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Lo ‘volcel’ antes de Rosalía: del celibato político al “no necesito que me quieras”

La cantante catalana aseguraba en una entrevista reciente que practica la abstinencia sexual voluntaria. Pero, ¿qué significa esta opción?

Rosalia
Nerea Basterra González

De lo último de Rosalía se ha analizado todo: la letra de Berghain (el primer sencillo de su próximo trabajo, LUX), las marcas elegidas para el videoclip, las imágenes de sus promos, su pericia conduciendo... Pero quizás ha pasado más inadvertido algo que la artista catalana confesó el pasado 16 de octubre, durante su entrevista con la comunicadora Mar Vallverdú para Radio Primavera Sound y cuyo vídeo en el perfil de Instagram de la emisora online acumula más de 30.000 comentarios.

“No tenemos espacio para crushes. Quiero que quede claro que ya no hacemos espacio para crushes, se ha acabado ya esta fantasía, esta delusion [engaño] que no lleva a ningún lado. Yo, ahora mismo, single [soltera], volcel“, revelaba la cantante a su entrevistadora que, al escuchar este término de boca de Rosalía se incorporaba y repetía esta última palabra, mientras que le entraba un ataque de risa.

¿Pero a qué se refiere Rosalía con volcel? Como apunta la sexóloga y colaboradora de EL PAÍS Rita Abundancia, es un término que combina las palabras voluntary (voluntario) y celibate (celibato) y, según explica, el hecho de que ahora haya cada vez más personas jóvenes practicándolo (en realidad, no practicándolo) es algo que habría que preguntarse: “Puede ser por miedo al sexo, al compromiso, al fracaso o a sentirse vulnerables”. En este caso, añade, declararse volcel sería “una manera de esconder todo esto bajo un término cool y de rabiosa actualidad".

Obviamente, Rosalía no ha inventado lo volcel. Hay más gente que se manifiesta así o, al menos, que empieza a sentirse interpelada por esta forma de afrontar las implicaciones —no siempre deseadas— de las relaciones sexuales y, casi por asociación, de las sentimentales.

Si echamos la vista atrás, hasta el inicio de la primera ola del feminismo (mediados del siglo XVIII), la abstinencia sexual y el celibato ya eran una realidad para algunas mujeres. Según un artículo publicado a finales de 2023 en la revista del Foro Internacional de Estudios de la Mujer, muchas sufragistas y feministas tempranas realizaron votos de celibato para llevar a cabo su activismo político sin los impedimentos del matrimonio, el embarazo y la crianza. Más adelante, en la segunda ola feminista (entre los sesenta y los ochenta del siglo XX), el sexo se consideró propaganda masculina diseñada para distraer a las mujeres; en palabras de la escritora de la época Valerie Solanas, una “pérdida de tiempo no creativa” que consumía una energía perfecta para la movilización y la organización de las mujeres. Luego, cuando el feminismo se volvió cada vez más pro-sexo —en un contexto de liberación sexual de la mujer—, el celibato dejó de ser una idea tan presente. Ahora, de algún modo, se ha vuelto a recuperar dentro de las etiquetas de volcel y de femcel. Esta última engloba a las mujeres que experimentan la exclusión del deseo romántico y sexual.

Teniendo en cuenta este contexto histórico, Abundancia recuerda que “sin duda, el sexo es un instinto, seguramente el más politizado de todos ellos”. “Hay gente que lo utiliza para conseguir sus fines o se priva de él por razones ideológicas”, continúa la sexóloga que, además, opina: “Ninguna de estas dos opciones me parece la más acertada para vivir una sexualidad plena y satisfactoria. El caso de las mujeres sufragistas que veían el sexo como una distracción me recuerda al de las monjas, que se dedican en cuerpo y alma a su fe”.

Más allá del celibato como manifestación política o como medio para un fin, la sexóloga sí contempla la posibilidad de que nos cansemos del sexo: “La actividad sexual depende mucho del deseo, y nuestro deseo no siempre es el mismo, tiene oscilaciones y se ve afectado por muchas variantes: estrés, ansiedad, estado de salud...”. Según la experta, es normal querer darnos un respiro en lo sexual: “Somos seres sexuados, pero eso no quiere decir que tengamos que poner en práctica esta faceta todo el tiempo”. Aunque, matiza, esta autoimposición a no practicarlo “está bastante alejada de la biología. Es una orden que viene de la mente, no del cuerpo”.

Volviendo a Rosalía y a su “no tenemos espacio para crushes“, parece que, en la actualidad, las mujeres que se decantan por lo volcel buscan huir de relaciones idealizadas que resultan decepcionantes. Están desencantadas, frustradas, hartas de verse bajo la mirada masculina y la obligación universal de ser deseables. Así lo cuentan en Nadia hablará de nosotras, el podcast “gordo, anticapitalista y feminista”, como lo definen sus conductoras Cristina de Tena y Lara Gil: “Lo que me interesa de lo femcel es decir: ‘No necesito que me quieras”, explica Gil en un momento del episodio titulado Femcels, jubiladas y otras monstruas. Ellas defienden la existencia de las personas feas y gordas sin la necesidad de que nadie las apruebe —“meted la identidad fea y la identidad gorda en nuestras vidas”, proclama De Tena en una de sus intervenciones—, y, como parte de ese argumentario, ven el movimiento femcel como la reivindicación de la mujer que no cumple el canon: “Os produzco miedo, os produzco asco, os produzco desagrado, deja de negarlo, porque para mí es superdoloroso. Me produce dolor porque, claramente, me estás mintiendo en mi cara, dame un lugar”.

Sobre si le hemos dado demasiado poder a la belleza canónica a la hora de establecer qué es deseable y qué no, Abundancia reflexiona: “Creo que el ideal de belleza lo construimos todos y todas. No solo la mirada masculina, sino la de la amiga, la autoexigencia, las redes sociales, las revistas, las celebrities a las que seguimos con fervor enfermizo y el selfi que no cesa". Y matiza: “El ser humano tiene una inclinación natural hacia lo bello, porque la belleza conmueve, impacta, emociona. Pero esta idea de belleza es diferente a la belleza canónica, a la tendencia del momento, a seguir las modas, a querer encajar a toda costa en lo deseable. Cuanto más cerca estamos de este segundo concepto, más nos alejamos del primero”.

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Sobre la firma

Nerea Basterra González
Desde 2018 en EL PAÍS, donde ha pasado por distintas áreas y actualmente es redactora de Gente y Estilo de Vida. De su vida anterior conserva un Máster en Periodismo Cultural, con el que obtuvo un carnet para escribir sobre música siempre que puede.
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