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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Contra la corrección

El virus ideológico de la apropiación cultural lleva tiempo incubado entre nosotros, pero no hay evolución cultural sin apropriacionismo

Hans J. Wegner se inspiró en los asientos de la dinastía Ming para crear su célebre Wishbone chair. ¿Apropiacionismo? |
Hans J. Wegner se inspiró en los asientos de la dinastía Ming para crear su célebre Wishbone chair. ¿Apropiacionismo? |Carl Hansen & Son

Mucho antes de que la covid campara a sus anchas y convirtiera el 2020 en un engendro, otro germen diabólico llevaba tiempo incubado entre nosotros. No me refiero a un virus físico sino ideológico, el de la corrección política y, más concretamente, al de la apropiación cultural. Es un concepto que me provoca escalofríos. Que se haya normalizado da rienda suelta a que personas de piel fina y fácil ofensa se pongan nerviosas al ver un estampado africano en una silla diseñada por un belga y se vean legitimadas para denunciarlo públicamente. Y cosas por el estilo.

Cualquiera que esté un poco puesto en Historia del Arte (del arte que sea) sabrá que desde sus albores la humanidad ha evolucionado culturalmente a golpe de apropiacionismo. La arquitectura que habitamos y las cosas con las que la decoramos son resultado del pillaje estético de nuestros ancestros y de la yuxtaposición de estilos a lo largo de los siglos, no de la Inmaculada Concepción. Trazando una elipsis gigante a lo Kubrick me atrevería a decir que si a un artesano persa no le hubiera dado por copiar los detalles de un sitial babilónico no existiría la silla Wassily. El hurto artístico ha sido siempre beneficioso para la cultura porque ha ayudado a expandir marcos mentales y a tender puentes entre épocas y civilizaciones. A pesar de que los fenicios –por citar un caso– fusilasen un poco a los asirios, otro poco a los egipcios y un poco demasiado a los griegos, consiguieron un estilo genuino del que otros pueblos bebieron para ampliar su patrimonio cultural.

Abro paréntesis: todo esto lo debería estar explicando Óscar Tusquets, que es mucho más leído, sabio y mordaz que yo y escribe infinitamente mejor. Cierro paréntesis.

Sigamos: la maestra del robo bien entendido y desacomplejado fue Roma, que entendía la apropiación cultural como el motor de su civilización. Pero claro, todo esto pasó en épocas en las que no había redes sociales. En la antigüedad nadie podía acusar a un escultor romano por haber tomado prestada una hoja de acanto de una columna corintia y castigarle con el ostracismo del unfollow. En nuestros días hiperdigitales e hipervigilados (también hiperventilados) es imposible rendir homenaje, inspirarse o directamente tomar prestado algún detalle de cualquier cultura foránea sin que algunas cuentas de Instagram de epidermis sensible se te echen encima acusándote de violar el sagrado ADN de sus ancestros.

¿Hay que cancelar el Art Nouveau porque las referencias orientalistas se le fueron de las manos?

Seguro que a usted se le ocurren muchos más ejemplos, pero al hilo de lo dicho me pregunto: ¿hay que abolir el Renacimiento italiano y el Neoclasicismo porque ambos beben del acervo cultural helénico? ¿Deberíamos suprimir las chinoiseries de los palacios del XVIII (y del 75% de las casas con firma de decorador) porque ofenden la herencia cultural china? ¿Tenemos que cancelar el Art Nouveau porque las referencias orientalistas digamos que se le fueron de las manos? ¿Habrían existido las vanguardias del siglo XX si a sus artistas se les hubiese censurado abrazar el arte vernacular africano? ¿Deberíamos borrar el legado Art Déco porque la base de su narrativa es descaradamente egipcia? ¿Podría Saint Laurent haber presentado su famosa colección rusa sin que nadie le acusase de expoliar el folclore de la ex Unión Soviética? ¿Y el posmodernismo? ¿Deberíamos cargárnoslo por haber parodiado todo tipo de épocas, culturas y religiones desde África al Polo Norte?

Para terminar, otra pregunta: el orden mundial empieza a estar en manos de culturas ajenas a la nuestra. ¿Cuánto tardarán en apropiarse de la nuestra? ¿Protestaremos? Yo, no.

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