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Té, ajo, limón o vino: los falsos remedios contra el coronavirus

Comer ajo o tomar zumo de limón o vitamina C no sirve de nada para prevenir el virus, ni las bebidas calientes o el alcohol acaban con él. Desmentimos los bulos alimentarios más populares sobre el Covid 19.

Malas noticias: las infusiones no matan ningún virus
Malas noticias: las infusiones no matan ningún virusPIQSELS.COM
Juan Revenga

Si el río revuelto siempre ha sido ganancia para los pescadores, el momento en el que vivimos es auténtico oro para que los bulos, las fake news, las trolas o como queráis llamarlos campen a sus anchas por la red. El miedo, el tiempo libre, el desconocimiento y el chat de Whatsapp de los cuñados como medio de información, sumado a la sensación de irrealidad que estamos teniendo todos durante estos días, son un terreno abonado para que la charlatanería 3.0 viva momentos dorados.

Por eso durante este confinamiento, además de haber utilizando el horno más que en los últimos 15 años para cuajar cualquier variedad de masa con harina, azúcar y huevo, tenemos que hacer frente a los bulos que usan el tema del momento para socarrarnos la oreja con no importa qué solución milagrosa. La retahíla es casi infinita: el último censo de bulos antes de enviar estas líneas estaba en 226 memeces, que se dice pronto. Muchos de ellos aluden al qué comer y beber para hacer frente al bicho, dotarnos de una inmunidad que ni la de los X-men -y X-women- o pasar los síntomas de la mejor forma posible. Procedemos a desmentirlos, ordenados por familias.

LA BÚSQUEDA DE LA SÚPER INMUNIDAD

Sería estupendo que pudiéramos adquirir cualidades sobrehumanas a partir de la realización de determinados sortilegios, pero desgraciadamente no podemos. Ni el ser humano más sano del mundo, más lozano, mejor alimentado y con el sistema inmune en las mejores condiciones posibles -y no vale hablar de vacunas, porque aún no existen- tendría garantizada la inmunidad ante el Covid 19. Dicho esto, veamos algunas de las insensateces que se están proponiendo.

Mantener nuestro organismo en un estado “alcalino”

La apuesta por la alcalinidad no es para nada nueva en el mundillo de la medicina alternativa. El concepto se ha asociado de forma típica, pero no exclusiva, al terreno del cáncer (reconozcamos que el cáncer supone una bala de plata para los sinvergüenzas relacionados con la sanidad). Sus defensores promueven el consumo de agua o dietas alcalinas para bajar el pH de nuestro medio interno. Su eslogan no puede ser más elocuente: “un cuerpo con pH alcalino no se enferma, y con pH ácido sí”.

Es fácil desmontar este bulo ya que nuestro medio interno admite mínimas variaciones de su pH, la sangre por ejemplo entre 7,35 y 7,45; y cualquier variación fuera de los márgenes establecidos pondría la vida en juego en poco tiempo. Tan en poco tiempo -estaríamos hablando de segundos o minutos- que en esa situación, el riesgo de infección, de lo que sea, debiera ser nuestra última preocupación.

Para alcalinizar, supuestamente, nuestro cuerpo, los descerebrados que proponen este apaño recomiendan incorporar a nuestra dieta productos como cúrcuma, hinojo, zumo de limón, aceite de oliva, bicarbonato de sodio -cómo no- etcétera, al que añaden algún elemento exótico como cloruro de magnesio, y hígado de ternera entre otros. Sorpresa: ninguno de ellos -ni la combinación de todos- nos servirá para no coger este virus (ni ningún otro).

Comer ajo

Con el amor que yo le tengo al ajo, mira que me fastidia tener que desmontar este asunto, pero es lo que hay: otro clásico al hablar de medicina alternativa que tampoco tiene nada de milagroso. Así nos lo hace saber la propia OMS que ha dedicado una página entera a desmentir bulos sobre el COVID-19, y al mito del ajo se le dedica toda una infografía en exclusividad. La OMS comenta, textualmente: “El ajo es un alimento saludable que puede tener algunas propiedades antimicrobianas. Sin embargo, no hay evidencia de que comer ajo haya protegido a nadie del nuevo coronavirus”. Una variante de este mito sugiere el beber un “agua de ajo” -es decir, agua donde se han hervido ajo-) para hacer frente al virus. Es la misma tontería, en este caso aguada.

El omega (así, sin más)

Ojo al dato, que aquí la intensidad del columpiamiento es de órdago, ¿a qué omega se refiere: 3, 5, 6, 7, 9? La terminología “omega” en relación a un ácido graso, refiere a la posición -3, 5, 6, 7, 9- del primer doble enlace de la cadena a partir del extremo metilo. Decir omega y nada más tiene tanto sentido como pedirle a alguien que te pase una llave fija para desmontar un cacharro. Pero además de la tontería de la indefinición, ningún ácido graso tiene reconocida en nuestra legislación alimentaria -típicamente el RE 432/2012- ninguna propiedad referida al buen funcionamiento del sistema inmunitario. Sin dejar el tema de los aceites, el reconocido escéptico Edzard Ernst, añadió recientemente a su Club de charlatanes del Coronavirus, a los múltiples vendedores de “aceites esenciales” para hacer frente al tema.

La vitamina C  

No podía faltar, bien lo sabes. Es la reina de la inmunidad, o si lo prefieres “de las defensas” como les gusta decir a nuestras abuelas (sobre todo si se trata de prevenir es un resfriado común). Sin embargo, es conocido el fracaso épico de la suplementación con vitamina C frente a los resfriados comune, así que imagina la seguridad que hay a la hora de recomendar su uso frente a un virus que se dio a conocer, casi literalmente, antes de ayer: cero pelotero.

El limón

Es algo así como la cutre-piedra filosofal de la salud. Sirve para las dietas de pérdida de peso por su carácter “antigrasa” -que se lo pregunten a Don Limpio-, para el estreñimiento cuando se toma en ayunas, para el cáncer (por supuesto, gracias a sus propiedades alcalinizantes a pesar de tener un pH cercano a 2). Hoy, cómo no, también para hacer frente al coronavirus. ¿Hace falta comentar más?

ACABANDO CON EL VIRUS

Las propuestas para aniquilar el bicho una vez que nos hemos contagiado parecen las ocurrencias de un trastornado. En ellos apenas se encuentra un asomo de ciencia al cual asirse para desmontar el mito. Son ocurrencias que pueden ser especialmente peligrosas cuando se ponen en boca de un supuesto profesional sanitario; en especial cuando ese profesional sanitario es, en realidad, un actor porno.

Beber sorbos de agua cada 15 minutos

Quien propone esta tontuna, afirma que el hecho de beber así agua estimula la secreción ácida. Esta memez de afirmación parece olvidar -quizá nunca lo supo- que esos sorbos de agua no estimulan la secreción ácida cuando el estómago está vacío, ya que el agua pasa por este órgano y se absorbe principalmente en el intestino delgado, sin estimular nada de nada a su paso.

Tomar bebidas calientes

Se comenta que tomar bebidas calientes, té, café o en general infusiones acaba con el virus ya que este no puede resistir ciertas temperaturas “cálidas”. Este rango oscila según la fuente el vertedero consultado: desde los 26°C -que ya tendría gracia que muriera al entra en contacto con el ser humano por estar este a 37°C- hasta los 65°C (te adelanto que tendrás una desagradable sensación de socarramiento como te metas al cuerpo algo a más de 60°C). Cómo el nivel de indefinición es máximo, propongo que, para esta seguros, los que inventan este tipo de absurdeces prueben ellos a beber una infusión de ácido fluorhídrico enriquecida con plutonio 239 a 120°C: no hay muchas pruebas de que este bebedizo vaya a funcionar, pero tiene pinta de que algo hará.

Alimentos fríos

En este caso se propone que el consumo de alimentos helados o bebidas muy frías favorecería su contagio. Algo a lo que hay que dotar del mismo nivel de confianza que decir que llevar ropa interior de color verde dificulta el contagio. ¿Por qué? Por que yo lo valgo.

Tomar bebidas alcohólicas

Tanto tomarlas como darse friegas con alcohol son dos métodos que se han propuesto para acabar con el virus. Lo de las friegas puede tener sentido -pero tampoco demasiado, es mejor jabón- para aquellos virus que estén en la superficie del cuerpo, pero al mismo tiempo será perjudicial para la piel, ya que la resecará aumentando así su vulnerabilidad. Si ya se tiene COVID-19, las friegas tendrán el mismo efecto sobre la evolución de la enfermedad que rezar a Vishnu (o a quien prefieras). Lo de empinar el codo para combatir el COVID-19 -o cualquier otra enfermedad infecciosa- puede servirte para excusar tus vicios delante de un cuñado muy tonto, pero nada más. A este respecto pocas risas: en Irán fallecieron la semana pasada 44 personas por una intoxicación cuando pretendían hacer frente al contagio del coronavirus tomando bebidas alcohólicas que incluían alcohol metílico, mucho más tóxico -aún- que el etílico, y que tenía además lejía. Hay que tener en cuenta que en Irán el consumo de alcohol está prohibido por ley, por tanto, las bebidas de esta naturaleza se perciben en ocasiones como un remedio curalotodo. Las personas que fallecieron, adquirieron dichas bebidas de contrabando con la promesa de protegerse contra el contagio del coronavirus.

EL VIRUS COMO NEGOCIO

En nuestro entorno también hay quien pretende hacer negocio a través del fraude, bien sea ideológico o de ley, al comerciar con falsos remedios o ayudas que no son. Como por ejemplo, esta farmacia que, apelando al miedo, propone la venta de un suplemento vitamínico mineral para mejorar el sistema inmune (y de regalo unas mascarillas, que a este paso van alcanzar la cotización del papel higiénico). Cabe recordar que el reciente documento de la Academia Española de Dietética y Nutrición sobre Recomendaciones de alimentación y nutrición para la población española ante la crisis sanitaria del COVID-19 sostiene con claridad e insistencia que no hay que fomentar el consumo de complementos vitamínico minerales para mejorar el sistema inmunitario; y de preparados herbales tampoco. Recuerda, una ‘buena’ suplementación no arregla una mala alimentación y, además, puede ser peligrosa.

Volviendo sobre el alcohol, pero ahora en el caso de España, sin el menor atisbo de vergüenza y aprovechando el actual estado de alarma generado por el COVID-19 la Federación Española de Enología sale a la palestra para emitir un ‘importante’ comunicado: “El consumo moderado de vino, vinculado al consumo responsable, puede contribuir a una mejor higiene de la cavidad bucal y la faringe, esta última zona donde anidan los virus durante las infecciones”. A la luz de esta absoluta descontextualización del asunto, no ha faltado quien le ha preguntado al Ministerio de Sanidad sobre la legalidad de este apunte.

Algunos partidarios de la homeopatía también pretenden hacer su agosto proponiendo remedios a su estilo: muy caros y tan eficaces como un placebo (para esto o para cualquier otra situación). Quizá les haya alentado el posicionamiento del gobierno de la India, que ha propuesto el uso de este camelo a pesar que uno de los principales fabricantes de caramelitos homeopáticos -Boiron- ha llegado a reconocer su inutilidad con un comunicado que dice “no recomendamos que nuestros productos se utilicen para el tratamiento o la prevención de los síntomas del coronavirus. Le instamos a que siga los consejos de los funcionarios gubernamentales y proveedores de atención médica durante una crisis de salud como esta”.

No hay absolutamente nada de malo en que tomes zumo de limón con tus mejillones al vapor, incorpores la cúrcuma en donde te salga del especiero, comas sardinas rebozadas -que tienen un montón de omega tres- o te prepares infusiones de hinojo y canela. Otra cosa es que: A) que compres algo en base a unas propiedades que no tiene, y eso se llama fraude; o B) que creas que estás protegido, dando pábulo a cualquier memez, y desatiendas por ello aquellas medidas que sabemos son óptimas en la actualidad. A saber: #YoMeQuedoEnCasa, seguridad y distancia cuando vayamos a hacer la compra y el adecuado lavado de manos cuando corresponda.

La dificultad de desmontar un bulo

La Ley de Brandolini -conocida también como Principio de asimetría de las patrañas- sostiene con bastante acierto, que la cantidad de recursos necesarios para desmentir un bulo o patraña con apariencia de tener una raigambre científica es -al menos- un orden de magnitud superior que los recursos necesarios para crear la propia patraña. Dicho de otra forma: si tenemos 1.000 cuñados diciendo tontadas sobre no importa qué, necesitaríamos dar visibilidad -al menos- a 10.000 personas sensatas con suficientes recursos para contrarrestar y tirar por tierra la tontada de turno.

El problema se agrava cuando el cuñado no es el promotor original de la memez en cuestión, sino que solo se trata un instigador inconsciente. El inventor del bulo, normalmente, sabe lo que se hace, y lo que suele perseguir en última instancia es obtener algún tipo de beneficio con su diseminación ya sea comercial, económico, o simplemente de visibilidad o reputación en redes sociales.

La Ley de Brandolini podría llegar a desaparecer si, por ejemplo, la administración competente -típicamente la de sanidad en estos casos- ejerciera un control más expeditivo. Como por ejemplo en este caso de Canadá, en donde un profesor de yoga que decía que, ya que el coronavirus no sobrevivía al calor, proponía seguir sus clases de hot yoga a 40ºC. El alcalde del municipio donde se celebraban estas clases, la ciudad de Delta en la Columbia Británica, decidió retirar la licencia al negocio que explotaba este charlatán.

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Sobre la firma

Juan Revenga
Es dietista-nutricionista, biólogo, consultor, y divulgador. Es profesor en la Universidad San Jorge, en la Universidad Francisco de Vitoria y un montón de cosas sesudas más. Definido como un Don Quijote con cuchara, es muy activo en redes sociales en donde, a partes iguales, reparte estopa y defiende la salud a través de la cocina.

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