Galletas sin azúcar que están buenas de verdad
Tras unas cuantas pruebas, damos con una receta de galletas sin azúcar ni harina refinada que no saben a penitencia. Son mucho más saludables que las del súper, pero -malas noticias- tampoco se deben comer cada día.
Os voy a hacer una confesión: la repostería siempre ha sido mi asignatura pendiente. Nunca se me ha dado bien; supongo que es porque soy más de salado que de dulce y, si tengo que probar una receta nueva, siempre me inclino por este tipo de preparaciones. Pero de vez en cuando no me viene mal practicar un poco más el bello arte repostero, sobre todo la versión que hace menos daño a nuestras caderas y arterias.
Tras varios intentos fallidos de recetas de galletas con apellido “saludable” he dado por fin con una fórmula que no solo está comestible, sino realmente buena. Lo de saludable es discutible y os diré por qué: los ingredientes utilizados y la composición nutricional de esta receta le dan mil vueltas a la mayoría de las galletas que tenemos en el supermercado es una realidad, pero llamarlas “sanas” nos puede dar la falsa idea de que podemos comer todas las que queramos. Y no: siempre será mejor que te comas una pieza de fruta cuando te pique el gusanillo porque de galletas andamos sobrados y de frutas más bien faltos.
Hecha la aclaración, he de decir que esto de ponerse con las manos en la masa ha sido la mar de entretenido por todo lo que he aprendido. He buscado infinitas recetas en la red, de esas que juran que son absolutamente deliciosas, las mejores, las más sanas, las más fáciles. Como resultado he encontrado resultados insulsos, gomosos, secos y sin ninguna gracia. Puede ser que yo no haya sabido buscar LA receta, que tenga las expectativas demasiado altas o que sea imposible conseguir el mismo resultado que una galleta tradicional sin utilizar mantequilla, azúcar ni harina de trigo refinada. Tras leerme el apartado sobre galletas que tiene Harold McGee en su libro La cocina y los alimentos (Debate, 2015), una maravilla absolutamente recomendable sobre cocina y ciencia, yo creo que es más bien lo último.
Aún así creo que he dado con una receta la mar de satisfactoria. Las galletas están buenas, tienen un dulzor suave y sabor agradable a cacahuete, que queda de muerte cuando pillas un trocito de chocolate. La textura es suave, perfecta para contrastar con los trocitos de fruto seco, que aportan crujiente cuando masticas. Si quieres que queden un poco más secas, déjalas un tiempo más en el horno bajando un poco la temperatura para que no se quemen.
Cuando mejor están es recién hechas -no seas ansias y déjalas enfriar- ya que con el tiempo cogen humedad y se ablandan un poco: guárdalas en un recipiente hermético durante tres o cuatro días como mucho para minimizar el efecto. Si te duran unos días más tampoco las tires: siempre puedes mojarlas en leche o bebida vegetal fresquita para que pasen mejor. Si no tienes pensado compartirlas con nadie y no quieres pasarte, puedes congelar la mitad ya en porciones y hacerlas en dos veces. Y hasta aquí las aventuras y desventuras de una zote de la repostería (saludable).
Dificultad: Si yo he sido capaz de hacerlas, tú también puedes.
Ingredientes
- 1 plátano maduro
- 140 g de mantequilla de cacahuete
- 1 cucharada sopera de aceite de oliva
- 1 cucharada sopera de aceite de coco (o mantequilla)
- 5 dátiles medjool
- 1 huevo
- 120 g de harina de avena
- 100 g de copos de avena
- Una cucharada de postre rasa de levadura química (tipo Royal)
- Una pizca de sal
- 3 onzas de chocolate 70% (unos 60 g)
- 2-3 cucharadas soperas de cacahuetes crudos picados (opcional)
- 1 cucharada de postre de esencia de vainilla
Instrucciones
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