Perla Zúñiga, la poeta trans que aprendió de su cáncer: “La quimio es una transición: altera el cuerpo, borra mi identidad. El principio de mi metáfora”
A Perla Zúñiga, artista, DJ y poeta transexual no binaria, le interesa poco el futuro y mucho el error. Su visión del cáncer, que ha sufrido dos veces, se escapa del lugar común y del discurso habitual
Siguen los datos estrictamente necesarios sobre una persona para la cual identificarse es “una cárcel”: la artista Perla Zuñiga nació en Madrid a finales de 1996, o quizá fue en 2016, año en el que le fue detectado un tipo raro de cáncer (sarcoma de Ewing); fue durante el tratamiento para erradicarlo cuando tomó conciencia sobre su cuerpo y lo maleable que es la identidad de género. “La quimioterapia, al final, es una transición, un proceso químico que altera el cuerpo. Borraba mi identidad, porque los rasgos que pensaba que definían estéticamente a mi persona ya no estaban. Me gustaba entender eso como el inicio de mi propia metáfora”, explica: actualmente prefiere describirse como persona trans no binaria, al no haber pasado, por razones de salud, un proceso de hormonación.
Entonces estudiante de Bellas Artes, Zúñiga se adecuó a su nuevo cuerpo no solo con la ayuda de esa recién estrenada identidad, sino también de la escritura, la música y la performance. “Entendía que lo que me estaba sucediendo era un proyecto. El tumor es un cuerpo disidente, porque sus células no obedecen la señal de morir. Es un organismo que no sigue las lógicas dominantes impuestas. Y mi viaje iba a la par”.
En la recuperación de su propia narrativa frente al avance del tratamiento, una figura fue clave: Bimba Bosé, modelo y cantante fallecida a causa de un cáncer de mama en 2017, a quien Perla Zúñiga rinde tributo en los posados que acompañan este texto. “Cuando tienes la enfermedad, pasas por momentos de depresión en los que no te apetece arreglarte o te intentas ocultar. Ella salía recién operada con un vestido increíble, medio transparente, como diciendo: ‘Te ha tocado esta estética, trabájala”, recuerda. “Eso me motivó y me dio la libertad para que la gente pensase que era yo quien decidía, que incluso creyesen que no tenía cejas porque me las había quitado voluntariamente. Me abrió ese camino para sobrellevar la enfermedad, en lugar de acercarme al cáncer desde un lenguaje bélico, como algo contra lo que combatir o desde esa imagen supercursi y rosa de alguien adolescente con un tumor, que hace ejercicio, que lo supera siendo muy fuerte...”.
Proponer una alternativa a los lugares comunes desde los que se aborda el cáncer en la conversación pública es una de las cosas que Zúñiga pretende a través de su poesía. Hace unas semanas publicó en Bandcamp Alguna vez, una pista producida por Lechuga Zafiro, cuyos beneficios irán destinados a la investigación del sarcoma de Ewing. “Acaricia tu cuerpo para afianzar que sigues con vida / Estrújatelo hasta que sientas el check / De que todavía no es hora del gran momento final”, son algunas de las líneas que recita en un trabajo que lleva como portada una foto suya al principio de la enfermedad.
La reaparición del tumor en 2021 truncó la gira de El hechizo del viejecito, el espectáculo que realizaba con la productora y DJ Vera Amores, pero dio pie a las Sesiones del lamento, un show alternativo donde tuviera cabida “el dolor y la rabia”. “Parece que el espectro de emociones de la tristeza o el sufrimiento se reserva solo a funerales, a salas de hospitales, a cuando estás sola en la cama... Queríamos crear un espacio donde esto se pudiera compartir relajadamente, mediante la música”, describe la performer, que igualmente desde las fiestas de su colectivo Culpa trabaja en “empoderar el error, convertir el error en aquello a lo que se quiere llegar, sacar lo que quieras en la pista de baile, sin miedo a hacerlo mal y a que todo el mundo esté mirando”.
El colectivo fue fundado como forma de representar en la escena club de Madrid a las personas trans y no binarias, presentes a veces en imágenes (“y de una forma un poco peyorativa”), pero siempre ausentes en el cartel o entre los promotores. “Tenemos esta cosa de que lo que pinchamos es transexual club, porque tampoco encajamos si alguien nos pide que nos definamos como DJs”, dice Zúñiga, que ha acabado entendiendo la liberación de las etiquetas como una fortaleza. Toda la que está perdiendo, opina, el movimiento feminista con sus escisiones tránsfobas y sus “jerarquías basadas en discursos biologicistas”: “El feminismo debería aprender de las células cancerígenas, que saben que si no están juntas no consiguen nada”.
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