El bar que dona los pinchos que le sobran
En España se tiran cada año 167 kilos de comida per cápita (desde la fuente de la misma al cubo de basura). Una cafetería de Oviedo ha decidido no formar parte de esta estadística
Eduardo López Collado, propietario desde hace dos años de la Cafetería Positano (San Lázaro, Oviedo), suele utilizar su perfil en Facebook para anunciar el menú del día –en el que se pueden encontrar platos como marmitako de salmón, escalopines al cabrales, cachopo, patatas con costillas y otras especialidades de cocina casera–, comunicar pequeños eventos a sus clientes o pedirles sugerencias para organizar alguna pequeña celebración.
Pero el pasado 11 de septiembre, unas horas antes del cierre diario, arrancaron un experimento que convirtió el perfil de esta cafetería asturiana en un fenómeno viral. Eduardo López proponía –siempre desde la cuenta de Cafetería Positano– lo siguiente: "Casi todos los días llega la hora de cerrar y nos sobran pinchos. No muchos, pero nos sobran. No los guardamos para el día siguiente, así que los tiramos. Pues eso es lo que no queremos. Solemos cerrar a eso de las once y media o así, y luego nos lleva un rato recoger todo y limpiar. En ese tiempo esos pinchos serán para aquellos que vengan y los quieran".
La cosa no termina aquí: como el margen de tiempo no les parecía suficiente, decidieron dejar los pinchos –pequeños bocadillos, sobre todo de embutido o queso– el resto de la noche a disposición de cualquiera. ¿Cómo? Poniéndolos entre la puerta de la cafetería (la que aparece en la foto) y la persiana metálica. "En una caja de cartón y envueltos individualmente. Si por la mañana siguen ahí, los tiramos" pero dejándolos toda la noche para que cualquiera se los lleve, puntualizando que la comida era "para quien lo necesite", que tal vez no era la opción más higiénica pero "tener que coger comida de la basura es peor" y que no creían hacer mal a nadie. Finalmente, recordaban que ni están inventando nada ni son los primeros en lanzar una iniciativa del estilo: su intención solamente es "poner su granito de arena".
Solo tres días después, la publicación ha conseguido casi 40.000 comparticiones y más de 25.000 'likes', y ha recibido mensajes de todo tipo. La gran mayoría parabienes, palmadas en la espalda, felicitaciones o propuestas de mejoras en la infraestructura (desde el simple cartelito que aparece en la foto explicando el contenido de la caja, que no estaba el primer día, hasta otras mucho más complicadas, como dejar una nevera para sobras más perecederas). "Decidí empezar con esto en este momento porque cada vez veo más gente pidiendo comida, buscando en las basuras cerca de los supermercados... la situación es desesperada", asegura López Collado, que ya llevaba tiempo regalando los bocadillos sobrantes a "la gente necesitada que se los pedía a última hora".
Las críticas (pocas) y advertencias tampoco se han hecho esperar: algunos les avisan de posibles problemas con el Ministerio de Sanidad, o con la policía por incitar a la mendicidad. Eduardo respondió a todos con un contundente "a veces vale más pedir perdón que permiso" y otro "anoche alguien pudo comer algo: mañana, ya veremos". También hay quien les acusa de intentar sacar réditos publicitarios del asunto. "Me preocupa muy poco lo que la gente piense", dice Eduardo con franqueza. "Es imposible leer una noticia en internet que no tenga malos comentarios: cuando Teresa de Calcuta murió, seguro que más de uno dijo que era una zorra".
Eduardo se siente algo frustrado, ya que una de las finalidades de la acción era que otros restauradores de la ciudad se sumaran a su propuesta. "No lo ha hecho ni uno, y eso que en Oviedo en una noche se pueden tirar miles de pinchos, imagínate la cantidad de gente que podría comer con eso". Desperdiciar comida le parece "fatal, como persona y como hostelero", y cree que igual que el Ayuntamiento ofrece cubos especiales para recoger el cristal podrían hacer lo mismo con recipientes para las sobras.
"Si pusieran un par de personas que vinieran a buscarlos –en un vehículo adecuado– a los cierres de los negocios y los llevaran a algún sitio para que los utilizaran o distribuyeran, no solo habría menos gente pasando hambre: también se generaría algún puesto de trabajo". Por petición popular, también está estudiando la posibilidad de dejar pinchos solidarios pagados por los clientes, al estilo de los cafés pendientes. "Si al final del día veo que han pagado cinco, haría cinco más, los dejaría con los otros y listo", concluye.
Por un lado, en un momento en el que un 29,2% de la población española está en riesgo de pobreza (en 2010 era un 26%), se registra una tasa de paro de un 22,4% en la última Encuesta de Población Activa y 13 millones de personas no reciben ningún tipo de prestación, las iniciativas ciudadanas solidarias han tomado, en parte, el papel de las políticas sociales del Estado. Por otro, que en estas circunstancias no haya mecanismos que eviten que se tiren a la basura alimentos en perfectas condiciones, ya no solo facilitando las infraestructuras necesarias para redistribuirlos, sino incluso prohibiéndolo –como ya sucede en Francia– o incentivando a las empresas que no derrochen, suena más incomprensible que nunca.
Eduardo rubrica la entrevista con una frase que resume la grandeza de esta iniciativa, a la vez que explica con claridad meridiana cómo debería ir la cosa: "¿Sabes? es que yo no hago pinchos para regalar, pero tampoco para tirarlos". Ojalá más gente así (y menos gente, o directamente nadie, necesitando comida solidaria).
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