Usher, la estrella de los 2000 que le debe su triunfo a su madre, calienta para la Super Bowl
Con ocho premios Grammy y más de 80 millones de discos vendidos, el artista dará el domingo el que llama su concierto número 101 en Las Vegas, tras una residencia de casi tres años en la ciudad y 100 ‘shows’. Eso sí, tendrá que disputarse la atención mediática con Taylor Swift
Como tantos chiquillos sureños con buena voz nacidos a mediados de los años setenta, Usher Terrence Raymond IV (Dallas, 45 años) empezó cantando en un coro. Pero pocos, muy pocos, de esos muchachos de la parroquia logran hacer carrera en la música. Y menos aun lo que Usher, ya sin primer nombre, apellido ni posterior numeración, hará este domingo: interpretar parte de sus 30 años de carrera musical en el intermedio de la Super Bowl, el espectáculo deportivo más visto del planeta, en un estadio en Las Vegas con 70.000 asistentes y ante más de 100 millones de espectadores de todo el mundo.
No es que Jonetta Patton, la madre del cantante, pretendiera que se convirtiera en un portento del góspel, pero sí vio desde bien pronto que tenía una voz sobresaliente, tablas para los escenarios y una personalidad que se imponía. De ahí que con seis añitos le empujara a cantar con los miembros del coro de la iglesia de Chattanooga, Tennessee, donde crio al chico sola tras divorciarse de su marido, alcohólico, cuando Usher tenía apenas un año y ella solo 22. Poco después se volvió a casar, tuvo otro hijo, James Lackey, y se volvió a divorciar, criando ella a ambos. De ahí que al comprobar el talento de Usher apostara por él y no dudara en hacer todo lo necesario para su triunfo, que era el triunfo de todos.
Su olfato no estaba equivocado, como han ido demostrando a lo largo de tres décadas una decena de números uno, 80 millones de discos vendidos, ocho premios Grammy, películas, musicales, giras y residencias (lleva dos años y medio dando conciertos en Las Vegas, donde se ha mudado a un recinto aún más grande). Usher es uno de los grandes productos de mediados de los 2000, cuando sacó sus álbumes más exitosos, pero ha sabido seguir manteniéndose en el ojo público —y amasar una fortuna de, se estima, unos 180 millones de dólares (unos 167 millones de euros)— sin dar demasiado que hablar, sin los escándalos que salpican a otras estrellas del R&B, especialmente de esas décadas, como es el caso de su padrino musical, Puff Daddy (Sean Combs, también conocido como Diddy), con múltiples demandas por acoso sexual.
Para ser una estrella, se ha ido labrando una carrera con una cierta discreción. De hecho, él mismo dice que el peor momento de su vida fue muy al principio de la misma. Tras la iglesia y los programas de televisión infantiles llegó otro rito de paso: las bandas. Usher decidió renombrarse como Cha-Cha y entrar en el quinteto NuBeginning. Y triunfó tanto que Jonetta hizo las maletas y se marchó a 200 kilómetros: “Mi madre me sacó de la banda y nos fuimos a vivir a Atlanta, Georgia, y empezó mi carrera. Tenía unos 11 o 12 años y había empezado a ganar concursos de talentos, teníamos un contrato de grabación, y por tanto música, y sentía que me arrancaban de mi mundo”, recordaba el cantante en una entrevista el pasado otoño. “No, cariño, tu mundo solo está empezando, porque tú eres un solista y en ti hay algo increíble”, le contestó Patton. “Me estás robando mis sueños”, le lloró a su madre. “No, te los estoy dando”.
Tras llamar la atención de productores (que le convencieron de dejar el Cha-Cha atrás y volver a ser Usher), llegó lo peor, el pequeño gran cambio que casi truncó su carrera: el de su voz. Antonio L.A. Reid, el empresario musical que le fichó con 14 años, nunca quiso convertirle en una estrella infantil porque sabía que podía llegar más lejos. Pero cuando le cambió la voz, justo mientras preparaba su álbum de debut, reconoce que quiso dejarlo, como contó en The Hollywood Reporter. “Quería romper mi contrato con él. Le rompería el corazón, le rompería el corazón a su madre. Fue un periodo muy duro de nuestras vidas. Y entonces alguien me dijo: ‘No seas tonto. No vendas tus acciones en Usher. Va a ser una estrella”. Ese fue Puff Daddy, que se lo llevó una temporada a vivir con él a Nueva York y le hizo grabar su disco de debut en 1994. Pero durante 17 años su madre siguió manejando su carrera con mano de hierro, y ella misma ha hecho una fortuna de alrededor de dos millones de dólares.
Por aquel entonces, Usher conoció a Chilli, vocalista de la entonces célebre banda femenina TLC. Mantuvieron una relación intermitente durante años, y también una larga amistad, y cuando no tenían pareja volvían a juntarse, como ha contado ella recientemente. Estuvieron juntos tres años, de 2001 a 2004. Después, además de salir con algunas modelos, entre ellas Naomi Campbell, comenzó una relación con su estilista, Tameka Foster, con quien estuvo casado entre 2007 y 2009 y tuvo dos hijos (Usher V, Cinco; y Naviyd, que ya tienen 16 y 15 años). Ella aportó al matrimonio los tres que tenía de una relación anterior y que él consideraba como suyos, entre ellos al menor, Kile, que murió en 2012, con 11 años, tras ser arrollado por una moto acuática en un lago, y al que recuerdan con frecuencia. Tras su separación, Usher empezó a salir con su agente, Grace Miguel. Su relación empezó en 2009 y se casaron en Cuba en 2015 hasta romper en 2018, sin hijos. Fue por entonces cuando tres personas le demandaron por haberles contagiado una enfermedad de transmisión sexual, un herpes, sin advertirles. Desde hace un lustro su pareja es la ejecutiva de Epic Records Jennifer Goicoechea, con quien tuvo a su primera hija, Sovereign Bo, en septiembre de 2020 y al segundo, Sire Castrello, justo un año después.
Ahora se cumplen 20 años de su principal éxito, gracias al que fue su cuarto disco, Confessions, del que colocó más de 20 millones de copias en el mercado y con el que logró todas sus nominaciones a los Grammy. Ahí ya dio claramente con su imagen y su estética (más situada en el R&B que en el rap; además es un gran fan de la moda), convirtiéndose en un hombre con una voz y una forma de actuar muy propias, particulares, muy acorde con ese aire de finales de los noventa y primeros de los dosmil, con un punto sexi pero acaramelado por el que posaba con miradas lánguidas y el torso al aire. Desde entonces supo diversificar su carrera. Entre otros, actuó durante cuatro meses en el musical Chicago en Broadway, en 2006, y ha tenido una residencia en Las Vegas los últimos tres años (y ahora le espera una gira por dos docenas de ciudades de EE UU).
Pero no todo ha sido música. Gracias a ella recibió hace unos meses un título honorífico de Berklee. Ha donado dinero a campañas demócratas, apoyando especialmente a los Obama, así como a la comunidad negra. Abogó porque el 19 de junio, llamado Juneteenth, cuando se conmemora el fin de la esclavitud, se convirtiera en fiesta nacional en EE UU, como acabó siendo. También ha apostado, cómo no, por invertir en perfumes y restaurantes, además de servicios de catering, pistas de patinaje urbanas, participaciones en negocios musicales como la plataforma Tidal y hasta equipos de baloncesto: participa económicamente en los Cleveland Cavaliers de Ohio y quiere hacerlo en fútbol americano. Y, además, fue uno de los descubridores en apostar por un muchachito que tocaba la guitarra graciosamente en YouTube: Justin Bieber.
Tanto Bieber como su manager, el venido a menos Scooter Braun, son buenos amigos del artista. Kim Kardashian, que fue una de las que hizo el anuncio oficial de que Usher era el elegido para la Super Bowl, es otra de sus grandes seguidoras, tanto que le acaba de convertir en imagen de su campaña de ropa interior masculina, donde posa con calzoncillos de 18 dólares y joyas de 200.000. También lo es Jeff Bezos, en cuyo yate pasó unos días el pasado agosto navegando por la costa croata junto a Orlando Bloom y Katy Perry, a la que, ha contado, pidió consejos para esta Super Bowl (en la que, por cierto, los artistas no ven un solo dólar; la liga de fútbol cubre todos los gastos y desplazamientos, pero no les da una compensación económica directa). Es posible que muchos de ellos estén en las gradas, más al celebrarse la final de la liga en Las Vegas, epicentro del mundo del espectáculo. Él compartirá protagonismo con los 49ers de San Francisco y los Kansas City Chiefs de Misuri, además de con la superestrella Taylor Swift, presente en el estadio para ver a su pareja, el jugador Travis Kelce, y con quien seguro se disputará la atención mediática.
Más que nervioso, Usher está ansioso por actuar, tanto que ha conseguido rascar minutos al intermedio y no tener solo 13, sino 15, en lo que será, como desvelaba en Good Morning America, un gran homenaje a los artistas negros estadounidense. “Estoy más que listo. Solo quiero cantar más alto que nunca, bailar más intensamente que nunca”, contaba esta semana en una entrevista con Billboard. Del intermedio poco se sabe: algún cambio de ropa, algún artista invitado, algo de patinaje, un tema de su nuevo disco, el primero en ocho años, Coming Home, que salió del horno el viernes producido por su propia discográfica. “Quiero celebrar los 30 años de una carrera de la que me siento muy afortunado por poder haber creado canciones y momentos que la gente recordará siempre”, relataba. “Qué increíble crescendo. He dado 100 shows en Las Vegas y el 101 será la Super Bowl”. Su madre también ha hablado del “orgullo” que siente: “Le doy las gracias a Dios por tantas bendiciones”, ha dicho en televisión. Sobre el mismo escenario por el que han pasado Michael Jackson (para él, el artista más importante a la hora de modernizar ese espectáculo), Beyoncé, Rihanna, Eminem, Jennifer Lopez, Shakira o Coldplay, pensará en todos los que le han acompañado en el camino: “No empecé donde estoy ahora, y no llegué ahí solo. Así que a todos los que han sido parte de esto los llevo conmigo”. También a Loretta, que estará en las gradas apoyándole.
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