Por primera vez en 70 años, Isabel II recibirá al nuevo primer ministro en Balmoral y no en Buckingham
El palacio anuncia que, al contrario de lo dicho hace apenas un mes, la reina se quedará en su residencia escocesa y que allí recibirá al sucesor de Johnson, que se elige el próximo 5 de septiembre
Cada alteración en las costumbres y obligaciones de Isabel II, a pesar de que resultaría lo normal en una persona de 96 años, despierta inquietud, e incluso alarma. La casa real británica ha confirmado este miércoles que, por primera vez en sus 70 años de reinado, la reina no despedirá al primer ministro saliente —Boris Johnson— ni encargará formar nuevo Gobierno en su nombre al sucesor —Rishi Sunak o Liz Truss— en el palacio de Buckingham, como hizo con 14 jefes de Gobierno anteriores. Johnson y quien vaya a reemplazarle en el puesto deberán viajar a la residencia de Balmoral, en las Tierras Altas escocesas, donde la monarca pasa desde hace décadas la última fase de las vacaciones veraniegas, septiembre incluido. “Problemas de movilidad”, de los que Buckingham lleva meses informando puntualmente, y que se habrían agravado en las últimas semanas, han llevado a Isabel II y a su entorno a la conclusión de que era demasiado arriesgado aguantar hasta el último minuto, para tener que improvisar —llegado el caso— un nuevo plan.
El próximo lunes se dará a conocer públicamente el nombre del nuevo líder del Partido Conservador —y consecuentemente, nuevo primer ministro—, después de una campaña de primarias que ha enfrentado durante todo el verano a Sunak y Truss. Las encuestas apuntan de forma abrumadora a una victoria de la segunda, actual ministra de Exteriores. Al martes siguiente, Johnson debería acudir a comunicar a la reina que abandona el puesto y sugerir el nombre con los apoyos parlamentarios para reemplazarle. Unos minutos después, su sucesor acudiría a Balmoral para recibir el encargo de la monarca de formar gobierno.
Una ceremonia concisa, con una coreografía muy ensayada, reduce al estrecho perímetro del Whitehall y The Mall londinenses el baile de personajes, sus entradas y salidas de escena, con el discurso final del nuevo primer ministro ante la puerta del 10 de Downing Street, y el consiguiente juego de formación de un nuevo Gabinete de ministros. La salud de la reina altera todo. Downing Street no ha aclarado todavía si Johnson y quien le acompañe viajarán hasta Balmoral en helicóptero o avión —al menos dos horas— o en automóvil o tren —más de 10 horas—. Ni si el nuevo primer ministro dará su primer discurso allí mismo, a la entrada del castillo, o lo retrasará a su regreso a Londres.
El encargo de formar Gobierno, según especifica la Enciclopedia Real —el único libro de referencia en lo que afecta a la monarquía británica— es la única prerrogativa que Isabel II no puede delegar en su hijo y heredero, Carlos de Inglaterra. Desde el primero de todos, Winston Churchill, la reina ha recibido a los 14 políticos anteriores en Buckingham. El único precedente de alteración del rito se remonta a 1908, cuando Eduardo VII obligó a Herbert Asquith a viajar hasta la localidad francesa costera de Biarritz, donde pasaba las vacaciones, para recibir el encargo del rey.
Con 96 años a sus espaldas, la salud de la que es la segunda reina con el reinado más largo de la historia no pasa por su mejor momento. La muerte de su esposo, Felipe de Edimburgo, en abril de 2021; la pandemia del coronavirus, del que se infectó el pasado mes de febrero, y unos complejos problemas de movilidad que le impiden caminar con soltura (usa bastón en la intimidad) están pasándole factura, pero también permitiéndole tomar decisiones novedosas como la de mudarse a Windsor o esta de recibir al nuevo primer ministro en su amada Balmoral.
Winston Churchill, Anthony Eden, Harold Macmillan, Alec Douglas, Harold Wilson (en dos ocasiones), Edward Heath, James Callaghan, Margaret Thatcher, John Major, Tony Blair, Gordon Brown, David Cameron, Theresa May y Boris Johnson, en ese orden, han sido recibidos por la reina entre su llegada al trono, en 1952, y julio de 2019, cuando Johnson llegó al poder.
La vida de Isabel II se reparte en cuatro residencias, casi como las cuatro estaciones. La primera y principal, para diario, para recepciones y galas, siempre ha sido el frío palacio de Buckingham. A Jorge VI, padre de Isabel II, nunca le gustó ese inmenso edificio de 77.000 metros cuadrados y 775 habitaciones; y su hija heredó por él esa falta de cariño a la mole londinense. De ahí que fuera su cuartel general durante la temporada principal y de lunes a viernes. Los fines de semana, la reina se decantaba por el alegre Windsor, a una hora de Londres. Un castillo grande, sí, pero con mucho terreno para caminar, pasear a sus corgis y montar a caballo, y con otras casas cercanas donde han vivido y siguen viviendo algunos de sus hijos y nietos. De hecho, la querencia de Isabel —en el que ella y su hermana Margarita se refugiaron, de niñas, durante la Segunda Guerra Mundial— por el castillo hizo que esta primavera decidiera mudarse allí de forma definitiva. Y allí, a la cercana y cargada de historia Adelaide Cottage, se mudan también Guillermo de Inglaterra, su esposa Kate y sus tres hijos.
Después de Buckingham y Windsor hay otras dos residencias. Está Sandringham, la de invierno. Un inmenso castillo, tan grande que en ocasiones Isabel y Felipe decidían usar una casita cercana con vistas al mar para no tener que poner en marcha toda la estructura palaciega. Allí acude la reina en Navidad, y suele quedarse hasta principios de febrero, cuando se conmemora el fallecimiento de su padre, que murió allí el 6 de febrero de 1952.
Balmoral es la de verano. La reina ya veraneaba allí cuando era princesa, y al morir su padre la heredó. Allí le gusta salir al aire libre, disfrutar de picnics (cuando la lluvia escocesa lo permite) y recibir las visitas familiares, algo de lo que disfruta especialmente. Fue allí donde estaba cuando recibió, hace 25 años, la noticia de la muerte de Diana de Gales; de hecho, Guillermo y Enrique, los hijos de la princesa, estaban allí con ella, y todos regresaron a Londres para despedir a Lady Di, no sin cierto retraso, a ojos de los británicos.
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