Tres bodegas que convierten el viñedo en una granja
La esencia de la biodinámica hace que convivan en el mismo espacio ovejas, caballos y otros cultivos, además de la vid
La esencia de la biodinámica es concebir la tierra como un ser vivo. Esta percepción propicia un acercamiento totalmente diferente”, apunta Ricardo Peñalba, vicepresidente de AABDE (Asociación para la Agricultura Biodinámica de España) y alma mater de Finca Torremilanos, la propiedad con 200 hectáreas de viña certificadas en esta práctica que se divisa desde la A-1 a su paso por Aranda de Duero (Burgos).
Hasta los años noventa Torremilanos fue una finca agropecuaria con sus gallinas, ovejas y colmenas. Cuando Peñalba empezó a interesarse por la biodinámica a finales de la década de 2000, gran parte de lo que descubrió lo había vivido en su infancia. Pepe Raventós, el enfant terrible de las burbujas que abandonó la DO Cava en 2012, encontró la identidad que soñaba para su finca del Penedès en el cuadro La masía, de Miró, que representa las sinergias de la granja tradicional catalana. Desde entonces es un viticultor feliz, labra con caballo y elabora vinos naturales en la bodega que ha construido en el sótano de su casa.
Su vecino Jaume Gramona, con una reputación técnica intachable, tuvo su conversión particular tras un curso impartido en Borgoña por el matrimonio Bourguignon, expertos en microbiología de suelos, y la constatación de que los suyos estaban más muertos que vivos. Hoy, Gramona no solo tiene una granja en mitad de la viña, sino que ha animado a muchos de sus proveedores a que adopten la biodinámica, creando la asociación Alianzas por la Tierra, que suma ya más de 400 hectáreas trabajadas con esta filosofía.
Frente al cultivo ecológico centrado en el abandono de los productos químicos, la biodinámica es una filosofía holística que concibe una propiedad agrícola como un organismo complejo integrado por la tierra, los seres humanos y los animales. Sus fundamentos fueron enunciados a principios del siglo XX por el filósofo austriaco Rudolf Steiner, impulsor de la antroposofía y de la educación Waldorf. Uno de los objetivos centrales es devolver la vida al suelo utilizando una mezcla de materiales animales y vegetales a través de preparados que se aplican en dosis homeopáticas y en consonancia con los ritmos del universo.
Criticada a menudo por esotérica (entre otras cosas por rellenar cuernos de vaca con estiércol que se entierran durante el otoño y cuyo contenido se utiliza para revitalizar el suelo en primavera), muchas de sus prácticas coinciden con usos agrícolas ancestrales. Como la creación de abonos naturales, la realización de ciertos trabajos de acuerdo con las fases lunares o el uso de animales para labrar o deshierbar.
El interés de la biodinámica en el mundo del vino se mide por el prestigio de los productores que la practican. No es tan fácil desdeñarla cuando en sus filas militan legendarios domaines de Borgoña como la Romanée-Conti o Leflaive; châteaux de Burdeos como Palmer, Pontet-Canet o Climens, y champagnes como Fleury o, más recientemente, Louis Roederer.
En España, la lista incluye a Peter Sisseck, el enólogo danés autor de Pingus en Ribera del Duero, quien comparte habitualmente en su cuenta de Instagram imágenes de sus vacas o de su huerto. O a Ricardo Pérez, quien junto a su mediático tío Álvaro Palacios firma algunos de los vinos más refinados del Bierzo. Pérez, que vive rodeado de sus caballos y sus perros, creó, pared con pared con su casa, la granja escuela Cando como “un punto de encuentro entre la sociedad y el paisaje que habitamos”. Productores particularmente activos en sus respectivas regiones como Muchada-Léclapart en Sanlúcar de Barrameda, Bhilar en Rioja, A Pita Cega en Ourense o Lagravera en Lleida también practican y defienden la biodinámica.
Con unas 2.200 hectáreas y 61 operadores, la vid representa alrededor del 20% de todos los cultivos biodinámicos en España. Los datos son de Demeter, la principal certificadora que opera internacionalmente, aunque también existe un sello específico para el vino creado en Francia, Biodyvin, que se está extendiendo a otros países europeos.
Quizás uno de los elementos que más atraen a los practicantes de esta filosofía es la posibilidad de anteponer la salud a la cura de una enfermedad. Y, por supuesto, conseguir plantas mejor adaptadas que den uvas de calidad en un contexto lleno de retos y marcado por el cambio climático.
Con un consumidor cada vez más concienciado, todo apunta a que la lista de granjeros del vino seguirá creciendo.
Gramona Imperial 2017 Brut
· Gramona
· Tipo: Espumoso, 12%, Corpinnat
· Cepas: · 30% macabeo, 15% parellada, 7% chardonnay, 48% xarel·lo
· Precio: 23 euros
Cíclic 2020
· Lagravera, Cataluña (sin DO)
·Tipo: blanco, 13,5% vol.
· Cepas: garnacha blanca
· Precio: 20 euros
Los Cantos 2020
· Finca Torremilanos
·Tipo: tinto, Ribera del Duero, 14% vol.
· Cepas: 95% tempranillo, 5% merlot
· Precio: 13,80 euros