Bobo Pulpín: pulpo viajero para toda la familia
En Bobo Pulpín sirven buenísimas tapas y pulpo tuneado al estilo de los cinco continentes. Esta pulpería del futuro es perfecta para disfrutar en familia y pagar un precio moderado.
Acabóse… “pulpería del futuro”.
Bueeeeno, me he dejado llevar por el entusiasmo. Pero algo de cierto hay: Bobo Pulpín es una pulpería actualizada, ideal para ir en familia.
No sé cómo se puede actualizar una pulpería.
Los hermanos Iglesias, restauradores barceloneses de pro, quisieron abrir una pulpería que escapase de los tópicos tanto en la decoración como en lo gastronómico. Sirven pulpo a la gallega pero además sirven pulpo a la coreana, en sánguche –el nombre que dan en Perú a los bocadillos–, inspirado en la India… en fin: lo tunean con sabores del mundo y el resultado es de lo más curioso.
¿Y eso de la familia?
Todo en Bobo Pulpín gira alrededor de una mascota, un pulpo trotamundos. La carta es un mapa de sus viajes y en la sala hay trofeos acumulados tras su paso por los más remotos confines. A los peques les chifla y a mí, bueno, me parece divertido.
Pues no sé, parece salido de un parque temático.
Es un restaurante tematizado, hay que entrar en el juego. Pero incluso la persona más estirada del mundo reconocerá que se come muy bien y que el servicio es impecable.
A ver, ¿qué se come?
Yo he probado cuatro cosas.
Los chicharrones gaditanos están muy ricos –esa pieza de lomo asada en su grasa y asada muy fina de la que ya hablé aquí– pero me llamó mucho más la atención el 'bull' de pulpo: un guiño al típico embutido catalán donde el pulpo suple al cerdo: si no fuera porque es muy frágil y se deshace con facilidad, sería perfecto.
Las bravas –las mismas que sirven en otro restaurante de los Iglesias, La Cañota– están en el top ten de la Ciudad Condal, según mi punto de vista. En lugar de fritas están cocidas, y la salsa brava tiene el sello de Albert Adrià, socio de los Iglesias en algunos de sus restaurantes. Vamos, que son unas patatas muy solventes.
Tubérculos solventes… ¿estás un poco pomposo?
Lo corregiré diciendo que la croqueta de jamón ibérico está de muerte, las alitas de pollo deshuesadas con salsa chipotle son una pasada –tiernas, picantes y ahumadas– y que el lomo bajo de ternera al grill te vuela la cabeza, porque su carne es muy sabrosa. ¿Mejor?
Peor. Y, encima, aún no has hablado del pulpo.
Pues no, porque antes me gustaría mencionar los mejillones en escabeche y el magnífico espárrago blanco gigante con mayonesa de ají, un plato sencillo y genial.
El pulpo, por favor, pasa al pulpo.
Cuando yo fui, ofrecían seis recetas distintas, inspiradas en México, Perú, China, Corea, India y –claro– Galicia.
Su pulpo a la mexicana es un Vuelve a la Vida, es decir, un cóctel de mariscos que se aliña con un chorrito de vino y suele servirse para paliar resacas, de ahí el nombre. Estuvo muy bien, pero la cosa fue a mejor con el pulpo a su paso por Perú: servido en formato sánguche de masa negra, con salsa de anticucho –un adobo en el que se suele macerar corazón de res– y mayonesa de cilantro.
El viaje siguió una trayectoria ascendente con el pulpo chino, con bambú y salsa agridulce –parece casi una chuchería–, y llegó a la cumbre con el pulpo a la coreana, con kimchi y pepino: picantito y muy estimulante.
No me gustó tanto el pulpo con pasaporte indio y, llámame provinciano, mi favorito fue el pulpo a la gallega: lo bordan.
¡Provinciano!
Sí, sí… pero no he comido mejor pulpo a la gallega. Ni siquiera en Galicia. Los habré comido más abundantes y más baratos, pero ninguno tan bien cocido como este.
El restaurante suena bien, pero tú hoy estás fatal. ¿Qué bebiste?
La primera ocasión que visité Bobo Pulpín bebí cerveza y me acompañó muy bien. En la seguna ocasión, iba en familia, tomamos un par de botellas de vino bien curiosas: tienen una selección interesante y asequible y ellos mismos te señalan los vinos caros sin ningún tapujo: “vinos pijos y para nuestra desgracia, muy caros”.
Todo muy de jijí jajá, pero seguro que cuando llega la cuenta no te ríes.
Pues resulta que puedes comer perfectamente por treinta euros –vino aparte– y pasas a darte un homenaje a partir de los cuarenta.
¿Y a los críos les gusta?
Sí. Y a los viejóvenes como tú, también.
Bobo Pulpín. Calle de la Freneria, 5. Barcelona. Tel. 936 393 213. Mapa.
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