 10.000 profesionales altamente cualificados pocos días después de que Meta prescindiese de alrededor de 11.000, Microsoft, Stripe, Snap, Zillow o Salesforce unos mil cada una y Twitter al menos 3.800. Pahwa considera que, en lo que llevamos de año, “se han perdido 87.000 trabajos de perfil tecnológico en los Estados Unidos”.

El analista se pregunta dónde irán a parar a corto y medio plazo todos estos profesionales “de cuello blanco” (como se llama a los trabajadores cualificados en el mundo anglosajón), en su mayoría jóvenes, competitivos y dinámicos y acostumbrados a sueldos que con frecuencia rondan o superan las seis cifras anuales. Parafraseando a Musk, ¿será su inmenso talento de enorme utilidad en cualquier otro sitio? ¿Está el mercado laboral tanto estadounidense como global en condiciones de absorberlos?

Trabajadores de Amazon frente a la sede de la empresa en San Fernando de Henares durante una jornada de huelga.
Trabajadores de Amazon frente a la sede de la empresa en San Fernando de Henares durante una jornada de huelga.Efe

La respuesta simple es que, en teoría, sí. El mundo corporativo está embarcado ahora mismo en un proceso de transformación digital para adecuarse a las posibilidades que ofrece la considerada cuarta revolución industrial. Los llamados perfiles disruptivos son más demandados que nunca por, en palabras de Emilio Velasco, profesor del Máster de Dirección de Recursos Humanos y Desarrollo del Talento en la EAE Business School, su alto nivel de competencia y, sobre todo, “su potencial impacto en la cultura corporativa de las empresas, ya que aportan un tipo de conocimiento e incluso de comportamiento no directamente relacionado con el business code o la serie de hábitos establecidos”.

Aterrizajes forzosos

Es decir, que a una empresa no directamente tecnológica que esté en proceso de actualización de su modelo de negocio le interesará, hoy más que nunca, incorporar a un experto en deep learning o a un buen analista de datos. Otra cuestión es, tal y como explica Nitish Pahwa, si a los despedidos de Twitter les resultará fácil a corto plazo encontrar acomodo en una empresa idéntica (o muy similar) a Twitter.

En su opinión, resulta improbable. Las compañías tecnológicas tocaron techo a nivel estructural poco después de la pandemia y ahora están optando por reorganizarse para ampliar su margen de negocio, por lo que resulta probable que sigan destruyendo empleo durante 2023. ¿Van a necesitar el tipo de talento específico que pueden ofrecerles los jóvenes veteranos de Silicon Valley? Sin duda. Pero preferirán alquilarlo a contratarlo. Para Pahwa, el futuro de muchos de los despedidos por Meta, Microsoft y compañía pasa, al menos a corto plazo, “por convertirse en profesionales independientes”.

Desde luego, esta perspectiva no implica en su sector una caída en la precariedad, como ocurre en muchos otros. Pero sí va a privarles de la estabilidad laboral de que disfrutaban y forzarles a un ajuste de sus expectativas y estilo de vida. Los despidos masivos perpetrados por gestores de gatillo fácil como Elon Musk tal vez no resulten un drama humano en un entorno tan dinámico como el de las compañías tech y en un mercado laboral como el estadounidense, que incluso en circunstancias de desaceleración económica como las actuales no supera el 3,7% de tasa de desempleo. Pese a todo, insiste Pahwa, perder un trabajo bien remunerado en Meta o Amazon resulta particularmente inoportuno a finales de 2022, en un contexto de “inflación galopante, incertidumbre sectorial y perspectivas económicas poco halagüeñas”.

Sundar Pichai, CEO de Google, en su oficina en Mountain View, California.
Sundar Pichai, CEO de Google, en su oficina en Mountain View, California.Brooks Kraft (Corbis via Getty Images)

Pahwa recuerda que muchos de estos profesionales “se mudaron a Silicon Valley hace entre cinco y diez años, cuando este entorno laboral había recuperado su plena pujanza y volvía a ser la tierra prometida del empleo tecnológico”. Hablamos de “programadores, ingenieros, analistas o diseñadores formados en las mejores universidades del mundo” y que desde entonces no han dejado de formarse para adquirir habilidades específicas cada vez más sofisticadas y exigentes.

Emily Mazo, abogada sindical, considera que estos profesionales estaban padeciendo ya en los últimos años un deterioro generalizado de sus condiciones de trabajo: “Todos te dirán que sus empresas llevan realizando recortes de plantilla desde antes de la pandemia, que en la mayoría de los departamentos hay escasez de personal y que llevan años trabajando mucho más de 40 horas semanales bajo una presión creciente” y que además “han ido perdiendo de manera gradual incentivos que en su día hicieron que sus empleos resultasen muy atractivos, como ayudas a la vivienda, beneficios fiscales, bonos, dietas o pagas extra”. Pese a todo, tal y como dejaron claro las reacciones en redes sociales de cientos de los despedidos en la gran purga otoñal de Twitter, la mayoría se aferran a sus puestos de trabajo, conscientes, en palabras de Pahwa, “que son supervivientes de una era de prosperidad y estabilidad laboral que tal vez no vuelva nunca”.

Talento adaptado a los retos del futuro

En España, según datos de la oficina de estadística europea (Eurostat) el problema sigue siendo, de momento, el contrario. El talento tecnológico no sobra. Más bien se trata, a juzgar por diversos indicadores, de un bien escaso. En España, pese a que la tasa de desempleo se mantiene aún por encima del 13%, son al menos 109.000 las ofertas de puestos de trabajo que no se cubren por falta de cualificación específica de los aspirantes y cerca del 80% las empresas que aseguran estar buscando trabajadores de un perfil concreto y no ser capaces de encontrarlos.

Entre los profesionales más demandados están los formados en áreas STEM (siglas en inglés de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). Las empresas los necesitan para actualizar sus modelos de negocio, pero no los encuentran. Esta paradójica escasez de talento se explica, en opinión de Valentín Bote, profesor universitario y director de la consultora laboral Randstad Research, porque “el número de graduados universitarios en nuestro país ha crecido de manera muy significativa en casi todas las especializadas, con la única excepción de ingeniería e informática, que han caído cerca de un 20%”.

España necesita revertir esa situación lo antes posible para incorporarse con plenas garantías al proceso de transformación digital. Bote insiste en que “dos tercios de los niños españoles que están ahora mismo en la guardería desempeñarán a la larga profesiones que hoy no existen y ni siquiera imaginamos”. El reto de nuestra economía y nuestro sistema educativo consiste en “acelerar en el presente el ritmo de creación de las profesiones del futuro”, que por el momento está resultando “lento o no todo lo rápido que sería deseable”.

En su opinión, cualquier modelo que pretenda ser competitivo debe ser capaz de “formar el tipo de talento que buscan las empresas más innovadoras del planeta”. Empresas como las de Silicon Valley, por mucho que Twitter, inmersa en su particular psicodrama shakesperiano, haya optado por prescindir de un plumazo de más de la mitad del talento que captó en su día.

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Sobre la firma

Miquel Echarri
Periodista especializado en cultura, ocio y tendencias. Empezó a colaborar con EL PAÍS en 2004. Ha sido director de las revistas Primera Línea, Cinevisión y PC Juegos y jugadores y coordinador de la edición española de PORT Magazine. También es profesor de Historia del cine y análisis fílmico.

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