Lucio Blázquez, hostelero: “Llevé a Isabel Preysler a la mesa de Vargas Llosa y se hicieron novios”
El dueño de Casa Lucio acaba de cumplir 90 años y de recibir un homenaje por parte de los empresarios de La Latina, barrio madrileño donde lleva casi medio siglo sirviendo huevos con patatas
Lucio Blázquez (Serranillos, Ávila, 90 años) va todos los días a su restaurante de la Cava Baja sobre las 14.30. Cuando aparece por la puerta de Casa Lucio, los clientes que comen en la barra le aclaman como si fuera un actor famoso. “Venimos desde Tarragona para verle. Me tengo que hacer una foto con usted”, le dice una clienta. Él está feliz. Acaba de recibir un homenaje de la Asociación de Empresarios de La Latina, el barrio madrileño donde lleva casi medio siglo. Se sienta como siempre en la misma mesa, a la entrada: “Aquí recibo el cariño de la gente”.
Pregunta. ¿Necesita venir al restaurante a diario?
Respuesta. Sí, es mi vida. Con 90 años estoy en la flor de la vida. He conseguido todo lo que quería. Estoy orgulloso de lo mucho que he hecho por España y por Madrid. El rey Juan Carlos y yo somos los mejores embajadores de España.
P. ¿Echa de menos al Rey emérito?
R. Mucho. Es un fenómeno. Hablamos de vez en cuando y me gustaría que volviera a comer huevos a esta casa. No me gusta que se haya ido de España. También quiero mucho al nuevo Rey, le conozco desde que era pequeño.
Con 90 años estoy en la flor de la vida. He conseguido todo lo que quería. Estoy orgulloso de lo mucho que he hecho por España y por Madrid. El rey Juan Carlos y yo somos los mejores embajadores de España.Lucio Blázquez
P. ¿Es usted muy agradecido?
R. La vida es muy difícil, pero para mi personalidad ha sido fácil. Todo el mundo me ha acogido siempre bien. Llevo 70 años trabajando y no tengo enemigos. Lo digo con toda seguridad. Mis compañeros de hostelería me respetan, son una maravilla.
P. ¿Qué tienen sus huevos que no tengan otros?
R. Que son frescos, están bien hechos. Y la patata y el aceite son igual de buenos. El secreto es que hay que hacerlos y servirlos al momento. Ahora vuelven a estar de moda. Son muy sanos. Yo los como tres veces a la semana.
P. ¿Es buen relaciones públicas?
R. Tengo esa fama desde que era niño. Si escribiera mis memorias serían muy leídas y gustosas por todo lo que he vivido. Me he divertido y he disfrutado de la vida.
P. ¿Por qué no las ha escrito?
R. Porque no me ha dado tiempo. Tengo siete libros con miles de firmas de todos los clientes, muchos de ellos personalidades, de todo el mundo. Tengo una historia muy larga, pero no la puedo contar. Estas paredes han visto de todo, para lo bueno y para lo malo. Eso sí, nunca he tenido que echar a nadie del restaurante.
P. Usted tiene fotógrafos en la puerta, como Isabel Preysler.
R. Con ella tengo una anécdota. Vino al restaurante a comer, la llevé a la mesa de Vargas Llosa y se hicieron novios. Yo empecé esa relación, aunque ellos ya se conocían, pero aquí empezó el flechazo. Luego han vuelto a venir. Es muy guapa y agradable. Aquí se han conocido parejas muy importantes.
P. Es usted un celestino.
R. Este sitio es único. Si no fuera el dueño, sería cliente. Se come como en el mejor restaurante del mundo, y todos se van contentos. Para el género que tengo, el mejor, este es el restaurante más barato del mundo. Me echan la bronca los clientes porque no subo los precios.
P. Ahora tiene a sus tres hijos en el negocio.
R. Los tres son abogados, pero no ejercen. Se ocupan también de El Landó y de Los Huevos de Lucio, que son una maravilla. Mis hijos han salido al padre en lo trabajadores que son, además de guapos y educados.
P. ¿Le queda algo por hacer?
R. No. Nunca he querido ofender a nadie. Si me voy mañana, me voy muy, pero que muy orgulloso de cómo se ha comportado el mundo conmigo. Y sé que mis vecinos me quieren y me respetan. He dejado de hacer otros negocios por dedicarme a lo que quería.
P. ¿Mira la cuenta de resultados?
R. Ya no me preocupo de las cuentas. Nunca quise ser multimillonario, siempre quise ser un vividor. Podría tener avión privado. Me lo ofrecieron una vez, pero no lo he necesitado. Cuando desaparezca, quiero que mis hijos sigan su trayectoria y que no se preocupen por el dinero. Que se ocupen de hacer felices a los clientes. Ese es el gran lujo.
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