Los turbios negocios inmobiliarios persiguen a Andrés de Inglaterra
La mansión de Sunninghill Park, que el príncipe vendió a un magnate kazajo en 2010 por tres millones más de su precio de mercado, ha vuelto a reconstruirse y se desconoce a quién pertenece ahora
Cuando Andrés de Inglaterra y Sarah Ferguson se casaron, allá por julio de 1986, la reina Isabel II, madre del novio, le regaló a la pareja dos cosas: el título de duques de York y una casa. No una cualquiera, sino una espectacular mansión de 12 habitaciones situada en la campiña de Berkshire (cerca de Windsor), en un terreno de 2,7 kilómetros cuadrados con piscina y pistas de tenis. El lugar, llamado Sunninghill Park, no tardó en generar problemas, y ha acabado convertido en una pesadilla que persigue al tercer hijo de la soberana, implicado ya de por sí en un puñado de escándalos.
Andrés vendió la que fue su residencia oficial entre 1990 y 2004 a un rico oligarca kazajo de nombre Timur Kulibayev. Aquello fue en 2007, pero los detalles no se conocieron hasta 2010. Entonces se supo que la venta había sido por 15 millones de libras, 18,2 millones de euros al cambio del momento, unos tres millones por encima del precio de mercado. Además, entonces también se supo que, además de rico, Kulibayev era uno de los hombres más poderosos de su país al estar casado con Dinara Nazarbayeva, la hija del presidente del país, Nursultan Nazarbayev, de quien además es buen amigo.
La venta no dejó de ser sospechosa en ningún momento: la casa había levantado poco o nada interés entre los compradores —aunque la finca data del siglo XIX la construcción era reciente, de los años cincuenta, puesto que la anterior había quedado destruida por un incendio— pero se había vendido mucho más cara de lo habitual. Además, tras su venta nadie la ocupó: estuvo ocho años vacía, con puertas y ventanas rotas, el patio destrozado e invadido por las malas hierbas y algunas piezas robadas. Las autoridades pensaron en convertirla en un refugio para personas sin hogar, y acabó siendo demolida en 2016. Eso después de conseguir sacar a los más de 100 murciélagos que la habían invadido.
El príncipe Andrés siempre ha querido olvidar aquel paraje, su primer hogar como hombre casado y padre de familia, donde él vivió hasta 2004 (cuando se mudó al Royal Lodge de Windsor que le dejó su abuela, la reina madre, en herencia) y Sarah Ferguson y sus hijas hasta 2006. Sin embargo, el escándalo parece perseguirlo, porque ahora salen a la luz nuevas informaciones sobre la misma, como que, después de tres años de obras, Sunninghill ha vuelto a tener una casa, y muy lujosa.
Sobre el terreno que dejó la anterior construcción se alza ahora una imponente mansión con varias edificaciones, cuidados jardines, parterres, árboles nuevos y su clásica pista de tenis. En esta ocasión se ha cambiado la piscina exterior —no demasiado fácil de usar en la campiña inglesa— por una interior climatizada. Según el diario Daily Mail, la casa tiene seis habitaciones en suite, sauna, baño turco, sala de hielo, gimnasio y salón de juego. En la planta superior estarían situadas dos grandes habitaciones con vestidores, terrazas y un salón. Arriba estaría también el ala infantil, con dos dormitorios con baños completos y vestidores y con otro para la o las niñeras. En el exterior también habría un parque con toboganes.
El lujo del lugar podría corresponder con el de la fortuna amasada por Kulibayev, que a sus 53 años ocupa el puesto 743 de la lista Forbes de los hombres más ricos del mundo, con unos 2.430 millones de euros. Sin embargo, según los documentos a los que ha tenido acceso el mismo diario británico la propiedad ahora pertenece a un fondo de inversión de Luxemburgo, se desconoce si propiedad de Kulibayev o con alguna relación con él. Por tanto, se desconoce si serán él, su esposa y sus tres hijos quienes vivirán en ella.
Andrés, que siempre ha mantenido que la venta de Sunninghill fue del todo transparente y legal, es buen amigo del magnate kazajo consejero de Gazprom, y se les ha visto juntos cazando. Además, en su faceta de embajador comercial —un título que perdió el pasado noviembre— también ha ayudado al país asiático a hacer negocios. De Kazajistán es también la buena amiga del príncipe llamada Goga Ashkenazi y conocida como Lady Goga, quien presentó al príncipe y a Kulibayev. De hecho, Goga y el magnate tienen dos hijos juntos fuera del matrimonio del kazajo con la hija del que fuera presidente de su país.
La historia de nunca acabar de Sunninghill Park es otro de los quebraderos de cabeza de Andrés, y no son pocos: su relación de ida y vuelta con Sarah Ferguson, el chalet de Suiza que comparte con ella y sus impagos, los problemas con su secretaria personal, los dudosos beneficios obtenidos por su cargo como embajador de comercio, su ausencia en la boda de su hija Beatriz... El mayor problema del duque de York viene de su relación con el fallecido pedófilo Jeffrey Epstein, que se suicidó en la cárcel hace un año. El tercer hijo de la reina era buen amigo del estadounidense, tanto que se le ha relacionado con mujeres menores de edad, al igual que su colega, y de participar en orgías con él. Esa relación de amistad le está pasando factura hasta tal punto de que en noviembre concedió una criticada entrevista donde habló de él, confirmando que no estuvo “a la altura”. La charla con la BBC le costó el cargo. Desde noviembre, Andrés se ha convertido en un paria para la familia real británica.
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