Carlos III de Inglaterra cumple 75 años: los cuatro momentos clave que han marcado su vida
Una infancia triste, un primer matrimonio sin futuro y ser coronado rey con el amor de su vida. Repasamos los principales hitos que han supuesto un antes y un después para el actual monarca del Reino Unido
Este martes 14 de noviembre Carlos III, monarca del Reino Unido y soberano de los otros 14 reinos que forman parte de la Mancomunidad de Naciones, cumple 75 años. Lo hace en su residencia oficial de Clarence House, en Londres, acompañado de sus seres queridos. Aunque no de todos. Su hijo Enrique, duque de Sussex, no estará, como ya es habitual en las celebraciones de los Windsor. Las rencillas entre padre e hijo no han hecho más que aumentar desde que el príncipe y su esposa, Meghan Markle, tomaran la decisión de renunciar a sus títulos reales ―tensión que creció con el estrenó en Netflix la docuserie Enrique & Meghan y con la publicación de En la sombra, el esperado libro que recoge las memorias de Enrique de Inglaterra―.
Pero ese distanciamiento parece no ensombrecer la fiesta de Carlos, para quien este aniversario es muy especial. Además de siete décadas y media de vida, el monarca celebra su primer año al frente de la corona británica, junto a la mujer que ama. Carlos III está más que acostumbrado a solventar problemas como los que genera ahora para él el menor de sus hijos, que hace todo lo posible por apartarse de la familia real. Y es que él mismo ha sido, en muchas ocasiones, un incomprendido dentro del seno familiar. Este es un repaso a los momentos clave que han marcado su larga vida, desde que se convirtió en heredero a la corona hasta que, por fin, reinó.
La infancia solitaria de un jovencísimo heredero
La primera palabra que Carlos pronunció no fue “mamá”, sino “nana”, en referencia a su nanny (niñera), que era la persona con la que más tiempo pasaba. El primogénito de Isabel II y Felipe de Edimburgo no gozó de las grandes atenciones que se esperan de unos padres primerizos, entonces de 22 y 27 años respectivamente, con su primer retoño. Sobre todo, a partir de febrero de 1952, cuando Carlos ni siquiera había cumplido los cuatro años y su madre ya se convirtió en una joven reina. Desde entonces, Isabel II se debió a la corona británica, y apenas podía sacar tiempo para su pequeño, algo que marcó su personalidad de por vida.
La ausencia de una figura materna y paterna acentuó su inseguridad e hizo del jovencísimo heredero un niño tímido y sensible que no encajaba con el muchacho valiente y fuerte que esperaba su padre. Carlos fue el primer heredero del trono británico en ir al colegio, en vez de recibir su formación en palacio. Pasó primero por una escuela situada en Knightsbridge, en el centro de Londres, y más tarde acudió a la escuela preparatoria de Cheam, en Hampshire. Pero sin duda el lugar que más le marcó fue el internado de Gordonstoun, en Escocia, donde su padre había acudido de niño. Una escuela “espartana”, según Felipe, en la que se enseñaba a los niños el “autocontrol”. Lo que para el duque era una oportunidad de enderezar a su hijo y convertirlo en alguien duro, para Carlos supuso un infierno. Donde su padre fue un líder, el heredero al trono británico sufrió constante bullying de sus compañeros y acabó odiando cada minuto que pasó ahí, haciéndolo todavía más introvertido.
Jonathan Dimbleby, autor de una biografía autorizada sobre el actual monarca, cuenta en su libro que de niño “estaba totalmente intimidado por la enérgica personalidad de su padre”, cuyos regaños por “deficiencias en su comportamiento o actitud lo llevaban fácilmente a las lágrimas”. Isabel II también estaba considerada entonces como una madre distante y fría. Sobre eso, Carlos aseguró a Dimbleby que “no era indiferente, era más bien desapegada”. La falta de muestras de afecto físico se evidenció, por ejemplo, en 1954, cuando Isabel y Felipe volvieron de una gira de medio año por los países de la Commonwealth. Carlos tenía cinco años y su hermana Ana, tres. Sus padres solo les estrecharon la mano cuando se reencontraron.
Tuvo tan poco afecto de niño que Carlos se acostumbró a que no le tocaran. El príncipe Eduardo von Anhalt-Dessau, su primo, confesó en abril en una entrevista con la revista alemana Stern que el monarca “solía perder el control cuando alguien lo tocaba espontáneamente, le ponía la mano en el brazo o incluso en el hombro”. Un trauma que ha superado gracias a su esposa, pero ese es otro tema.
Diana, el cuento de hadas que nunca lo fue
En noviembre de 1977 Carlos conoció a Diana Spencer. Él tenía 29 años y ella, 16. Coincidieron en la finca familiar de ella de 1.500 acres en Northamptonshire (Inglaterra). El entonces príncipe de Gales, que en esos momentos salía con Sarah, la hermana mayor de Diana, no esperaba que esa joven fuera a cambiarle la vida como lo hizo.
La historia empezó a ir a más en julio de 1980, cuando ambos fueron invitados a pasar el fin de semana en la casa familiar de Philip de Pass, un amigo común, en Sussex. Allí comenzaron a hablar sobre la reciente muerte de Lord Mountbatten, tío abuelo de Carlos, según se explica en el documental Princesa Diana: En primera persona. “De repente se abalanzó sobre mí. A partir de ahí, todo fue a más”, cuenta quien fuera la princesa de Gales durante 16 años. Fue a más y fue muy rápido. Siete meses de noviazgo después, Carlos ya propuso matrimonio a la joven, que entonces apenas tenía 19 años. Solo habían tenido 13 citas, pero aceptó, y el 29 de julio de 1981 ambos se dieron el “sí, quiero” en la catedral de San Pablo, ante más de 750 millones de espectadores, en un enlace catalogado como “la boda del siglo”. Para rematar el cuento de hadas, enseguida llegaron Guillermo, nacido en 1982, y Enrique, en 1984.
Pero la relación de Carlos y Diana no tuvo un final feliz. Ni siquiera lo fue el desarrollo. Al principio fue controvertida la diferencia de edad, pero a los jóvenes príncipes les separaba mucho más que la generación a la que pertenecían. El apocado niño que fue Carlos dio paso a un adulto reservado. Diana, en cambio, encarnaba todo lo contrario de cara al exterior. Era alegre, divertida, sensual y se desenvolvía como pez en el agua delante de los focos. El reino la adoraba. Pero a su marido la creciente popularidad de su esposa lo único que hacía era incomodarle aún más. Sus muestras públicas de celos y desprecio hacia Diana no hicieron sino engrandecer la figura de la princesa y empequeñecer la suya.
Se hablaba de crisis matrimonial y las especulaciones se confirmaron cuando marido y mujer pasaron separados su sexto aniversario de boda, en 1987. Aguantaron cinco tortuosos años más, hasta que el primer ministro John Major anunció ante la Cámara de los Comunes que el príncipe y la princesa de Gales se separaban. “Es una decisión amistosa y ambos seguirán participando plenamente en la crianza de sus hijos”, apuntaba el comunicado del palacio de Buckingham. Sin embargo, no resultó amistoso. En 1994 Carlos admitió en un programa de televisión que había sido infiel a Diana. “Fui fiel hasta que tuve claro que nuestro matrimonio estaba irreparablemente roto”, fueron sus palabras. Un año después, fue ella la que lo confirmó en una entrevista para la BBC. “En ese matrimonio éramos tres, así que éramos multitud”, reconoció en una frase que ha quedado para la posteridad.
En agosto de 1996, se divorciaron oficialmente. Se acabó el cuento de hadas que nunca lo fue. Por fin podían rehacer su vida. Pero el respiro solo duró 12 meses. El 31 de agosto de 1997, la muerte de Diana de Gales en un accidente de tráfico en París mientras escapaba de los paparazi ―junto a su nueva pareja, Dodi Al-Fayed, también fallecido en el siniestro―, conmocionó al mundo entero. La figura de Lady Di se hizo eterna y su recuerdo imborrable, también para Carlos, ya que el fantasma de su relación fallida le persigue todavía hoy.
Camila, su verdadero amor
Si este artículo fuera un repaso en orden cronológico, el espacio dedicado a Camila Rosemary Shand iría antes que el de Lady Di. Ella ha sido la mayor constante en la vida de Carlos. Desde 1970, mucho antes de conocer a su primera mujer. Fue en un partido de polo en Windsor Great Park, una de las grandes aficiones de ambos. Primera cosa en común. Según publicó la revista People, Camila (con 24 años) se acercó a Carlos (22) para acariciar su pura sangre y tras unos halagos al caballo le dijo: “Mi bisabuela, Alice Keppel, fue la amante de su tatarabuelo, Eduardo VII. ¿Lo sabía?”. Segunda cosa en común.
La conexión entre ambos se produjo al instante y se siguieron viendo, pero por aquel entonces ella estaba interesada en otro hombre, el entonces oficial del Ejército británico Andrew Parker-Bowles. En 1973, aprovechando que el príncipe estaba fuera de Inglaterra en una gira como heredero al trono, se casó con él sin avisar a Carlos, que se enteró por la prensa. La autora real Penny Junor cuenta en su libro sobre Camila, The Duchess: The Untold Story, que Carlos estaba tan desconsolado por la noticia que Camila le mandó una carta: “Ella misma le escribió para contárselo. Le rompió el corazón”. También le convenció de que buscara otra mujer a la que convertir en princesa y la elegida fue Diana Spencer.
Aun así, el actual monarca del Reino Unido nunca renunció a Camila. Ella era la tercera persona en ese matrimonio de tres a la que se refería Lady Di, con el consiguiente rechazo que se produjo hacia su figura en la sociedad británica. Sin embargo, Carlos nunca dejó de apostar por su historia de amor y mantuvieron una relación clandestina que destrozó la que tenía con la princesa de Gales. Era habitual que compartieran escapadas de fin de semana y el príncipe fue elegido padrino de Tom, el primogénito de los Parker-Bowles. Si Diana y Carlos anunciaron su separación en 1992, Camila y Andrew pusieron fin a su matrimonio en 1994. El divorcio de ambas parejas parecía abrir una vía libre para Carlos y Camila, pero la inesperada muerte de Diana retrasó sus planes.
Su primera aparición pública juntos fue en 1999. Habían pasado dos años desde el accidente, pero el pueblo británico todavía tenía la herida abierta y no veía con buenos ojos esa relación. Al final tuvieron que acostumbrarse. Poco a poco, tanto el público como la familia real fueron aceptando cada vez más el romance y el 9 de abril de 2005, después de 35 años de relación, por fin se pudieron casar. Al contrario de la fastuosa boda con Diana, el enlace de Carlos y Camila fue una íntima ceremonia celebrada en el Ayuntamiento de Windsor a la que solo acudieron 30 invitados, entre los que no figuraron los padres del novio, pero sí los hijos de ambos. La reina Isabel II y el príncipe Felipe estuvieron presentes en la ceremonia de oración en la capilla de San Jorge, después de la ceremonia civil.
Los biógrafos de Carlos aseguran que Camila lo ha transformado a lo largo del tiempo. Que, junto a ella, por fin es feliz. “Le da la confianza en sí mismo que ha buscado durante toda su vida”, afirmó Penny Junor en enero a Vanity Fair. Tanto es así que ha acabado con su “imposibilidad de ser tocado”, según admitió también en su entrevista con Stern el príncipe Eduardo von Anhalt-Dessau: “Carlos tuvo un gran trauma que Camila resolvió. Ahora está muy relajado, incluso cuando está rodeado de gente y esta le toca. Ese es claramente el mérito de Camila”.
El eterno aspirante a rey que al fin reinó
Cuando Isabel II se convirtió en reina del Reino Unido con tan solo 25 años, Carlos se convirtió en uno de los herederos más jóvenes al trono británico. A sus tres años, ya era el siguiente en la línea de sucesión y toda su vida ha estado preparándose para ese momento. Pero el momento tardó mucho en llegar: 70 años y más de 200 días. Carlos III es el monarca que más tiempo ha aspirado al trono y el 10 de septiembre de 2022, dos días después de la muerte de su madre, se convirtió también en el heredero de mayor edad en subir al trono británico. Tenía 73 años.
Muchos pensaban ya que la corona pasaría directamente de la cabeza de su madre, Isabel II, a la de su primogénito, Guillermo de Inglaterra, pero se equivocaban. El 6 de mayo se convirtió en un día histórico para el Reino Unido y sobre todo para Carlos, que al fin fue coronado rey junto a su esposa Camila. Después de esperar durante siete décadas para reinar, el monarca se mostraba impaciente momentos antes de recibir la corona. “Nunca podemos llegar a tiempo”, se quejaba Carlos a Camila dentro de su carruaje, según los expertos en lectura de labios.
Pero la ceremonia se celebró tal cual se había previsto: ante 2.200 personas invitadas a la abadía de Westminster, los miles de ciudadanos que salieron a las calles y los otros miles que pudieron visualizarlo a través de las retransmisiones por televisión que se hicieron por todo el mundo. “Yo, Carlos, profeso y declaro solemne y sinceramente en presencia de Dios que soy un fiel protestante y que, de acuerdo con las leyes que asegura una sucesión protestante al trono, defenderé y mantendré esas leyes”, juró con la mano en la Biblia. Más tarde, Camila recibía la corona de la reina María de Teck, dando paso a la primera ceremonia de coronación de un consorte desde 1937 ―la propia Isabel II usó su mensaje del Jubileo de Platino para expresar sus esperanzas de que su nuera, tan odiada por sus súbditos al principio, fuera llamada reina llegado el momento―.
Cuando llegó al trono, Carlos agradeció a su “querida mamá” su devoción y amor a la familia, pero no se refería a la de sus lazos de sangre, sino a “la familia de naciones a la que sirvió diligentemente durante años”. El suyo prometía ser un reinado más moderno y menos conservador, concienciado con causas como el medio ambiente o la inclusión. Sin embargo, parece que el propio monarca empieza a comprender que reinar no es tan fácil y él mismo contradijo sus ideas la semana pasada en su primer Discurso del Rey ante el Parlamento británico, donde defendió “futuras licencias para nuevos campos petrolíferos y gasísticos” y mano dura contra la inmigración.
Todavía es pronto para saber si realmente el reinado de Carlos se alejará de cómo fue el de su madre o acaba pareciéndose más de lo que esperaba. La única certeza es que será mucho más corto.
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