Mariscadoras del Anllóns: resiliencia y sostenibilidad frente a la crisis del berberecho
Veinticuatro mujeres y seis hombres, pertenecientes a la Agrupación de Mariscadoras del Río Anllóns, evitan la sobreexplotación del estuario de este río gallego y velan por este manjar
La tranquilidad que caracteriza al estuario del río Anllóns, perteneciente a la provincia de A Coruña, es interrumpida por la alarma procedente de un sensor de monitoreo de la glucosa. La mariscadora Estefanía Martínez comprueba que el nivel de su azúcar en sangre es alto, por lo que procede a inyectarse insulina. “Esto de mariscar es un trabajo duro, muchas horas con la cabeza hacia abajo, cuando no es el reuma, son infecciones de orina, el túnel carpiano o problemas cervicales. En verano, pasas calor y en invierno, frío”, comenta.
A pesar de los desafíos físicos y meteorológicos, el panorama se repite una vez a la semana en las orillas de este estuario. Veinticuatro mujeres y seis hombres, pertenecientes a la Agrupación de Mariscadoras del Río Anllóns, ajustan sus vadeadores —prenda impermeable que cubre desde los pies hasta el pecho, usada para caminar por ríos y zonas de pesca sin mojarse—, cogen el rastrillo, anclan la cesta al chubasquero y se introducen al agua. El horario es dictaminado por las mareas, siendo la bajamar la única opción. “¡La mujer mariscadora es fuerte, valiente y mandona”, comenta, entre risas, Inés García, presidenta de la citada agrupación.
De manera prolífica, García muestra la técnica del marisqueo del berberecho. Aunque parezca sencillo a simple vista, es un proceso que requiere habilidad y esfuerzo físico. Una vez realizado el arrastre con el rastrillo, el berberecho es cribado manualmente in situ, asegurándose así que el bivalvo no sea maltratado en futuros cribados. A diferencia de otros berberechos, el de Anllóns se caracteriza por su tamaño y punto de sazón justa, no necesitando sal para su cocinado. Sin embargo, el exceso de lluvia de los últimos meses, junto a las riadas del pasado mes de noviembre, han hecho bajar la salinidad del agua, aumentando la mortandad del berberecho.
Hoy, esta desembocadura es de las pocas en las que se puede seguir mariscando esta especie. La cofradía de Noia, por ejemplo, aún no ha podido salir a faenar en lo que va de año. Todo un drama para las familias que se dedican a ello, sin apenas ayudas que mitiguen el problema y sin esperanzas de que la situación mejore. El estuario de Anllón es la excepción. Los datos son irrefutables. El descenso de ventas del berberecho en las lonjas ha sido de un 78,93%, pasando de 2.299.202 kilos, en 2022, a 484.548, en 2023.
Este año, parece que el pronóstico empeora, con tan solo 47.000 kilos en lo que va de año, un 35% menos que en otras ediciones, de los cuales el 39% son capturados en el estuario de Anllóns, según datos de pescadegalicia.gal. La agrupación no está formada solo por mariscadoras. Entre sus filas, también cuentan con un biólogo, encargado de analizar semanalmente la toxicidad del agua y del berberecho. Con esta información, van regulando el cupo diario para no sobreexplotar la zona. Este año, están mariscando un total de 750 kilos de berberechos al día o unos 25 kilos por mariscadora, una vez a la semana. Si una de ellas no puede llegar a esa cifra, el resto completan su cupo diario, repartiendo el total entre todas. A diferencia de otras mariscadoras de Galicia, no dependen de ninguna cofradía de pescadores, por lo que nadie les marca ni horarios ni cota de captura. Cualquier decisión que tomen es consensuada por las treinta mariscadoras. Lo que sí tienen claro, como si de un credo se tratase, es el evitar la sobreexplotación del estuario de una manera draconiana, así como velar por una gestión responsable del berberecho, respetando tanto su veda como el calibre mínimo de 28 milímetros.
30 años y 30 mariscadoras
Si los berberechos se encuentran amontonados en una zona del estuario, ellas mismas se encargan de repartirlo por todas las zonas para que esté equilibrado. El cupo no se aplica solo a la cantidad de berberechos, sino también al número de mariscadoras, manteniéndose en treinta desde su fundación, en 1994. Aunque en un principio solo eran mujeres, en 2024 cuentan con seis hombres. Para unirse a la Agrupación de Mariscadoras del Río Anllóns, una integrante actual debe retirarse. Pese a que Inés García prefiere no dar datos de lo que ganó cada mariscadora el año pasado, comenta que da para vivir. El sueldo de cada una depende de las ventas anuales y del precio medio, al que hay que restar autónomos y otros gastos derivados de la actividad. En los últimos dos años, el precio del berberecho ha subido equitativamente junto al escaseo de este, llegándose a pagar, en 2023, a un precio medio de 15 euros el kilo.
Purificación Rivera y Charo Figueiras son de las más veteranas de la asociación con 63 y 65 años respectivamente. “Antes, esto era una ayuda a la economía familiar, nuestros maridos eran marineros o trabajaban haciendo barcos. Yo empecé a mariscar porque una amiga del pueblo me animó a venir, de aquella se pagaba muy poco. Empezamos con una pequeña caseta para cambiarnos, hecha con nuestras propias manos, nadie nos ayudó. Antes no había vadeadores, teníamos unas botas hasta las rodillas, por lo que nos pasábamos el día muy mojadas, ¡imagínate en invierno con el frío!”, cuenta Rivera. Charo Figueiras recuerda con nostalgia cuando venían familias enteras a pasar el día mariscando. “Unos lo cogían para hacer empanadas, y otros para vender y sacarse unas monedas. Empezaron a venir los de Camariñas para venderlo. Un año fue incontrolable, llegando a venir, al día, unas 600 personas. Con la regulación de 1994, en la que se regularon todas las licencias, permisos, vedas y tamaño mínimo, se montó la agrupación”, explica Figueiras.
Aunque disponen de una depuradora pequeña, para vender al comprador final, el 80% del berberecho de Anllóns, se lo venden a un único comprador, Mariscos Cordal, el cual, para garantizar la frescura y calidad del berberecho, lo recoge directamente del estuario, sin intermediarios. Cuando Charo Figueiras, Purificación Rivera o Julia Haz, entre muchas otras, montaron esta agrupación hace 30 años, probablemente no sabían lo que significaba la sostenibilidad o la pesca responsable. La historia de estas 24 mujeres y seis hombres podría ser la historia de David contra Goliat. El no pertenecer a ninguna cofradía, les dio una libertad que hoy, con la crisis del berberecho, está dando sus frutos. Una quimera, en la que el sentido común eclipsó la avaricia de hacer caja en tiempos de bonanza de esta especie.
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