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Extra Eventos

Vocación científica con alma social

Los perfiles técnicos dan la mano a las humanidades, que inspiran trayectorias profesionales en torno a la ingeniería, la biología o la inteligencia artificial

El auditorio de la sala de Ciencia y Tecnología de EL PAÍS con tu futuro estuvo lleno durante toda la mañana. Cuánto se miraba el móvil durante las charlas o cuántas personas hacían cola para los encuentros individuales resultó un buen termómetro para medir qué ideas calaban más. Biología, tecnología, lenguaje, ingeniería… Perfiles variados con mensajes comunes: usar la inteligencia artificial (IA) con criterio; aceptar que la carrera profesional casi nunca es lineal; entender que el propósito es importante, pero no siempre aparece a la primera, o reconocer el valor de las personas que acompañan el camino. Todo ello estuvo presente el pasado miércoles en Kinépolis.

La apertura fue inspiradora, con la ponencia de la profesora del departamento de Traducción, Interpretación y Comunicación Multilingüe de la Universidad Pontificia Comillas, Elena Aguirre. “Soy la de letras en un panel de ciencia y tecnología, y eso ya dice bastante”, se describió. “No tengáis miedo de ser la pieza rara, porque esa pieza nos obliga a mirar un problema de otra manera y acaba revelando una lógica interna que antes no veíamos”.

Aguirre insistió en que se acabó “la batalla entre ciencias y letras”. “La ciencia nos da estructura y modelo, pero las humanidades aportan el contexto y el sentido que necesita la ciencia”. Y añadió que “en la IA hay un ámbito clave, el procesamiento del lenguaje natural, que intenta que las máquinas generen lenguaje humano, y ahí entran la semántica, la lingüística, la traducción, la cultura, la ironía y el contexto”, enumeró.

Esa máxima de integrar lo humano en los discursos la recogió Mike Beattie, profesor de la Schiller International University, que atrapó a la audiencia desde el primer minuto. “¿Qué tipo de persona queréis ser? ¿La que se tumba en la cama pidiendo a la IA que le haga los deberes? Dejar de entrenar el cerebro, dejar de pensar, tiene consecuencias”, advirtió. El profesor de Computer Science defendió que no hay valor real en usar la IA “igual que hace el resto”. Y resumió la idea así: “La ventaja está en pensar qué quieres conseguir, planificar y preguntar bien”. Insistió también en no dejar de leer libros, “porque amplían la mente”, y cerró con un giro cautivador: “Sed amables. Cuando lo somos, pasan cosas especiales que ninguna máquina, ninguna IA, es capaz de imitar”.

De inteligencia artificial se habló de forma recurrente, pero siempre desde la misma premisa: uso responsable y pensamiento crítico. Así lo trasladó Ana Freire, doctora en Informática, directora del programa Wisibilízalas y experta en ética de la IA en Barcelona School of Management (Universitat Pompeu Fabra). “Es posible que encontréis un uso que potencie mucho vuestro trabajo, pero diseñadla, formaos, no la uséis sin más”, recomendó.

Compromiso y objetivos

La charla de Edith Guedella, responsable de Sostenibilidad del negocio de Construcción en Acciona, logró un efecto poco común: presentó al auditorio una carta dirigida a su yo del futuro. En ella se recordaba no tirar la toalla en la construcción de un mundo más sostenible y justo. La escribió desde Ushuaia tras observar de primera mano las consecuencias del cambio climático. “Trabajo para impulsar cambios desde dentro y para seguir empujando al sector”, explicó. “Os invito a aventuraros, a formar parte de este viaje y a pensar cómo devolver la energía que el planeta ha invertido en nosotros”.

Esa misma ilusión por la carrera profesional transmitió la meteoróloga de RTVE Mónica López, quien habló de la vocación que la llevó a estudiar Física y de la diversidad de perfiles que conforman su equipo. También Raúl Boldú, responsable de Tecnologías Inmersivas de Acciona, cuya pasión por los robots le llevó de Gran Canaria a Estados Unidos y, de vuelta, a atravesar etapas de incertidumbre. “Hoy trabajo con tecnologías inmersivas en Acciona y sigo creyendo en la misma idea: la vocación es una brújula. A veces se pierde, pero si no la sueltas, siempre acaba llevándote al lugar correcto”, aseveró.

El sector aeroportuario y aeronáutico contagió igualmente pasión por el oficio. Leticia de Marcos, jefa de la división de Ingeniería en la Dirección de Infraestructuras de Aena, invitó a mirar los aeropuertos como espacios “para cuidar a las personas”. “No son solo infraestructuras técnicas; detrás de cada decisión constructiva hay un intento de que el viaje sea más cómodo, más seguro y más fiable”.

En coherencia con ese discurso abordó su trabajo Juan Carlos del Cid, técnico de mantenimiento aeronáutico (TMA) y jefe de la sección de pintura del taller de motores de Iberia Mantenimiento. “Es una profesión muy técnica, muy exigente y con una responsabilidad enorme, porque de nuestro trabajo depende la seguridad de muchas personas”, afirmó, antes de subrayar la alta empleabilidad del sector.

Si Cid, que estudió Formación Profesional, es la prueba de que la Universidad no es el único camino hacia la ciencia y la tecnología, Jordi Puig, ganador del Santander X Award y cofundador de HAPTICA Technologies, demostró que también se puede construir una trayectoria de éxito sin un expediente brillante.

La juventud y el propósito del emprendedor cautivaron a quienes hicieron fila para conocer su historia. “¿Qué nota llevabas?”, le preguntó una chica. “Un seis y pico”, respondió Puig, antes de añadir que fue algo que se le olvidó mencionar durante la ponencia. “Lo que de verdad te define no es tanto la carrera como lo que haces fuera del aula: proyectos, asociaciones, experimentar, equivocarte”.

Puig relató cómo su interés por la impresión 3D lo llevó a fabricar una prótesis para una vecina de su pueblo. Hoy, sus diseños han permitido devolver el sentido del tacto a personas amputadas. “Piensa qué se te da bien, qué disfrutas, qué necesita el mundo y por qué alguien estaría dispuesto a pagar por ello”, concluyó entre aplausos.

Cuando terminó la última charla y las colas con ponentes comenzaron a disolverse, los pasillos se llenaron de grupos haciéndose fotos. Las conversaciones cruzadas transmitían calma. Lo vivido durante la mañana en las tres salas dejó una sensación compartida: el futuro no exige respuestas inmediatas y la curiosidad, el criterio y la valentía de no encajar del todo son rasgos comunes tanto de las ciencias como de las letras.

El mito de los cursos sin salida

“Siempre me dijeron que Biología no tenía salidas. No os lo creáis”, dejó claro Fernando García-Moreno, neurobiólogo del Achucarro Basque Center for Neuroscience, al nutrido grupo de estudiantes que le aguardaba tras su charla. La suya fue una de esas intervenciones capaces de captar la atención de inmediato. “Me gusta trasladar que un chico de Lucero, que estudió en la Universidad pública y cuyos padres no habían terminado el Bachillerato, llegó a Oxford”, relató.

En los pasillos también conversaba con estudiantes otro biólogo y, además, director de comunicación de Farmaindustria: Miguel González Corral. Recogió muchas de las dudas recurrentes. La mayoría expresaba una vocación genuina por investigar para salvar vidas, al tiempo que se interesaba por la estabilidad laboral de quienes se dedican a la investigación. Y él animaba a elegir este camino sin miedo. “Igual que no hay un único itinerario para llegar a la ciencia o a la industria farmacéutica, creo que podéis tener un lugar en esta profesión, desde la investigación hasta la comunicación, la regulación o la industria. Es, probablemente, una de las profesiones más inspiradoras que existen”, ensalzó González Corral.

Brecha de género en ciencia

España es el país de la UE con menor proporción de mujeres entre el alumnado de titulaciones STEM: solo el 29%, según el Monitor de la Educación y la Formación 2025 de la Comisión Europea. Además, únicamente el 17,5% de la población ocupada con dicha formación son mujeres, dicta el informe Brecha digital de género del Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad. Pero a juzgar por la audiencia del evento, el horizonte parece optimista: imposible determinar si había más chicos que chicas siguiendo las charlas de ciencia y tecnología.

“En la rama científica que he elegido en el instituto somos ocho chicas”, comentaba una estudiante de un instituto público a la profesora Elena Aguirre Fernández-Bravo. “Aún quedan muchos sesgos que tenemos que trabajar para romper”, le respondía la docente de Comillas. “No puede ser que sepamos que las mujeres obtienen mejores calificaciones y que, sin embargo, algo ocurra después que haga que se pierdan por el camino profesional”.

Más adelante se repetía un debate casi idéntico. Un grupo de chicas planteó la misma cuestión a Fernando García-Moreno. El biólogo reconocía que ellas son mayoría en las etapas iniciales, pero que a medida que avanzan en su carrera esa proporción no solo se reduce, sino que en el ámbito de la investigación pasa a ser claramente minoritaria.

Según el último Informe Mujeres Investigadoras del CSIC, la presencia femenina es mayoritaria en determinados niveles, pero la carrera científica mantiene brechas internas. Por eso, García-Moreno aprovechó para lanzar a las presentes un mensaje directo: que estudien Biología y “den la vuelta a las estadísticas”.

La jornada del miércoles dejó al menos una certeza: sí hay mujeres científicas, ingenieras y técnicas liderando proyectos y compañías, también en el ámbito de la inteligencia artificial (IA). Por el auditorio pasaron Nerea Luis, doctora en IA, y Berta López Sánchez-Laorden, ganadora del Premio Nacional de Investigación y profesora de la Universidade da Coruña, quien lanzó una pregunta directa al público: si querían “formar parte de este futuro de la IA o limitarse a ser usuarias de ella, porque nos estamos jugando mucho”, avisó.

A continuación, puso sobre la mesa el elefante en la habitación: “Existe una gran necesidad de profesionales en este ámbito y, en particular, de mujeres. A nivel global solo somos el 18% de quienes trabajan en IA, y los equipos diversos son los que mejor funcionan para evitar sesgos”.

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Sobre la firma

Belén Kayser
Colaboradora de EL PAÍS desde 2008, actualmente escribe para la sección Extras y Mamás & Papás. Está especializada en medio ambiente y sociedad digital. Ha colaborado también con las secciones de Madrid, El Viajero y Negocios. En estos años ha informado desde Santiago de Compostela y Berlín. Es licenciada en periodismo y comunicación audiovisual.
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