Carlos III renuncia a su casa de Gales para reducir gastos
Aunque la granja, comprada en 2007, es el lugar en el que más tiempo ha pasado el rey en sus visitas al país, ahora su hijo Guillermo prefiere hospedarse en hoteles locales para impulsar la economía de la zona
Desde que Carlos III accedió al trono británico el 8 de septiembre de 2022, tras el fallecimiento de la reina Isabel II, ha intentado cambiar la estructura tradicional en la que se cimentaba, hasta el momento, la realeza. Primero se negó a vivir en el londinense palacio de Buckingham al no considerarlo “apto” para el mundo moderno; después, redujo la pomposidad de la coronación e intentó que se pareciese lo mínimo a la de su madre; ahora, Carlos III da un paso más y quiere reducir los gastos de la monarquía lo máximo posible. ¿La solución? Prescindir de una de sus propiedades actuales situada en Gales, Llwynywermod.
La granja, situada en Carmarthenshire (al oeste de Gales, a algo más de 100 kilómetros de Cardiff, su capital), ha sido la residencia oficial del monarca cada vez que ha visitado el país como príncipe de Gales, el principal título que ostenta el heredero al trono británico y por el que se le conoce popularmente. Pero ahora que ya no ostenta el título y, por ende, cede la agenda asociada a dicho nombre a su hijo mayor y heredero, el príncipe Guillermo, esta propiedad va a quedar prácticamente inutilizada. Carlos adquirió en 2007 las 70 hectáreas de Llwynywermod, valorada en 1,2 millones de libras esterlinas (unos 1,4 millones de euros), a través del ducado de Cornualles, cuya actividad principal es la administración de las tierras y propiedades del heredero al trono. Durante su edad adulta Llwynywermod ha sido, sin duda, la propiedad en la que más tiempo ha pasado, pero ahora, con obligaciones mucho más importantes, no podrá residir apenas en la granja. Una noche al año, Carlos III y Camila organizaban una velada musical y artística durante sus vacaciones en la región.
En el momento en el que la reina Isabel II murió y Carlos III ocupó su lugar como cabeza de la monarquía británica, fue el príncipe Guillermo quien heredó el ducado de Cornualles. Por tanto, Carlos ya no era el dueño de la granja, y si quería mantenerla, debía pagar un alquiler a su hijo y a dicho ducado. Este verano Carlos ha decidido no renovar el contrato de arrendamiento, y ahora los príncipes de Gales, a través de sus portavoces, han informado de que no harán uso de la granja cuando viajen al país, sino que se hospedarán en los hoteles de la zona para ayudar e impulsar la economía local. Por tanto, ya se queda en manos de la administración del ducado y pueden alquilarla o sacarle el rendimiento del modo en que consideren, si así lo quieren.
El ducado de Cornualles, en el que se incluyen castillos, tierras y granjas, genera unos ingresos anuales de 21 millones de libras (24 millones de euros) que hasta ahora han estado gestionados por Carlos III en su papel de heredero al trono durante más de medio siglo. Desde septiembre, se encarga de administrar lo correspondiente al ducado de Lancaster, en el que se incluye el patrimonio privado de la familia real británica.
Esta no es la primera vez que los miembros más senior de la familia real británica deciden deshacerse de propiedades o aprovecharlas para su uso turístico. El día antes de morir Isabel II se conoció que la monarca ponía en alquiler, a través de Airbnb, una parcela de Sandringham, una de sus residencias favoritas y que está situada en el condado de Norfolk, situado a unos 160 kilómetros al norte de Londres y en la que pasaba las fiestas de Navidad con su familia; de hecho, allí falleció su padre, el rey Jorge VI. Pero esta casita del jardinero no era la primera propiedad que alquilaba la longeva reina. También ofrecía ocho cabañas ubicadas en Balmoral (Escocia), la residencia veraniega de la reina y donde murió.
Está por ver qué planes tiene el monarca para el resto de sus propiedades repartidas por todos los terrenos reales: Highgrove, Birkhall, Clarence House, Sandringham y Balmoral, e incluso para las más importantes, como el palacio de Buckingham y el castillo de Windsor. Una de las ideas es la del alquiler (en algunas de ellas, no en todas); otra es abrirlas al público y ampliar al acceso para “que puedan pagarse por sí mismas y no supongan un gasto real”, tal y como han seguido explicando los portavoces.
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