Horrores decorativos: los expertos confiesan lo peor que les piden sus clientes
Arquitectos y decoradores explican los peligros de imitar en nuestras casas las perfectas imágenes que vemos en Instagram


Hay pocas pesadillas peores para arquitectos o interioristas que un cliente cargado de inspiraciones de Pinterest. Una colección que causa sudores fríos a quienes se dedicación al diseño de interiores porque suele ser en un pastiche cargado de tendencias pasajeras, mobiliario incongruente, colores que se matan y objetos tan preciosos como poco prácticos. “Ese bombardeo de fotografías, esa falta de hilo conductor, esos horrores que se venden como bonitos”, lamenta la arquitecta Fede Aridon, del estudio OOIIO, consciente de que a quienes les encargan un proyecto de interiorismo hay que escucharles, pero también guiarles. Más aún, cuando muchas de esas imágenes se basan en localizaciones perfectas, tienen detrás una gran labor edición digital o, directamente, están elaboradas con inteligencia artificial.
En la época de la imagen, abstraerse para captar las características singulares de cada lugar no es fácil. Es lo que intenta hacer cada especialista al afrontar un nuevo proyecto, tenga formación en arquitectura, diseño u otra área relacionada. “El interiorismo es la creación de espacios con alma, donde la estética y la funcionalidad se encuentran en equilibrio”, define Mireia Torruella, fundadora de Júlia Brunet Interiorisme. “No se trata solo de decorar, sino de construir ambientes que cuenten historias, transmitan emociones y mejoren la vida de las personas”, recalca quien destaca que hay una reglas básicas en esta especialidad: entender el espacio y sus necesidades conociendo cómo será vivido; utilizar materiales nobles; coherencia estética; realizar un diseño funcional y atemporal (“un buen interiorismo no solo debe ser bonito, sino también práctico y perdurable en el tiempo”) y equilibrar espacios llenos y vacíos. La iluminación es la clave final: “Una mala distribución de la luz, tanto natural como artificial, puede arruinar un buen diseño”, asegura Torruella.

Para la especialista un gran horror es el exceso de minimalismo frío, “que elimina toda personalidad y hace que los espacios parezcan clínicos o sin alma”, así como el abuso de materiales artificiales que buscan, sin éxito, imitar texturas naturales. Tampoco entiende la combinación de luz fría con materiales cálidos, muebles demasiado grandes en espacios pequeños o la acumulación de mobiliario porque genera “agobio y caos”. No comprende la apuesta por falsas vigas de poliuretano mal instaladas para dar un aire rústico ni la iluminación blanca de hospital en un hogar. “No hay nada menos acogedor que una luz fría e intensa en un salón o dormitorio, eliminando cualquier sensación de confort”.
Cree, además, espantoso lo que llama “lujo falso”. Se refiere a espacios con dorados estridentes, mármoles sintéticos y detalles ostentosos. El interiorista y director creativo Robert Gigliotti apunta en unas líneas parecidas en un divertido vídeo en su perfil de Instagram titulado Como decoraría una sala de estar para mi peor enemigo. Ahí incluye “un sofá de terciopelo verde falso con detalles dorados” y “una mesa de vidrio con detalles dorados”. “Me encantaría añadir un carrito de bar demasiado decorado solo para que acumule polvo”, así como “una luz LED dorada” o “tuberías de Home Depot para colgar cortinas”, relata.

A priori, son elementos que podrían funcionar por separado en según qué lugares. Juntos, no siempre. Cuidado al dejarse llevar por lo bonito: “Hay quien quiere un estilo nórdico para su casa, con todo blanco y madera de pino. Debemos tener en cuenta que en esos países hay cuatro meses de luz y necesitan claridad; en Castilla La Mancha, con sol casi todos los días… igual tu casa no requiere eso. Puede cuadrar, pero no hacerlo solo porque sea tendencia. Siempre se acaban”. “Es que en Pinterest es todo precioso, pero la realidad es otra”, insiste Fede Aridon. “Las casas hay que vivirlas, por eso hay que imaginarlas como un espacio agradable, pero también con personalidad”.
Respira profundo al hablar de una de las últimas modas con las que hay que tomar, dice, más precauciones. El uso de papel pintado para las paredes. “Hay multitud de calidades y muchas son horripilantes. Hay rollos con los que te echas las manos a la cabeza: imágenes pixeladas, desenfocadas y que se rompen pronto, por lo que quedan fatal”, afirma. “Personalmente tampoco soporto cuando una vivienda está todo en blanco y de repente los cojines o las sillas tienen muchos colores. Me mortifica”.

Más allá de pisos y casas, habla de la proliferación del uso de esparto —difícil de limpiar en condiciones— en la hostelería, sobre todo para alfombras, lámparas o sillas. “Es un material que da carácter de hogar, pero es muy delicado. Se rompe rápido por el uso y se despeluca… Tiene una vida útil corta y destrozado queda fatal”, explica Aridon, quien sospecha hay demasiados restaurantes que se centran en que sus diseños sirvan para una foto y salir bien en las redes sociales. Sin embargo, cuando los clientes van a comer la experiencia es diferente: los acabados no funcionan, hay materiales descascarillados y el espacio es frío. “Jardines verticales, esculturas, neones… Esto ya está pensado para Instagram”, decían con ironía desde Pantomima Full en una de sus parodias.
Estética de lo destrozado
“El error más común del interiorismo es no arriesgarse”, insiste Carmelo Zappulla, director del estudio External Reference, con base en Barcelona, donde también dirige el Máster en Diseño de Interiores Experiencial en la escuela LCI. “Los proyectos no pueden ser una sopa de cosas que hayas visto antes, porque las modas esconden la incapacidad de diseñar, de ser creativos. Por eso vas a muchos sitios y te encuentras lo mismo una y otra vez”, recalca Zapulla. Sigue con los restaurantes. Y lo hace por esa tendencia a lo destrozado, a espacios que están medio terminar donde la dejadez se convierte en recurso estético: paredes sin pintar, techos con manchas, suelo de hormigón, mobiliario desparejado que parece sacado de mercadillos.

“Tienen una pátina de lo vivido, pero al final son todos iguales. Y lo horroroso ahí es la falta de riesgo. Esta es una fórmula barata, fácil, casi un kit de autoconstrucción para el empresario, no un diseño de interiores”. Más allá, señala al recurso de hacer que un bar parezca histórico, que lleva décadas ahí, cuando en realidad fue construido ayer. “Una cosa es teatralizar algo y otra jugar con que la gente no entienda de verdad si es un sitio antiguo o no”, matiza.
Por eso defiende que los lugares deben ser un lienzo que deje espacio para que cada cliente la haga suya, sobre todo en el sector residencial. “El error principal es obligar a la gente a vivir de una manera que no es cómoda. Tú puedes hacer una casa espectacular, perfecta para la foto, pero estás sugiriendo a la gente como vivirla y no puede ser así”, critica. El arquitecto vuelve a Pinterest porque opina que fomenta ideas de las que hay que huir. E incluye ahí también las herramientas de inteligencia artificial. “Hay quien te llega con un moodboard hecho con Midjourney que termina siendo una cosa kitsch impresionante. Está bien tener tus paneles de inspiración, pero eso no puede hacer que el proyecto se convierta en un collage con cosas de aquí y allí sin sentido alguno”, añade.

“Es cierto que al final, según dónde y cómo se haga, casi todo puede ser válido. El problema es que todo hoy es un clon de un clon de otro clon”, sostiene por su parte el interiorista Gustavo Duarte, “sobre todo cuando está todo hecho con materiales chungos y todo es cutre”. “Y esa tendencia de colgar millones de plantas de plástico en el techo… es una locura”, subraya. “Incorporar la vegetación para la mejora de la calidad del aire en los espacios es interesante”, aclara Ferrán Ventura, profesor de la Universidad de Málaga, pero expone que eso no se consigue, claro, con plástico, cartón piedra o poniendo “tres macetas en un rincón”. Tampoco entiende cuando encuentra cabezas de animales o ejemplares disecados en bares y restaurantes. “Es algo que no pega ni con cola en los tiempos que corren”, apunta. “En el interiorismo no hay una receta que funcione siempre. Es como escribir un libro: puedes saber escribir y las reglas de una novela, pero luego igual no sale bien. Esto no es solo distribuir elementos en un espacio, es generar una atmósfera, emociones, una experiencia”, concluye Carmelo Zapulla.
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