Lucas Álvarez, el niño de ‘Lo imposible’ ahora lucha como médico contra el coronavirus
El joven, que sobrevivió junto a su familia al tsunami de 2004 en Tailandia y cuya historia inspiró ‘Lo Imposible’, ejerce como facultativo en Londres
Lo que parecía una entrevista normal a un médico español que trabaja en el Reino Unido y que estos días lucha contra el coronavirus se convirtió rápidamente en un recuerdo del tsunami que azotó en 2004 países como Indonesia, Sri Lanka, India y Tailandia, con más de 250.000 víctimas mortales. “Usted es aquel niño que salvó a su madre de morir en el tsunami de 2004 y que posteriormente se pudo reunir con la familia”, desveló el presentador Matías Prats durante una conversación en su informativo con Lucas Álvarez, ahora convertido en un doctor de 26 años.
La familia Álvarez Belón pasaba las vacaciones de Navidad en el país del Sudeste Asiático cuando se produjo la catástrofe. Sus miembros permanecieron separados un par de días: Lucas y su madre, María Belón, por un lado; y su padre, Enrique Álvarez, y los otros dos hermanos, Tomás y Simón, por otro. El niño, que en aquel momento tenía 10 años, cuidó de su madre, gravemente herida, hasta que todos se reencontraron. Al pie de la cama de María Belón, Lucas Álvarez hizo la promesa de convertirse en médico y dedicarse a salvar vidas. “Fue una experiencia única y desafortunada en su momento. Pero desde entonces a mí me pareció casi lógico tener que devolver hasta cierto punto esa deuda que se me quedó”, ha explicado el joven.
Su historia fue llevada al cine por el director Juan Antonio Bayona con la película Lo imposible. El largometraje, protagonizado por Naomi Watts y Ewan McGregor, ganó cinco premios Goya, entre otros galardones. El papel de Lucas Álvarez fue interpretado por Tom Holland, ahora conocido por encarnar a Spiderman en las últimas entregas de la cinta de la saga de Marvel.
Aquella tragedia marcó la vida del joven, que estos días afronta otra a causa de la crisis del coronavirus. En el Reino Unido hay hasta este miércoles más de 130.000 casos diagnosticados y el número de fallecidos roza los 17.400, lo que le convierte en uno de los cinco países más afectados de Europa. Álvarez trabaja en la unidad de cuidados intensivos de un hospital de Londres. Desde la capital británica ha denunciado la falta de material para atender a los pacientes: “Hace un par de días nos enviaban monos de pintor. Ayer por la noche nos veíamos restringidos a usar delantales de plástico fino”. Como consecuencia, varios de los pacientes críticos que están ingresados en su centro son empleados “que hasta hace días o semanas trabajaban en el hospital”.
Álvarez también ha criticado el “número desconcertante” de personas que aprovechan estos días más soleados para pasear por la capital británica: “Me parece una postura muy poco acertada, arrogante y sobre todo frente a las personas vulnerables que por raciones socioeconómicas no tienen ese privilegio de salir a las calles. Es preocupante que la gente no llegue a ver la seriedad del asunto”. La pandemia afecta incluso “a gente muy joven, sin antecedentes médicos”, por lo que se ha convertido en una experiencia dura y es consciente de “que queda mucho trabajo por venir”: “Las secuelas tanto fisiológicas como psicológicas van a ser muy bestias. Sabemos que tenemos mucho por delante, así que hay que seguir”. A pesar de ello, considera que es “un privilegio el poder seguir trabajando” y ejercer “una labor importante”.
Uno de los hermanos de Álvarez, Tomás, obtuvo en 2018 el título suma cum laude en Ciencia, Tecnología y Relaciones Internacionales en la Universidad de Georgetown, en Estados Unidos. “Si trabajas duro puedes llegar muy lejos”, dijo a El Español este joven, que fue uno más en la fuga de cerebros que se experimentó España con la crisis económica de 2008.
El padre de la familia, Enrique Álvarez, fue voluntario de la ONG Proactiva para ayudar a los refugiados sirios que llegaron a la isla de Lesbos (Grecia) en condiciones y embarcaciones precarias. “Todos los que cruzan en barca asumen un riesgo impresionante. Lo primero que te impacta es pensar que esa travesía, pequeña porque no hay mucho más de 10 kilómetros entre esta isla y la costa turca, es en realidad una etapa más de una gran odisea en su periplo al destino que sueñan y aspiran. Y sin embargo en este tramo se juegan la vida. Son héroes, no sé si yo tomaría los mismos riesgos. Además, los que lo hacen son en realidad privilegiados porque pueden pagar a las mafias que negocian con este viaje. Los que no tienen dinero, se quedan atrás”, contó a EL PAÍS en 2015. Aquella experiencia le hizo recordar lo vivido once años antes: “Me acuerdo del tsunami y de Tailandia porque me voy, igual que entonces, con la misma sensación, con las ganas de quedarme a ayudar”.
La madre, María Belón, fue la que más se implicó en el proyecto de Bayona. La productora Belén Atienza le escuchó contar su relato en la radio y quiso llevar su historia a la gran pantalla. La película se convirtió en un éxito del cine español. Naomi Watts comentó sobre ella a El País Semanal: "Cuando me encontré por primera vez con Jota [el director] en Berlín y me explicó cómo María estaba todo el tiempo revisando el script y aconsejando añadir esto o aquello, ya pensé que sería una presencia muy importante, pero no imaginaba cuánto: ella estuvo allí casi todo el tiempo, y eso me ayudó mucho, muchísimo”.
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