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Starlite Festival: ostras, caviar y 10 horas diarias de música en Marbella

El evento más singular del verano en la Costa del Sol se define a partir de un público despreocupado por el dinero y su ecléctico cartel, que va de Iggy Pop y Norah Jones a Lola Índigo, Taburete o Wilco

Starlite
Actuación de Iggy Pop el pasado 2 de agosto en el festival Starlite de Marbella.garcía-Santos
Nacho Sánchez

En las gradas el público luce sus mejores galas entre vestidos ajustados, bótox, flequillos, relojes caros, camisas abiertas, lentejuelas y bolsos de marca. Es agosto, es Marbella y nada se deja al azar. Tampoco en el escenario, donde un señor bajito de 76 años y sin camiseta contonea un cuerpo que no puede estar más alejado de lo que tiene enfrente: es puro pellejo repleto de arrugas y cicatrices. Las tablas por las que han pasado India Martínez, Pablo López, Sebastián Yatra o Ricky Martin este año son en ese momento para Iggy Pop, que la semana pasada llevó al Starlite Festival hasta una de las jornadas más insólitas en sus 12 años de historia.

La cita de referencia en las noches veraniegas de la Costa del Sol es en sí misma todo singularidad: desde el amplio bolsillo de sus clientes habituales a sus 10 horas diarias de apertura hasta el recinto, encajonado en una vieja cantera de la que hace una década salieron 100 camiones de basura. Hoy es todo lujo con un ecléctico cartel: Marta Sánchez, Andrés Calamaro, Wilco, Lola Índigo, Black Eyed Peas, Norah Jones, Víctor Manuel o Yusuf Cat Stevens caben en él, además de una iguana que dio un máster en rock.

A la impulsora del evento, Sandra García-Sanjuán, le gusta subrayar que no hay cita como el Starlite: “Esto es otra dimensión”. “La mayoría de los festivales se basa en el cartel, nosotros no. Cada concierto dura hora y media, pero como abrimos mucho más tiempo lo que construimos es una experiencia. Hay bastante gente que viene independientemente de quién actúe”, sostiene la empresaria canaria, que define la cita como un “festival boutique” alejado de la masificación.

La vivencia que propone este verano arranca a media tarde y acaba a las tantas de la madrugada. Incluye cena tempranera en alguno de sus cuatro nuevos restaurantes —con Richard Alcayde como chef ejecutivo—, en cuyos menús caben ostras, caviar, tacos de ternera, sushi, tartar de atún o pollo a la brasa. Continúa con la actuación musical del día. Sigue con un paseo por las tiendas de souvenirs —con colecciones propias que “se venden muchísimo”, según García-Sanjuán— y una copa en la zona de discoteca a partir de la medianoche.

Ambiente en los restaurantes del Starlite, el 2 de agosto de 2023.
Ambiente en los restaurantes del Starlite, el 2 de agosto de 2023.garcía-Santos

Allí hay shows eventuales, como los cuatro que Juan Magán tiene planeados en agosto —a partir de las tres de la mañana— ante un público que llega a pagar 1.400 euros por una mesa para ocho personas. Hay traslados en coche por el recinto e incluso transfer personalizados a casa. Aquí cualquiera se siente VIP. Incluso quienes consiguen gangas. “Si lo planificas con tiempo, hay entradas desde 20 euros”, decía la empresaria hace unas semanas a este periódico.

En este festival trabajan más de un millar de personas. Están por todas partes. Tras las barras existe una nómina enorme de camareros y camareras que se enfundan un traje de lentejuelas doradas. También hay chicas jóvenes con vestidos blancos que guían a los debutantes en la cita para que no se pierdan. El miércoles pasado atendían a personas con traje, corbata, tacones altos o bolsos minúsculos. También, de manera excepcional, a asistentes embutidos en vaqueros cortos y camisetas negras o floreadas camisas hawaianas. “El público se transforma según quién actúe cada noche. Hoy se nota muchísimo el cambio respecto a lo habitual”, explicaban Carmen y Aroa, dos marbellíes de 16 años que acuden con frecuencia al festival, que entraron invitadas. “Venimos mucho porque nos encanta el ambiente. Es la sensación de estar en un lugar totalmente diferente a lo habitual”, añadían.

Es esa atmósfera que remite a Los Ángeles o Miami la que atrapa en la exclusividad marbellí. Las adolescentes ponían luego cara de póker ante la pregunta de si conocían a Iggy Pop. “Hoy nos interesa más Juan Magán”, afirmaban. También llegaban invitados Alejandro, de 44 años, y Chiqui, de 47. Era su primera vez en Starlite. “Veníamos preparados para encontrarnos modelitos y guiris con mucha pasta”, comentaba ella. “Pero la cerveza a 10 euros es una puñalada trapera”, se quejaba él. Cada chupito de Jägermeister alcanza los 20 euros. El festival genera ya un impacto económico de más de 300 millones anuales.

Invertimos mucho en la magia, buscamos siempre sorprender. De ahí la novedad de los restaurantes”, añade García-Sanjuán. El más lujoso lleva su nombre —Sandra’s— y ofrece los productos más exclusivos, como caviar o jamón ibérico de bellota. Tiene acceso directo a los palcos, a los que ella acude prácticamente cada noche. Rara vez se lo pierde. “Vienen artistas, celebridades, amigos. Les invito a mi casa. Soy la anfitriona y si no estoy ahí es una falta de respeto”, asegura. El presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno, pasó hace unos días por allí. La modelo Valeria Mazza, la actriz Paula Echevarría o Froilán son habituales. El pasado 2 de agosto las caras conocidas incluían al príncipe Hubertus von Hohenlohe, Carlos Sobera o Willy Bárcenas, que pasó por el photocall para animar al público a sumarse al clásico concierto que su grupo, Taburete, realiza aquí cada verano. Apenas quedan entradas para el de este año, el próximo 15 de agosto, en una semana donde comparten cartel con Luis Fonsi, Wilco, Vicente Amigo, Noa y Pitingo, entre otros. Dos días antes, el 13, se celebra la gala solidaria número 14 con Antonio Banderas como anfitrión como cada año.

'Photocall' de entrada al festival Starlite, en una antigua cantera de Marbella.
'Photocall' de entrada al festival Starlite, en una antigua cantera de Marbella.garcía-Santos

Marta Sánchez, Ricky Martin —en su única actuación en España este verano— o David Bisbal han llenado el auditorio, con capacidad para unas 3.000 personas. Iggy Pop —que pasó en junio por el Azkena Rock Festival— no lo consiguió y la parte más alta de la grada estaba prácticamente vacía. Y una vez que había tocado dos de sus temas más conocidos —The Passenger y Lust For Life—, parte del público abandonó sus asientos. “Fue una gran oportunidad para quien no lo hubiera visto nunca, pero quizá este festival no es el mejor lugar para un concierto de este artista”, apunta Isabel Guerrero, colaboradora de la revista Rockdelux, que cree que la cita marbellí tiene un talante similar al Festival Jardins Pedralbes, en Barcelona. Comparten, de hecho, algunos nombres del cartel, aunque es mucho más corto en el caso catalán.

Hace una década Málaga era prácticamente un páramo para los festivales. Ahora no hay noche sin conciertos durante el verano de la Costa del Sol. Del Marenostrum Fuengirola al Cala Mijas —que trae a Arcade Fire o The Strokes entre el 31 de agosto y el 2 de septiembre— o el Weekend Beach de Torre del Mar, que atrajo a 100.000 personas a principios de julio con Maluma como cabeza de cartel. Más allá de los grandes eventos y citas lujosas como el Starlite existen pequeños eventos como Ojeando —en Ojén, a cinco minutos de Marbella— o Alhautor, ciclo de conciertos en Alhaurín de la Torre con un formato mucho más cercano e intimista en una finca al aire libre por la que han pasado Manu Chao o Queralt Lahoz. Ojeando y Alhautor están impulsados por Rafael López. “Buscamos una programación diferente y, sobre todo, que la gente esté a gusto, sin colas ni aglomeraciones”, asegura. Más allá, el productor Pepe Cielo lanzó hace años el festival Starguai, en Coín, como humilde y sencilla alternativa a un Starlite que llena de glamur la noche marbellí y que dará el salto a Ifema Madrid entre el 14 y el 16 diciembre con Sting como primer artista invitado.

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