Bares con retos de comida o la bestialidad de comerse seis kilos de hamburguesas en una hora
Tacos picantes, pizza dulce y hasta sobaos, todo ingerido en grandes cantidades y en el menor tiempo posible
Comer mucho y hacerlo deprisa, compitiendo con otras personas, forzando la capacidad del estómago y mirando las agujas del reloj. No es la pesadilla de cualquier nutricionista (aunque bien podría), sino un resumen de en qué consisten los retos de comida, unos llamativos desafíos de voracidad gastronómica que tienen su origen en Estados Unidos y que empiezan a popularizarse en España. En el centro de esta moda, la dimensión social del encuentro, la emoción de batirse a duelo y el disfrute de la comida extrema que, por sabor, abundancia o densidad calórica, lleva a los concursantes al límite.
Los retos se caracterizan, sobre todo, por utilizar porciones exageradas de alimentos y bebidas con un perfil nutricional poco saludable. Hamburguesas y pizzas gigantes, perritos calientes cargados de todo tipo de salsas, batidos lácteos con bollería y golosinas, y postres hechos con dulces industriales dominan el panorama, aunque en España también hay desafíos con productos locales, como las croquetas, o de países cercanos, como la bifana de Portugal.
Acabar con 25 croquetas en el menor tiempo posible, ingerir 450 gramos de Magma ardiente (que, dicen sus creadores, es el plato más picante de nuestro país) como sucederá el próximo 12 de noviembre, o pasar de las tradicionales 2.000 kilocalorías por día a las casi 1.000 kilocalorías por minuto a fuerza de sobaos cántabros son solo tres ejemplos autóctonos. Pero hay más, muchísimos más. Y José Luis García, además de participar en algunos de ellos, es una de las personas que se encarga de reunirlos y darles difusión desde 2018 en su cuenta de Instagram.
Después de contactar con él para conocer más sobre esta tendencia desde la perspectiva de los luchadores de comida (o foodfighters, como se autodenominan), y hemos recopilado varios de esos desafíos, repartidos por distintas ciudades y pueblos de España. En paralelo, le hemos pedido al dietista-nutricionista Daniel Ursúa que calcule, aproximadamente, las calorías involucradas de cada reto y nos explique qué impacto puede tener en nuestro cuerpo.
Desafíos cada vez más brutales
Mucho ha cambiado desde el primer concurso de comer perritos calientes, que se celebró en 1916 en Nueva York (Estados Unidos). Ahora, “el mundo de los retos de comida ha entrado en una espiral poco lógica, ya que son cada vez de mayor cantidad y de tiempos más ajustados. Esto hace que la gran masa de personas a las que le gustaría enfrentarse a un reto no vea posible superarlo”, avisa José Luis García. Entre los desafíos “más bestias” que recuerda, destaca el de un bar en Cartagena (Murcia), que proponía comer seis kilos de hamburguesa en pan de hogaza para una sola persona en menos de una hora, y el de una pizzería en Alcalá de Henares, que reta a comer una pizza dulce de 80 centímetros de diámetro con un peso que ronda los tres kilos para una sola persona en menos de 45 minutos.
La pregunta es inevitable: ¿Dónde está el placer? ¿Qué seduce a los participantes? “El desafío, la adrenalina y el placer por la comida creo que son comunes a todos los que alguna vez han hecho algún reto”, responde García, y matiza la idea extendida de que los concursantes son como encarnaciones de Triki, el monstruo de las Galletas: “En contra de lo que piensa la mayoría de la personas, en un reto sí se saborea la comida. Obviamente, no a los niveles de alguien que no tiene un crono detrás, pero no se engulle”.
Sin embargo, las cantidades y los tiempos propuestos hacen difícil pensar en una comida de disfrute o relajada. Mucho menos, en una actividad saludable. De hecho, en el Campeonato Mundial de Comedores de Sobaos, que se celebró el 26 de julio en Ambrosero (Cantabria), hubo una ambulancia “para garantizar la seguridad de todos los participantes”, aunque la organización confiaba antes en que el sentido común prevaleciera y su uso no fuese necesario.
En esta misma línea, José Luis García pone el énfasis en el autocontrol y la responsabilidad personal. “El placer por comer y superar tus límites es como cualquier actividad, por no llamarlo deporte. Está bien correr, pero ¿es sano para el cuerpo y las articulaciones hacerse más de X kilómetros? Está genial la apnea bajo el agua, pero ¿es bueno para el cerebro el estar X minutos sin respirar? Como todo, hay que tener unos límites y sobre todo ser consciente de los tuyos propios”, señala.
Una ruta de 50.000 calorías
Los siguientes retos se celebran (o han celebrado) en España. Están ordenados por su carga calórica, de menos a más, y entre todos superan las 50.000 kcal. “El cálculo es aproximado”, indica el dietista-nutricionista Daniel Ursúa, que ha tenido en cuenta la información disponible sobre los ingredientes y las cantidades para realizarlo. Eso sí, más allá de la energía, Ursúa pone el foco en el tipo de comida y su perfil nutricional. “Son alimentos ricos en grasas y proteínas, lo que implica someter a un gran estrés a los riñones y al hígado. En el caso de los alimentos dulces, cargados de azúcar, provocamos grandes picos de insulina que no son nada recomendables para nuestro páncreas, advierte. En general, se sufre de un enorme estrés metabólico”.
En esta lista no hay brócoli ni manzanas porque, como reconoce García, los retos suelen ser de fastfood. Todos superan las calorías diarias recomendadas para la población general (unas 2.000-2.200 al día) y algunos contienen tanta energía que no podría quemarse ni haciendo una etapa entera del Tour de Francia, ni participando en un Ironman. No obstante, hubo excepciones: cuando la pandemia bajó las persianas de los bares, “un valenciano propuso hacer una pequeña liga de retos por Instagram y uno de ellos fue comerse un kilo de zanahorias en el menor tiempo posible —recuerda—. Ese es uno de los retos más sanos y menos calóricos a los que me he enfrentado, pero a la vez el más difícil porque te deja las mandíbulas destrozadas”.
1. Brutal burrito (Madrid) - el 9 de julio
El reto: comer 10 tacos picantes en el menor tiempo posible
Los tacos Satán contienen arroz verde, frijoles, carne de res estofada a baja temperatura, guacamole, pico de gallo y salsa infierno.
Kilocalorías estimadas: 4.609.
2. Dak Burguer (Málaga) - en enero
El reto: comer una hamburguesa de 1 kilo y beber un milk shake de 500 mililitros en 10 minutos.
El plato está compuesto de smash burger, beicon, queso Monterrey, queso Cheddar, salsa especial Wally y una pieza de queso Monterrey rebozada. El batido de leche puede ser de fresa, vainilla, Nutella, Oreo, Kinder Bueno, KitKat, Filipinos blancos, caramelo salado, turrón o maple beicon (beicon con jarabe de arce).
Kilocalorías estimadas: 4.799.
3. GastroBar Lusitano (Leganés) - miércoles y jueves por la noche tras previo aviso
El reto: comer una bifana de 1,2 kilos con patatas en menos de 7 minutos.
El plato se compone de una bifana (un bocadillo de carne de cerdo marinada y pan casero) de 1 kilo y 200 gramos de patatas fritas.
Kilocalorías estimadas: 4.878.
4. Smash Hiro (Barcelona) - cualquier día con reserva previa
El reto: comer 2 kilos de smash burguer en 20 minutos.
El plato está compuesto por 15 discos de carne, queso, beicon crujiente, pan de papa y patatas sazonadas. Se sirve acompañado de un batido de Lotus y Bacon, y se permiten otras bebidas y salsas.
Kilocalorías estimadas: 6.042.
5. Bar El Comienzo (Ávila) - el 14 de julio
El reto: comer una hamburguesa de un kilo y medio en 10 minutos.
El plato contiene 5 discos de carne de 200 g, queso Cheddar, papada ibérica, cebolla caramelizada, pepinillos, beicon, pan brioche, salsa secreta y patatas.
Kilocalorías estimadas: 6.624.
6. Tik Tak House (Zaragoza) - agosto de 2021
El reto: comer ocho porciones de tarta en 12 minutos.
No hay detalles específicos del tamaño o el peso de cada porción, pero en la carta de postres se aprecia que son generosas y que los sabores disponibles de las tartas son Oreo, KitKat, Lotus, Dinosaurus y Pantera Rosa, entre otras.
Kilocalorías estimadas: 9.714.
7. Campeonato Mundial de Comedores de Sobaos (Ambrosero, Cantabria) - 26 de julio
El reto: comer tantos sobaos como sea posible en menos de 8 minutos.
La competición dura 8 minutos. En ese tiempo, los concursantes deben comer, de pie, la mayor cantidad de sobaos que puedan. La organización permite beber agua o leche. En la edición de este año, el ganador comió 16 sobaos.
Kilocalorías estimadas: 12.208 (cada sobao tiene 763 kilocalorías).
8. Sabor a Pizza (Alcalá de Henares) - lunes, martes y jueves previo aviso
El reto: comer una pizza dulce de 3 kilos en 45 minutos.
La pizza mide 80 centímetros y pesa entre 2,5 y 3 kilos, según los ingredientes seleccionados.
Se pueden elegir hasta cinco sabores. Sobre la base de la pizza, los concursantes eligen entre Nutella y Nocilla blanca y una variedad de toppings: M&M, Filipinos, Oreo, Chips Ahoy, Lotus, Nerds, malvaviscos, pretzel, Maltesers, perlitas rosas, fideos de colores, KitKat o Snickers.
Kilocalorías estimadas: 12.300.
El precio oculto de participar
Los concursantes, explica José Luis García, se preparan para competir. Comparten trucos, van en ayunas y, cuando se dedican a los retos de manera recurrente, incluso entrenan. “Ir con hambre es esencial. Aunque al principio los nervios puedan cerrarte el estómago, cuando te llega el olor del plato, tu cerebro y estómago lo cogen con más ganas”, detalla. Además, «hacer comidas copiosas pero poco calóricas el día antes del reto, con ensaladas gigantes y bebiendo mucha agua también es uno de esos tips que a prácticamente todos les funciona».
Les funciona porque, al comer alimentos con mucho volumen y pocas calorías, consiguen aumentar la capacidad de distensión gástrica y retrasar así el momento en que se envían las señales de saciedad al cerebro, que son las que nos hacen dejar de comer. Como explica el nutricionista Daniel Ursúa, “para poder ingerir toda esa cantidad de comida tenemos que hackear nuestro cerebro y conseguir que no les haga caso. En consecuencia, muy probablemente suframos una desregulación hormonal que haga que el resto del tiempo tengamos que controlar muy bien nuestra alimentación, puesto que nuestras señales de hambre y saciedad estarán alteradas”.
Perder ese control es uno de los precios a pagar. Existen estudios que advierten sobre los riesgos de esta práctica —sobre todo, a medio y largo plazo—, como el desarrollo de obesidad mórbida, la gastroparesia profunda, las náuseas o los vómitos intratables, y que por ello la definen como una forma de comportamiento “potencialmente destructiva”. En uno de estos trabajos “un competidor habitual se comió 36 perritos calientes en diez minutos y paró solo por la insistencia de los investigadores, que temían que sufriese una perforación estomacal. Pero él podía seguir”, concreta Ursúa.
“Obviamente, no todo es de color de rosa, y también hay algunos que tienen algún tipo de trastorno de la conducta alimentaria (TCA) —admite García—. Pero, si algo puedo destacar de mi experiencia en este mundillo es el sentimiento de grupo, el buen ambiente que se genera en las quedadas y la ayuda que se brinda a la persona cuando se detecta algún caso así. Yo he vivido de cerca solo un caso y, precisamente, a esa persona se le desanimaba de hacer retos, pero invitándola a comer de normal con los demás”.
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