Bagels caseros
Puedes comerlos solos, tal cual, o rellenarlos con queso cremoso y salmón, pastrami, mostaza y pepinillos o mantequilla y mermelada: los bagels caseros están de muerte de todas las maneras.
Somos ciegos, literalmente, ante lo que no conocemos. En el verano de 2001 yo era ciego para muchas cosas, como seguramente lo sigo siendo a día de hoy. Los bagels era una de ellas: nunca me habían llamado la atención, me parecían una versión triste y aburrida de los donuts, sin la cobertura brillante, sin glamour. Así iba por la vida, equivocado, ignorante. Hasta que una tarde caí junto con unos amigos en una tienda que no podía ser más normal: un pequeño mostrador, una cocina medio vista con poca maquinaria, y unas cuantas mesas en el salón. La variedad del menú me sorprendió, pero para mal: sólo hacían bagels. Bufff. Muchas combinaciones, todos los ingredientes imaginables, pero con tres tipos de bagel únicamente, el normal, uno con semillitas y otro “integral”.
Sinceramente no me esperaba gran cosa, así que me pedí el bagel básico, la masa normal y un relleno sencillo de queso crema con hinojo fresco. En este punto del relato, la mente se me quedó en blanco por un segundo y me fueron invadiendo muchas preguntas del tipo: ¿cómo puede algo tan sencillo tener tanto sabor? ¿Por qué no he comido bagels todos los días desde que nací? ¿Quién los ha tenido en secreto para el mundo? En cuanto me pasó el subidón de endorfinas, descubrí que estábamos en un local de una conocida cadena con restaurantes por todo el país. Secreto poco, vaya: lo mío era ignorancia y punto.
Desde entonces he probado pocos bagels tan buenos como aquellos, quizás debido al velo de la nostalgia. Creo que es una de esas elaboraciones tan simples, que resulta difícil dar en el clavo y lograr la perfección. ¿El bagel perfecto? Diría que va a gustos: a mi me gustan con bastante sabor a cereal, no muy suaves, con textura más bien de pan. Pero a otra persona le pueden gustar más neutros y gomosos, que es una de sus características. La mejor solución es hacerlos en casa: a la que os familiaricéis con su receta podréis jugar con todos estos parámetros.
La principal característica en la elaboración de los bagels es que se someten a dos cocciones diferentes: primero se hierven, lo que les da su característica textura gomosa, y luego se hornean unos minutos para acabarlos. Aunque son de origen judío, es en EEUU -concretamente en Nueva York-, donde se hicieron populares y desde donde se han ido expandiendo hacia muchas otras latitudes. Tradicionalmente se dejan formados durante toda la noche, fermentando poco a poco en la nevera, y se hornean sobre unas piezas especiales de madera. Aquí os vamos a desvelar todos nuestros secretos para conseguir en casa unos bagels de campeonato, pero ojo, no hay mejor manera de perfeccionar su elaboración que la práctica, jugando con la hidratación de la masa o con el tiempo que están en el agua hirviendo.
Ingredientes
Para 24 bagels gorditos
- 1275 g de harina panificable
- 380 g de masa madre sólida o biga
- 700 g de agua a temperatura ambiente
- 25 g de sal
- 7 g de levadura fresca
- 13 g de sirope de malta (o cualquier sirope oscuro)
- 1 cucharadita de postre de impulsor químico (levadura Royal)
- Semillas para decorar
- Aceite
Instrucciones
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