Cuáles son y por qué las ciudades más caras, más sostenibles, más tolerantes o más divertidas para vivir
El año que acabamos de despedir nos ha dejado un galimatías en forma de estudios sobre grandes urbes. En unas vivir es más costoso pero son más seguras pero en otras se disfruta más pero luego la ecología y también hay otras que...
Ni París, ni Zúrich ni Singapur. Ni siquiera Hong Kong, el oasis de opulencia chino en que el precio medio de la vivienda rebasa ya el millón de euros y las mansiones de la ladera del monte Austin se están vendiendo a más de cinco. La ciudad más cara del planeta es ahora mismo Tel Aviv. Acaba de certificarlo el departamento de estudios estadísticos de la revista The Economist con un ranking en que se tienen en cuenta tanto el coste de la vivienda como el de la alimentación y el transporte.
En 2020, en pleno debate sobre la conveniencia de actualizar en Francia el salario mínimo interprofesional, a los parisienses les escandalizó comprobar que su ciudad era considerada la más cara en términos relativos, el lugar en que más costaba establecerse y hacer frente a los gastos cotidianos. Ya no. Tel Aviv, una urbe en que la hamburguesa de McDonald’s se paga a precios de trufa blanca y vivir con menos de 4.000 euros mensuales resulta poco menos que una aventura, ha dado este año el salto desde la quinta posición a la cúspide.
Por este orden, las citadas París, Singapur y Hong Kong unidas a sospechosas habituales como Nueva York, Ginebra, Copenhague, Los Ángeles y Osaka completan un top ten en el que están representados tres de los cinco continentes. Una ciudad en guerra, Damasco, otra hecha añicos, Trípoli, capital de Libia, y una tercera ubicada en un estado fallido, Tashkent, en Uzbekistán, son ahora las más baratas. Entre las ciudades que moderan sus precios y pierden, en consecuencia, posiciones en el ranking de lo francamente prohibitivo, destacan Moscú, Estambul, Sidney, Melbourne o incluso Londres, aunque los autores del estudio advierten que muchos de estos cambios tan llamativos se deben a factores como la oscilación de las divisas.
El ranking varía mucho en función de qué indicadores concretos se tengan en cuenta y cómo se ponderen. Si hablamos exclusivamente de precio medio de la vivienda de gama alta, de barrios repletos de inmuebles solo aptos para multimillonarios, Mónaco resulta imbatible, en opinión de revistas de referencia como Luxury Estates International. Las mansiones y apartamentos de lujo del principado cuestan auténticas fortunas, hasta un millón de dólares cada 16 metros cuadrados, superando por amplio margen a Hong Kong, Nueva York, Londres y Singapur. Traducido al lenguaje convencional, una vivienda de súper lujo en el área de Larvotto, en Monte Carlo, la zona más exclusiva del principado monegasco, cuesta hoy más del doble que en los vecindarios londinenses de Knigthsbridge y West Brompton o en los neoyorquinos de Hudson Yards o TriBeCa.
Si damos prioridad al precio medio del metro cuadrado, sin tener en cuenta la gama de la vivienda, el feudo provenzal de la familia Grimaldi se cae del podio, superado, entre otras muchas ciudades, por Hong Kong, Londres, Nueva York, Tel Aviv, Ginebra, París, Singapur, Beijing o Viena. Por precio de los alquileres, Londres se mantiene en una renta media mensual superior a los 5.000 euros por un apartamento de más de 120 metros cuadrados, rebasando en 1.200 el promedio de Tel Aviv, pero sin posibilidad de compartir con los más de 7.000 que costaría alquilar en Hong Kong una vivienda de similares características. La comparativa entre precios de venta y de alquileres permite llegar a conclusiones curiosas: alquilar en Viena, Beijing, Taipéi, Praga o Mumbai es una opción casi asequible, mientras que comprar resulta poco menos que una utopía. En lugares como Bermuda, Ámsterdam y Dubái ocurre todo lo contrario: comprar resulta razonable, alquilar, excéntrico y casi suicida. Luanda, la capital de Angola, que se convirtió en 2017, de forma sorprendente y al parecer coyuntural, en la más cara del mundo para expatriados, ya ni siquiera es considerada la más cara del continente africano. Ese honor recae ahora en urbes emergentes como la etíope Addis Abeba y la costamarfileña Abiyán.
En la mayoría de estos indicadores, Tel Aviv se mantiene en la franja alta, entre las diez ciudades más caras del planeta atendiendo a distintos criterios, pero alejada con frecuencia del podio. En lo que resulta poco menos que intratable es en el precio del alcohol y de la alimentación, que se han situado en 2021 al nivel de las tres ciudades escandinavas que lideraban este ranking en el último lustro, Copenhague, Oslo y Estocolmo. Los analistas atribuyen este dato a la fuerza relativa del shekel, la moneda local, que no deja de revalorizarse con respecto al euro, el dólar y el resto de divisas internacionales de referencia. Esto se traduce, según explica Rachel Elbaum, corresponsal en Israel de la cadena estadounidense NBC, “en que se están alcanzando precios poco menos que demenciales en vecindarios de lujo como Park Tzameret o Neve Tzedek, pero ir a comprar fruta, verdura, carne o ropa al popular mercado del Carmelo sigue siendo, de momento, una opción asequible para la población local que cobra su sueldo en shekels”.
En defensa de Tel Aviv, habría que decir también que la ciudad tiene virtudes que compensan el auge desbocado de sus precios. Time Out la considera la octava ciudad más atractiva, la más divertida, la más tolerante, inclusiva y diversa y la segunda, tras Shanghái, en calidad y variedad de su oferta gastronómica. La célebre guía urbana lleva ya varios años elaborando una lista de diez ciudades en las que vale la pena vivir o a las que resulta aconsejable viajar, y para ello tiene en cuenta variables tan heterogéneas como la oferta cultural, el parque monumental, la amabilidad de la población local, la gastronomía, el entorno natural, la calidad de viviendas infraestructuras y servicios o el ocio nocturno. En 2021, apuestan por, además de Tel Aviv, San Francisco, Ámsterdam, Manchester, Copenhague, Nueva York, Montreal, Praga, Oporto y Tokio. Es decir, cinco ciudades europeas, tres norteamericanas y dos asiáticas, demostrando que la excelencia urbana se reparte de manera cada vez más ecuánime por el planeta.
Otro ranking, este elaborado por la BBC, apunta a que las grandes urbes más seguras del mundo son este año Copenhague, Toronto, Singapur, Sidney y Tokio. Las más saludables, según The Economist, Tokio, Singapur, Hong Kong, Melbourne y Osaka, porque están padeciendo en menor medida que la Europa septentrional los rigores de la crisis sanitaria. Las más sostenibles, según Lux Magazine, Ámsterdam, Estocolmo, Berlín, Portland y, una vez más, Copenhague (aunque The Economist aporta un ranking alternativo, de seguridad medioambiental, que tiene especialmente en cuenta la calidad del aire y el grado relativo de protección contra los rigores del cambio climático, y en él aparecen Medellín, Toronto y la ciudad neozelandesa de Wellington). Por último, los entornos urbanos más atractivos ahora mismo para los llamados nómadas digitales, la tribu emergente de los que huyen tanto de la pandemia como de los alquileres abusivos y buscan rincones amables desde los que trabajar a distancia, son Lisboa, Estambul, Medellín, Montpellier o Buenos Aires.
Cruzando unos indicadores con otros (y ponderando, sobre todo, la salud, la diversión y la tolerancia), uno puede llegar a conclusiones tan sugerentes y aventuradas como que Copenhague y Tel Aviv son, por este orden, lo más parecido al paraíso urbano en la tierra. Para el que pueda permitírselo, claro.
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