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Azkena Rock
Crónica
Texto informativo con interpretación

Azkena Rock Festival: somos de primera

El evento musical, que se ha celebrado este fin de semana, cierra con el reinado de Iggy Pop y el éxito de público y más unido que nunca a la ciudad en la que se celebra, Vitoria-Gasteiz

Iggy Pop, el sábado en el Azkena Rock.
Iggy Pop, el sábado en el Azkena Rock.Óscar L. Tejeda

Hay cosas que, de tanto repetirlas, pierden el significado. Pero no está de más recordar que el Azkena Rock Festival (ARF) está intrínsecamente unido a Vitoria-Gasteiz, el lugar donde se celebra desde hace 21 años. Aquí se inició, en septiembre de 2002, y aquí ha crecido, con sus altos y sus bajos. Hoy es tan parte de Vitoria como el hecho de ser capital administrativa de la Comunidad Autónoma del País Vasco, la ciudad con más bicicletas per cápita del país o el Deportivo Alavés, el equipo de fútbol local, que el sábado por la noche se jugaba el ascenso a primera en un partido contra el Levante en Valencia. Toda una temporada se decidía a cara o cruz. Si ganaban, subían. Si perdían o empataban, otro año en segunda división. Había nervios en Vitoria. Muchos.

El jueves se inauguraba el festival que concluyó ayer con un cartel compuesto casi exclusivamente de veteranos. Si Djokovic le puede lamer el morro a Alcaraz y a Ruud en Roland Garros, tampoco debería ser tan raro que señores y señoras del rock le enseñen una lección de pegada a chavalotes que no habían nacido cuando ellos debutaron. Pero en el ARF, donde la veteranía es la norma, hemos visto algunos años momias pobremente embalsamadas. No fue el caso esa noche. Entre Os Mutantes, Steve Earle, Rancid, Lydia Lunch, El Drogas y Monster Magnet sumaban más de dos siglos, pero visto lo visto, si los pones juntos en una brigada lo mismo reconquistan Bajmut en un fin de semana tonto.

Porque el jueves en el Azkena hubo nostalgia y pasado a paladas, pero también energía como para petar una central nuclear. Fue un despliegue de músicos en forma que sabían lo que hacían, que es lo que se le puede pedir a artistas con tanta trayectoria. Os Mutantes son brasileños y da la impresión de que los grupos de ese país suenan bien hasta colgados de un gancho bocabajo. Steve Earle consiguió llenar de sonido el recinto con un concierto desnudo. Él solo con acústica y armónica, que tiene mérito. Rancid no son The Clash, dios los tenga en su gloria, pero su ska punk tiene gracia y no desfallecieron. El Drogas se hizo todo Barricada a una velocidad endiablada. Lydia Lunch fue tan procaz como cuando era la niña prodigio de la No Wave neoyorquina. Monster Magnet son una apisonadora, de esas que te pasan por encima, te dejan como un papel de fumar y pides por favor que vuelvan a hacerlo. Todo muy bien.

Steve Earle, en Vitoria, en el Azkena Rock
Steve Earle, en Vitoria, en el Azkena RockJORDI VIDAL SABATA

El viernes fue menos memorable. En 2023, The Pretenders o Calexico no son lo que fueron. The Pretenders son nostalgia intrascendente. Chrissie Hynde sigue teniendo presencia y carisma, pero hoy Pretenders es uno de esos grupos de los que te limitas a esperar los hits y ni siquiera sonaron todos. Si tocaron Brass in pocket, a mí se me escapó. De Calexico, haciendo memoria, es posible recordar que en algún momento del pasado pareció que eran de los grupos destinados a redefinir ese género conocido como americana. Pero hoy solo son una anécdota. Unos tal Cordovas osaron tocar algo que en algún momento pudo definirse como country jazz. Jesusito de mi vida, qué idea más mala. Nunca he entendido a Incubus y el concierto en Vitoria solo sirvió para confirmarme que si no les presté demasiada atención en su momento no hay motivo para que lo haga ahora. A The Guapos, el nuevo entretenimiento de Leiva, se le hizo el caso que merece un proyectito de colegas con tiempo libre. Es decir, poco. Gwar montaron el circo que llevan montando toda la vida. Undertones, algo así como una banda homenaje de los Undertones fundacionales, los de Feargal Sharkey, nos hicieron pasar un rato entretenido. La reunificación de los suecos The Soundtrack Of Our Lives funcionó perfectamente, como los poderosos Earthless. En resumen, una jornada de transición para ir vagando de un lado a otro, Ver un poco de todo y un mucho de nada.

Y llegó el sábado. Hacía calor, amenazaba lluvia y estaba Vitoria nerviosa por el partido. La parte vieja de la ciudad era un hervidero de camisetas negras rockeras y blanquiazules de aficionados del Glorioso. A las 16.30 empezaron las tormentas. Un aguacero bien potente, con poderosas rachas de viento, acompañadas de rayos y truenos apocalípticos. Pararon a las 18.00. A las 17.30 deberían haber empezado los conciertos en el recinto, que al tener el suelo de asfalto, aguanta la lluvia. Los 31 grados a mediodía se habían convertido en apenas 17. Es lo que tiene la primavera en Euskadi, damas y caballeros, que se disparan las ventas de impermeables. Se retrasó la apertura de puertas 90 minutos, se suspendieron dos conciertos de bandas locales, se limpió el agua de los tres escenarios y adelante. No volvió a caer una gota.

El grupo brasileño Os Mutantes, en su actuación en el Azkena Rock.
El grupo brasileño Os Mutantes, en su actuación en el Azkena Rock.Óscar L. Tejeda

En el festival no se notaba demasiado que había partido, prueba inequívoca de que gran parte de los asistentes no son de la ciudad. Han sido 48.500, alrededor de 15.000 fieles por jornada. La mitad de fuera de Euskadi. Es fácil encontrar a grupos de amigos que vienen año tras año de Almería o Galicia. Un ritual ineludible. Se han hecho mayores. El jueves, en la cola para recoger la pulsera que daba acceso, un tipo le decía a otro que estaba muy ilusionado, porque el año pasado tuvo problemas de lumbago y no pudo venir al festival. Pero este, aunque le han operado de la cadera, anda muy bien, a tope, aunque solo saltará en las canciones buenas. El resto descansará. El otro le responde que él al día siguiente no va a ir a trabajar, que se lo ha dicho a su jefe, que se la suda lo que piense, porque en seis meses se prejubila. También hay niños, muchos niños. Cada año más. No es un adjetivo muy rockero, pero el ARF es un festival entrañable.

Volviendo al sábado. A las 21.00 comenzaba el partido. A las 21.30 empezaba el primer plato fuerte de la noche, Lucinda Williams, 70 años de historia de la música estadounidense. Williams sufrió un ictus hace no mucho y le queda su espléndido repertorio y una banda estupenda. Pero físicamente está bajo mínimos y eso lo lastra todo. La banda cubre sus carencias aunque termina notándose que la estrella no está en un buen momento. Terminó con una versión de Keep On Rockin In The Free World de Neil Young bastante digna. No ocultaba que se había emocionado por el respeto y el cariño que recibió del público, que, la verdad, se portó de 10. Venían a honrarla por su trayectoria. Es un lujo el público del Azkena. No solo vienen a escuchar música, también vienen a presentar sus respetos. Al final del concierto el partido estaba en el minuto 90. Resultado: 0 a 0. Se va a la prórroga. No hay penaltis. Si empataban, subía el Levante. Para qué engañarnos, la cosa pintaba mal.

Lucinda Williams, en el Azkena.
Lucinda Williams, en el Azkena.

Mi estado de ánimo estaba más por el rock denso de Lucero que por la energía de los Melvins y allí me fui. Son una banda tan competente como falta de altos y bajos. Lo suyo es mantener una energía constante, como un motor diésel. Sin sobresaltos. De repente, se monta un barullo. Algunos grupos de amigos dentro del público empiezan a saltar y abrazarse, mientras el resto les mira sin entender nada: ha marcado el Alavés. De penalti, en el último minuto de la prórroga. La noticia corre a toda velocidad por el recinto. Hay euforia. Mucha, por todas partes y juraría que incluso los Lucero suenan ahora más alegres.

Solo faltaba el postre, que iba a saber a gloria: Iggy Pop. Lleva haciendo el mismo concierto con leves cambios desde hace tres décadas. Pero teniendo en cuenta el despliegue físico y que tiene 76 años eso solo puede entenderse como una alabanza. Iggy, el más salvaje de su generación, el que parecía destinado a morir joven, ha enterrado a casi todos sus amigos y sobrevivido a Lou Reed y David Bowie. Salir ahora sin camiseta, sin miedo de mostrar el cuerpo y los estragos de la vida es una admirable oda contra el edadismo. Que, en realidad, es de lo que va este festival.

Se ha dormido poco esta noche en Vitoria. Mientras tecleo esto apenas llegan ruidos desde la calle. Hace unos años, el periodista Xavi Sancho escribió: “Emocionarse por una canción es tan absurdo como emocionarse por un gol. Pero cuando entra la pelotita…”. Es una verdad indiscutible. El año que viene el Alavés jugará en primera y el Azkena se celebrará los días 20, 21 y 22 de junio. En Vitoria-Gasteiz. ¿Dónde si no?

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