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El club del grito como terapia que se hace viral: “Hay mucho escepticismo, pero cuando la gente lo experimenta ve lo transformador que puede ser”

Emanuel Hernandez y Elena Soboleva fundaron en junio el Scream Club de Chicago, y hoy reúnen en sus sesiones hasta 200 participantes y las han llevado a más de 10 ciudades de EE UU. Su dinámica es sencilla: respirar, gritar, liberar y dejar que el cuerpo se reinicie de tensión, estrés o ansiedad

Elena Soboleva y Emannuel Hernandez, fundadores del Scream Club, durante un encuentro organizado en Chicago (EE UU)

En la película Midsommar (2019) hay una escena en la que la actriz Florence Pugh grita y llora desconsoladamente. Las mujeres de la secta en la que está atrapada se arrodillan junto a ella para imitar sus gritos y sollozos al unísono. Así absorben su dolor individual y lo transforman en una experiencia comunal, una catarsis compartida. En la vida real, lo más cercano a esta experiencia son los clubs del grito, una nueva tendencia de bienestar que reúne a cientos de personas para gritar juntas en un espacio público. Una especie de terapia gratuita en la que no se necesita nada más que frustración acumulada. La dinámica es sencilla: la gente se reúne, pone una intención al grito, respira, grita, libera y el cuerpo se reinicia...

“Estoy aquí porque trabajo en el sistema de salud”, “yo porque, como hombre, nos dicen todo el tiempo que tenemos que reprimir nuestras emociones”, “estoy aquí porque lloro mucho, a veces me siento muy triste durante el día y solo quería hablar con alguien y hacer amigos”... se escuchan las voces de varias personas que se han reunido en Londres para gritar. En tan solo tres días, más de 1.000 individuos se unieron a la convocatoria que lanzó en TikTok una joven de 26 años, Mona Sharif [cuenta con 21.000 seguidores en la red social], para un encuentro de gritos. La práctica se la recomendó su psicóloga en 2023 y, después de intentarlo con un amigo en el campo, le hizo sentir mucho mejor. “La gente está desesperada, quieren hablar con alguien, están desesperados por encontrar una comunidad. Yo, que no tengo tantos seguidores, pude reunir a miles de personas después de un solo vídeo”, dijo la organizadora en una entrevista para Metro UK el pasado octubre.

@monsharx

LONDON NEEDED THAT SCREAM 😱

♬ Hello - Martin Solveig & Dragonette

Mona Sherif se inspiró en el Scream Club de Chicago, una comunidad que se inició el pasado mes de junio y que tiene ya más de 10 sedes en Estados Unidos, una en Puerto Rico y otra en el Reino Unido, y que reúne más de 10.000 seguidores en Instagram. Sus fundadores son Emanuel Hernandez (Nueva Jersey, Estados Unidos, 41 años) y Elena Soboleva (Krasnoyarsk, Rusia, 35 años), una pareja que, después de una mala semana, decidió sacar sus emociones acumuladas con un grito. “Estábamos caminando y le pregunté a Elena: ‘¿Quieres ir a gritar al lago?’, y me dijo: ‘Sí, hagámoslo. Pero me da un poco de vergüenza si hay gente alrededor’. Yo le contesté: ‘No te preocupes, si hay, simplemente les preguntaré si se quieren unir", cuenta Hernandez en una videollamada con EL PAÍS. La pareja encontró el lugar perfecto para gritar en el muelle, pero había algunas personas. “Les dijimos: ‘Oigan, sentimos molestarlos, pero estamos a punto de gritar. Si quieren unirse, son más que bienvenidos”. Para su sorpresa, varios decidieron unirse. “Algunos lloraron, y fue entonces cuando Elena y yo nos miramos y dijimos: ‘Deberíamos empezar a hacer esto”.

No fue casualidad que Hernandez le propusiera a su novia gritar. Desde hace unos años practica el breathwork, una técnica de respiración consciente para relajar el sistema nervioso, reducir el estrés y liberar las emociones. “La respiración te induce a un estado de homeostasis, te conecta con el otro sistema nervioso, el de descanso y digestión y desactiva la parte del cerebro responsable del ego. Por una vez, lo único en lo que te concentras es en tu respiración”, asegura. Él dirige terapias de este tipo y explica la dinámica de las clases grupales: “Empiezo a hablarte de algunas cosas sensibles, cosas para reflexionar. Afloran muchas emociones y, en algún momento, cuando estás en ese estado extremo... salen los gritos”.

Gritar para liberar funciona. “Las personas se sienten más calmadas después de hacerlo”, sostiene Paola Diéguez, una psicóloga enfocada en la psicoterapia Gestalt. “Cuando una persona grita se activa el sistema nervioso simpático y en ese momento el cerebro ordena la liberación de adrenalina. Una vez que esta circula, permite liberar toda la carga acumulada de energía y todas las tensiones que tenemos adentro del cuerpo. Después de gritar se activa el sistema nervioso parasimpático, lo cual nos da una sensación de alivio o relajación, la respiración se vuelve más profunda y lenta, disminuye la frecuencia cardíaca y nos quedamos con una sensación de tranquilidad emocional”, explica.

Detrás de lo que parece ser una tendencia más, hay una intención de crear un espacio seguro de comunidad y salud mental. En España, en 2024 más de 12 millones de personas —el 26,2% de la población—, acudían al psicólogo, según un informe de Mutua Madrileña sobre salud mental, y el consumo de ansiolíticos aumentó un 18%. También en ese porcentaje, la población española necesitó atención en salud mental y no logró tener acceso a ella por la falta de servicios en la sanidad pública y debido al coste de la privada.

Hernandez cree que la razón por la que su club se ha vuelto tan viral es porque “gritar a todo pulmón en público es un tabú, la gente no suele hacer eso. Y el hecho de que hayamos dado permiso a la gente para hacerlo es la razón por la que es tan popular”. Soboleva añade: “Queremos asegurarnos de que lo que hacemos sea totalmente intencional. No se trata solo de gritar sin control y luego volverse loco. Tampoco es performativo: Nuestra misión es, simplemente, crear conciencia sobre la salud mental, porque una vez que lo exploramos, vimos cuánta gente necesitaba este espacio de liberación”.

El primer grito del club fue en junio de este año y asistieron solo cinco personas, pero en las últimas ediciones han reunido hasta 200 participantes. Una de las asistentes es Maitane López, la futbolista española que fichó por el Atlético de Madrid y que en 2023 cruzó el océano para unirse al equipo Gotham de Nueva Jersey y Nueva York. El pasado mes de septiembre la jugadora subió a su perfil de Instagram, en el que acumula más de 92.000 seguidores, un vídeo de su experiencia en el Scream Club. “Imagínate que tienes un día regular y quieres gritar, ¿no? Yo, a veces, cuando tengo un día pues, así, ‘mosaico’, que lo llamo yo, me apetece gritar. Me ha dado por mirar en internet y he encontrado un club para gente que quiere hacerlo, así que vamos a ir a visitarlo”, comienza el reel con más de 45.000 reproducciones. “Nos vamos a poner aquí y vamos a gritar”, dice sobre la orilla del lago Michigan en el puerto de la North Avenue Beach, el lugar en donde se reúne el club en Chicago para gritar cada domingo. Después, en un trozo de papel biodegradable, escribe la intención del grito y lo lanza al agua. Hernandez y Soboleva entonces comienzan la cuenta regresiva, “3,2,1... AHHHHHHHH”, se escucha uno de los tres gritos que hacen en conjunto. Cuando terminan aplaude y celebra con más gritos, pero esta vez, de felicidad: “¡WOOOOOO!, ¡vale, me encanta”!, concluye la jugadora.

A las sesiones han asistido niños de cinco años que acompañan a sus padres, y señores de hasta 80. Pero la pareja recuerda en especial a uno de los participantes, que ha ido a unos 18 de 20 gritos que han organizado. En el último evento, lo vieron llorar por primera vez y este buscó consuelo en los brazos de Hernandez. “En realidad, este hombre era un músico que inicialmente asistió al club porque quería trabajar en su voz y sus cuerdas vocales. Pero con el tiempo, se terminó transformando en una terapia de liberación emocional”, recuerda Soboleva.

“Muchas veces tenemos emociones guardadas que no hemos podido expresar”, explica la psicóloga Diéguez en conversación con este periódico. “No tienen que ser recientes, puede ser de algo que me hizo enojar o me dolió hace meses o años atrás y, a través del grito, uno puede conectar con esa sensación y liberar esa emoción que, aunque no la hayamos expresado en el momento, se queda guardada en el cuerpo. Ayuda a la catarsis emocional también”.

Cada vez hay más actividades para sacar todas las emociones que en el día a día acumulamos y dejamos para después. Aventar hachas, destruir objetos en un rage room o gritar son algunas alternativas creativas para aquellos que buscan otras maneras de liberar estrés, rabia, tensiones... “Sin duda, al principio hay mucho escepticismo, pero cuando las personas lo experimentan por sí mismas ven lo transformador que puede ser y lo beneficioso que puede resultar para su sistema nervioso”, resume Soboleva.

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