Así es el primer campus universitario español ubicado en un rascacielos de 180 metros
La nueva sede madrileña de la IE University acaba de inaugurarse al norte del Paseo de la Castellana. Tiene capacidad para 6.000 estudiantes y con sus 35 plantas se ha convertido en el quinto edificio más alto de la capital
La IE Tower, la nueva sede de la universidad privada IE University que se ha inaugurado esta semana, completa el parque empresarial llamado Cuatro Torres Business Area (con esta ya son cinco), construido sobre la antigua Ciudad Deportiva del Real Madrid, en el tramo más al norte del Paseo de la Castellana.
Este rascacielos no es lo que uno imagina por campus universitario, que suele evocar más bien edificios bajos en áreas suburbanas con profusión de ladrillo, reminiscencias neoclásicas, elegantes arcadas y senderos ajardinados. Pero para Martha Thorne, decana de la Escuela de Arquitectura y Diseño del IE, su especificidad se convierte en una ventaja: “Esos modelos de campus se van comiendo los barrios que quedan alrededor, y hay una tensión brutal entre los residentes de ese barrio y la universidad. Esta torre, por donde está ubicada, carecerá de esos puntos de conflicto y tiene la oportunidad de apoyar el proyecto del Distrito Castellana Norte aportando una diversidad de actividad y de poblaciones. Gracias a los alumnos, esta zona es mucho más viva. Aún no tenemos alrededor todos los servicios que necesitamos, pero poco a poco se irán implantando”.
Otro elemento fundamental es la vinculación del edificio con el proyecto Madrid Nuevo Norte, la gran apuesta urbanística de la capital para los próximos años. Thorne asume ese papel con decisión: “Somos vecinos de Castellana Norte, y estoy deseando que la hagan peatonal, y que el paisajismo sea el tejido que la conecte con las Cuatro Torres y el resto”. Algo más al sur queda el complejo de negocios de Azca, en cuya renovación planificada –bautizada como Renazca- ella misma colaboró gestionando un concurso internacional que finalmente ganó el proyecto presentado por el estudio Diller Scofidio + Renfro junto con los paisajistas británicos Gustafson Porter + Bowman y el socio español b720 Fermín Vázquez Arquitectos.
Originalmente, el rascacielos iba a ser un Centro Internacional de Convenciones, pero el proyecto se frustró con la crisis de 2008. El Ayuntamiento de Ana Botella lo adjudicó en 2014 al Grupo Villar Mir y acabó como universidad gracias al acuerdo con el Instituto de Empresa en 2016. Los estudios Fenwick Iribarren y Serrano-Suñer Arquitectura, con sede en Madrid, son los autores de esta torre de 180 metros. Su diseño en forma de T invertida recuerda al monolito de 2001: Una odisea del espacio y parece rendir homenaje a otros clásicos de su misma tipología como el Hancock Center de Chicago o el Seagram Building neoyorquino.
Desde la planta 22 de la torre, Martha Thorne habla con ICON Design sobre la potencial contribución del edificio a un nuevo orden dentro de la disciplina del diseño de rascacielos: “Los rascacielos pueden ser hoy mucho más sostenibles, y mañana lo serán sin duda. Estos edificios deben durar cientos de años, y eso ya es de por sí sostenible. Por otra parte, en un rascacielos puede haber más flexibilidad en el uso de la energía. La eficiencia de la iluminación, la programación racional de los ascensores, la captación y reciclaje de energía, del agua… por la escala, hacer esto es más fácil aquí. Y en el futuro veremos también el uso de nuevos materiales más sostenibles, y un mejor aprovechamiento de los mismos. Por tener una visión holística de las cosas, ya no podemos hablar de turismo, sanidad, o educación sin hacer conexión con medio ambiente físico, construido y también natural. Confío que con esta torre podamos contribuir a esas conversaciones”.
El edificio es el quinto más alto de la capital, tiene capacidad para 6.000 estudiantes y sus 50.000 metros cuadrados se dividen en 35 plantas. Las 23 primeras se destinan a aulas, áreas de estudio, salas de trabajo y oficinas, el resto contienen 3.000 metros de instalaciones deportivas (con una piscina climatizada), el club universitario, un auditorio con 6.000 asientos, 100 salas de trabajo y reuniones, salas de ensayos y conciertos musicales y diversos laboratorios.
Curiosamente, la torre no pertenece a la universidad sino a la sociedad Caleido, participada por Inmobiliaria Espacio (promotora del Grupo Villar Mir) y Grupo Emperador. “Nosotros estamos aquí de inquilinos”, confirma Martha Thorne. “Y me parece una cosa realmente interesante, innovadora y sobre todo en línea con las ideas del IE. A veces, cuando una escuela invierte mucho dinero en un edificio ya no puede gastar en otras cosas, y el IE siempre ha puesto el ojo en invertir en la educación”.
Para Thorne, un elemento fundamental es el FabLab, el taller de producción de objetos físicos aún en montaje donde se reúne desde tecnología low-tech, como máquinas de coser, hasta sistemas de impresión en 3D y brazos robóticos: “Nos gusta que los alumnos experimenten con las máquinas y herramientas, incluso que las modifiquen para nuevos usos. Pero también hacer una conexión con las empresas y estudios fuera de IE, que fabriquen aquí para apoyarnos a la industria, y que a su vez ella nos incluya en su investigación y sus proyectos”.
La pandemia ha retasado una apertura originalmente prevista para el pasado curso, ha condicionado sus resultados y hay algunas lecciones aprendidas en todo este proceso: la salud de estudiantes y profesores se monitoriza a través de una app, se ha prestado especial atención a los sistemas de filtrado y ventilación, y se controla el acceso con pasaporte de salud digital. El diseño de las aulas también favorece que las clases puedan seguirse online. Sin embargo, Thorne es partidaria de que la enseñanza sea lo más presencial posible: “Ha sido durísimo para estudiantes y profesores no estar juntos, y aquí el trabajo en grupo es fundamental. Tenemos la norma de que solo estén online si es por motivos relacionados con la covid o existen problemas de visados. Aunque de la pandemia hemos aprendido que hay ciertos temas donde sí funciona aplicar las tecnologías de comunicación. Ahora el reto es aprovechar sus oportunidades al máximo”.
La IE Tower de momento ofrece ese aire provisional y algo desangelado de los espacios con escaso uso, pero Thorne espera que sea la propia actividad académica e investigadora la que termine de configurarlo. “Churchill dijo que nosotros damos forma a los edificios, y después son ellos los que nos dan forma a nosotros. Yo añado que, todavía después de eso, nosotros volvemos a darles forma a ellos”.
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