Menú de El Comidista (12 a 18 de junio)

Una técnica sacada de una antigua merienda de payeses que nos permite comernos una cebolla dulce, melosa y que sienta bien.

Ya conoces las de Ikea. Ahora sólo te falta descubrir que si haces las bolitas suecas en casa están un millón de veces más ricas, tiernas y ligeras.

La receta es muy simple, lo único que hay que cuidar es que el jarabe de la cocción no espese demasiado. Un postre para sentirse maravillosamente culpable.

Se parecen a las judías verdes porque lo que nos comemos es su vaina, pero los tirabeques o bisaltos son en realidad parientes de los guisantes. Con un poco de sémola y unos aderezos, son un plato de 10.

Una receta simple, completa, meditérránea y rápida como el rayo, capaz de dejar sin argumentos al más vagoneta. El relleno deja la pechuga muy tierna y jugosa.

Son dulces y carnosas, así que escoge las que tengan color más oscuro, piel tersa y aspecto turgente para conseguir los mejores ejemplares. 

Damos un giro contemporáneo a un plato tradicional acortando la cocción de unas espinacas y cocinando el huevo con el calor residual para que quede cremoso. ¿Resultado? Mismo sabor, mejor textura.

Pasta parece, calabacín es: unos 'calabaguetis' fríos con un pesto ligero que te reconciliarán con la mandolina y te harán descubrir una nueva manera de comer verdura.

La cremosidad de este dulce de inspiración tailandesa no le va a la zaga a la versión española. Es como una versión vegana (con leche de coco) y más fresca, porque lleva algo de fruta, del mismo.

Es la forma más simple de cocinar huevos, pero también la más peligrosa: no acabes comiendo una pseudotortilla desmigada con esta receta.

Hacer la coliflor en la sartén es sencillísimo, y el tostado que se consigue con este método eleva su sabor a la estratosfera. Una salsa fresca a base de tomate y aderezos italianos le pone la guinda al plato.

Estos frutas son ricos en vitamina C y conservan un punto ácido incluso cuando están maduras del todo, lo que las hace interesantes tanto en platos dulces como salados 

Esta receta es casi "cocer" y cantar. Sólo tienes que hervir las verduras, freír la cebolla y triturarlo todo junto. No te olvides el pesto rojo, claro.

Este tremendo plato de pasta tiene la genialidad de integrar un untable a base de verduras horneadas, apto tanto para los que no comen animalitos como para los que sí. 

¿Harto de los que presumen sin parar de sus helados caseros? Tú también puedes hacerlo y encima sin necesidad de comprar máquina ni de tener mil cacharros.

Con esta sencilla técnica de cocción conseguiremos un arroz suelto, al punto y con todo el sabor del caldo. El rape y los langostinos son sustituibles en función de lo que ofrezcan la pescadería y la temporada.

Caliente por fuera y fresquíbiris por dentro, esta receta viejuna es básicamente un helado cubierto con merengue que por arte de magia térmica se tuesta en el horno sin que el interior se derrita.

Esta receta consigue un sabor parecido al del ceviche pero mantiene la fantástica textura natural del pescado. Al primer bocado, será como viajar a Tailandia. 

Si los de Bilbao nacen donde quieren, las persianas -postre 100% bilbaíno- también pueden adoptarse en cualquier lugar. Dile tú que no a algo como esta maravilla hojaldrada, dulce, melosa y crujiente.

La versión artesanal del té helado es un sutil gustazo que refresca como pocas bebidas, y para prepararlo no hace falta ser Einstein. Con respetar unas pocas normas es suficiente.