‘Gastrohorrores’ veraniegos que nos ponen los pelos de punta
El verano parece la época del año más feliz, pero es cuando más crímenes se cometen contra tu estómago y tu paladar. Repasamos los peores ¡aargs! alimentarios bajo la canícula.
Lo odiarás o lo amarás, pero te lo tienes que comer cada año. Hablo del verano, época intensita donde las haya. Y sobre todo para tu estómago. Porque es verdad: cuando empieza a apretar el sol, en España suben los índices de criminalidad de gastronómica. Los atentados a tus papilas, a tu salud y al sentido común se suceden uno tras otro como en el mundo sin ley de WestWorld.
Por si empiezas a pesar que estoy exagerando, te anuncio que lo que viene a partir de aquí es un catálogo de gastrohorrores de los que se comen, de los que preferirías no haber comido y también de los que tienes que aguantar en el garito de turno durante los meses de más calor. O lo que es lo mismo: ¡Aargs! para tender un puente entre Pontevedra y Nueva York.
Bienvenidos a Siberia
Empezando por ese momento en el que no sabes si acabarás en el hospital o en comisaría cuando entro en un restaurante pero te sientes como si hubieras puesto un pie en Oimiakon, Siberia. ¡Señores! ¡Que lo del cambio climático es una cosa seria! No sé si pensarán que a más frío, mayor factura de la luz y mayor sablazo veraniego le pegarán a tu bolsillo. Sea como sea, nada justifica tener que cargar con el paquete de pañuelos y la rebequita cada vez que sales a comer para no terminar convertido en una momia de hielo frente a un plato de paella.
La autora de este artículo en un restaurante de clima siberiano. GIPHY
Terracitas sin sombra que interesarían a Iker Jiménez
Pero este es un país de extremos y sucesos que rozan lo paranormal. Que levante la mano quien no se haya frito la cabeza en una terraza donde no hay ni un centímetro de sombra. Recuerdo una vez que la solana fue tal que acabe con la raya del pelo más roja que una gamba de Palamós. Ni peinarme podía… ¿Y qué costaba poner más sombrillas o ubicarlas mejor? ¡Nah! Mejor dejamos que los clientes se apollarden bajo el sol de agosto, que así beben más y se quejan menos.
Seres que se untan aftersun mientras tú estás comiendo
Lo que ya me crispa los nervios como quedarme sin aceite de oliva en casa son esos seres maquiavélicos que en restaurantes playeros deciden rociarse en la mesa con bien de crema o aftersun, mientras a ellos les traen sus platos y tu ya vas por la paella, que ahora te sabe a notas de atemporal aroma mediterráneo. Y si esto ocurre en alguno de esos lugares en los que te atienden directamente en inglés, me alzo en armas para desgracia de mis acompañantes, que ven como la ira se me lleva como un huracán a una palmera.
Sé que no estoy sola en esto. Que esta vez no me quejo de vicio. Los Comidistas me han contado cuáles son los ¡Aargs! del verano que más detestan y ahora estoy pensando en dar una fiesta donde ocurran todas y cada una de nuestras manías a modo de terapia de choque y así nos libremos por fin de esta carga tan pesada. Eso o moriremos cortocircuitados a 40ºC.
¡No a las terracitas!
"Huyo de comer en terracitas como de la peste", dice Marta Miranda, Defensora del cocinero e impulsora de la iniciativa Las Terrazas Serán Siempre Vuestras. "Por más que lo intento no le encuentro el gusto al asunto. Pero hoy, por un malentendido de reservas, no me ha quedado más remedio. Era una terraza con todos los pedalines terracísticos (su plasma para ver a Nadal, sus pitorros echando agua pulverizada, sus lucecitas enrolladas en los árboles, su gente guapa con dentaduras blanquísimas) y hemos comido muy bien, pero los periféricos, ay los periféricos. Al llegar a la mesa hemos tenido que barrerla con las manos para quitar unas hojas que caían de un pino. Cada tres minutos me caía un chorrete de agua en el cogote, una avispa nos ha pedido amistad con insistencia, dos mesas más allá alguien se ha encendido un puro (muero de ascurruncio con el olor a puro) y no hablaré del calor madrileño a mediodía. Con lo bien que se está dentro con su aire acondicionado, sin avispas, ni hojas de pino cayendo en la lubina, sin chorretes ni puros, ¿qué lleva a la gente a mitificar eso de comer en una terracita?".
¿Mojito o mejunje?
El ¡Aarg! veraniego de Carmen López también ocurre al aire libre, concretamente, en la playa: "Los mojitos/caipiriñas que ofertan los vendedores ambulantes en La Barceloneta y demás playas por el estilo. Llevan los vasos de plástico con el hielo con la lima o lo que sea eso preparados y te echan el ron de una botella (marca ACME) que llevan en la mano cuando lo compras. A 35ºC en la arena, semejante mejunje puede acabar hasta con Hulk, aunque parece que a los guiris (y algún parroquiano motivado) les sienta bastante bien. Igual es que esos cócteles dan súper poderes. Tengo que decir que nunca los he probado, a lo mejor me estoy perdiendo una maravilla, pero…". ¿Quién sabe? Cuando La Barceloneta se convierte en la plancha de Georges Foreman, cualquier líquido sabe a gloria. Aunque más bien creo que si Carmen los hubiera probado, tal vez, ya no estaría aquí para contarlo.
Hasta los niños sufren los ¡Aargs! veraniegos
¿Quién piensa en los niños? Jordi Luque, que nos cuenta cómo los desaguisados del verano también afectan a los más pequeños. Y de la peor manera. "Los helados industriales dirigidos al público infantil son una de las atrocidades más siniestras del verano, en parte porque se visten de payasete o de personaje de dibujos animados y en parte por la concentración de sabores, texturas y colores de origen extraterrestre. Es decir, por un lado juegan con la inocencia de nuestros descendientes y la complacencia de madres y padres y por otro lado meten en los tiernos cuerpecillos de quienes deberían ser el futuro de nuestra especie toda clase de ingredientes imposibles e improbables. Algo así como que te inviten a una copa de champán y te asesinen a continuación".
Ningún ingrediente bueno detrás de tanto color. GIPHY
Cuando todo te lo sirven calentorro como un jacuzzi
Lo que me cuenta Raquel Bernácer es una de las fechorías que se repiten tanto que habría que sacar ya una ley para poder denunciarlas a la policía. "Para mí, uno de los peores dramas veraniegos es cuando vas a cenar fuera una calurosa noche de verano y pides un vino tinto (sí, se puede beber tinto en verano :P) y te lo traen a temperatura ambiente porque el-tinto-se-sirve-a-temperatura-ambiente. Eso igual en una noche de verano en Groenlandia, vale, pero cuando la temperatura ambiente en la isla de Mallorca es de 29 grados, no, no hay que servir el tinto a temperatura ambiente". Es que sólo falta que después de cómo nos deja el sol y el calor, te acerques a tu tinto y recibas un puñetazo en todo el morro el alcohol que rezuma del vino a esa temperatura. "Continuando con las temperaturas de servicio de muchos platos", prosigue Raquel Bernácer, "me he encontrado con gazpachos que se parecen más a sopas de tomate capaces de fundir unas lascas de parmesano, ensaladillas rusas que están a un paso de convertirse en un mal gazpachuelo y ensaladas mustias con falta de Plantavit. La comida que se sirve fría ha de estar refrigerada, por seguridad alimentaria y por deferencia al comensal, que espera que su plato esté fresquito y no a la temperatura del asfalto".
"¿Vienes al Namasté Club Chill Out Chiringuito Beach? ¡NO!"
¡Por fin alguien se queja de esto! A ver si el gremio escucha a Mikel Iturriaga y acabamos con este ¡Aarg! de una vez por todas: "Mi mayor pesadilla es un concepto: el chiringuito chill out. Abominable engendro parido por algún cerebro abrasado por el éxtasis, este tipo de establecimiento playero siempre lleva en su nombre las palabras Buda, Lounge o Beach, junto a otros términos jipioso-surferos tipo Namasté, Kauai o Goa. Puede estar decorado con muebles de teca y motivos orientales o tender al blanco mediterráneo y las gasas ibicencas, y lo habitual es que suene a todo volumen cualquier lista de Spotify siempre que sea horrenda: electrónica relajada, reggaeton del más barato o directamente los éxitos dance del verano. Respecto a su apuesta gastronómica, combinan la coctelería de mojito guarrindongo y sangría de salfumán con la comida con peor relación calidad-precio de la historia de la humanidad. Deberían haber desaparecido en los noventa, cuando surgieron, pero ahí están alimentándose cada verano de la estupidez humana". ¡Amén!
#Stopensaladastristes
Mònica Escudero, coordinadora de El Comidista, describe su ¡Aarg! con unas imágenes que bien podrían aparecer en el último festival de cine de terror de Sitges. "No sé si me embajonan más los alimentos que dejan al aire en los bares y se ponen securrios con el calor ーlas tortillas y las cosas con mayonesa que hace costra amarillenta acartonada tienen puntos extraー o los restaurantes que no se han enterado de que es verano y el único plato frío que tienen en el menú es la misma ensalada triste de lechuga iceberg y tomates de plástico que nadie pide el resto del año. ARG". Todos grandes candidatos a los Premios Almax por sus buenas relaxing cups of salmonelosis, como diría Rodrigo Casteleiro.
¿Estáis vivos? ¿Todavía no os ha dejado fuera de combate algún crimen gastronómico este verano? Cuéntanos en los comentarios los ¡Aargs! que te ponen de peor humor que a Homer Simpson sin tele ni cerveza.
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