Sobaos pasiegos: una receta fácil

Toda mi vida he sido un gran fan de los sobaos, probablemente influenciado porque pase varios veranos de mi infancia en Santander. Cuando le di un bocado por primera vez a un sobao pasiego, con ese increíble sabor a mantequilla y una miga húmeda y tierna, mis desayunos nunca volvieron a ser los mismos. Están, por supuesto, a años luz de lo que el resto de España conoce como sobaos, que representan los desayunos menos memorables del mundo, en sitios que te venden un desayuno continental por dos euros que se reduce a un sobao envuelto en plástico con dos botes de mermelada que es más bien gelatina y un café que tiene más de laxante que de energizante.

He vuelto muchas veces a Cantabria desde aquellos veranos de mi infancia, pero para mi desgracia, no vivo allí. Eso quiere decir que no puedo acceder todo el tiempo a sobaos pasiegos, y mis desayunos del día a día son un poco menos felices por ello. Es por eso que decidí que, ya que me dedico a eso de hacer recetas, por qué no iba a poder hacer unos sobaos en casa y ponerle fin a mi desgracia. Cuando empecé a darle vueltas a cómo se haría, cuando me di cuenta de algo que no había pensado hasta entonces: el sobao, en toda su gloria, no deja de ser un bizcocho, y uno bastante simple, sea dicho de paso. Así que hacerlo en casa es de todo, menos complicado.

De hecho, lo más complicado es hacer los moldes. No tienes por qué darles la forma tradicional cuadrada o rectangular dentro de un molde de papel, pero ayuda a venderlos más como sobaos, porque si los haces en un molde de magdalenas, o en uno de bizcocho, pues pasan a ser magdalenas o bizcocho. Yo los hice siguiendo los pasos de este vídeo cambiando las medidas del trozo de papel de horno inicial a 16x15 centímetros, pero tú hazlos como quieras. Tus sobaos, tus reglas.

Por su alto contenido en mantequilla, los sobaos van a estar más buenos si los dejas enfriar completamente, ya que la mantequilla volverá a solidifIcarse y tendrán una miga más jugosa, tierna y estructurada. Aguantan en perfecto estado hasta una semana en una bolsa de plástico bien cerrada y almacenada a temperatura ambiente, o también puedes congelarlos para tener sobaos todos los desayunos de fin de semana de los próximos dos meses.

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