De cuna noble a escuela para todos: el instituto español más antiguo late con diversidad
El IES San Isidro de Madrid nació para ofrecer una formación puntera a la aristocracia, pero hoy es todo un emblema de la educación pública con programas de género e inclusión para el alumnado trans, además de su propio museo


Nació con la intención de ofrecer una formación puntera a los hijos de príncipes y nobles, pero hoy es todo un emblema de la educación pública donde la convivencia y el diálogo son claves. Situado en pleno corazón del Madrid de los Austrias, entre la plaza Mayor y la de la Cebada, se encuentra el Instituto San Isidro, el centro de educación secundaria más antiguo de España. Entre sus muros convive la solera con la diversidad. Su protocolo para aumentar la comprensión y el respeto al alumnado trans o el impulso de las vocaciones científicas femeninas lo corroboran. Este martes, sus 1.168 alumnos, como los del resto de centros madrileños de educación secundaria, vuelven a las aulas por las que también pasaron cuatro de los cinco Premios Nobel de Literatura españoles: José Echegaray, Jacinto Benavente, Juan Ramón Jiménez y Camilo José Cela.
En 1603, María de Habsburgo, hija del rey Carlos V, legó gran parte de su fortuna a los Jesuitas para reformar su modesto colegio y en 1625, Felipe IV fundó los Reales Estudios Superiores. Este cambio significó el paso a un estatus más alto, un hito por el que la actual dirección celebra este año su cuarto centenario, aunque no fue hasta el S.XIX, en 1845, cuando se convirtió en instituto de secundaria. “Queremos que este sea un lugar donde los estudiantes se sientan seguros. Aquí lo más importante son las personas”, insiste el director, Rafael Martín Villa, que ejerce la gerencia desde hace tres años.
Alumnos y profesores cuentan con un programa de intervención y atención educativa a la identidad de género para evitar cualquier tipo de discriminación por razón de sexo u orientación sexual. Se enfocan en prevenir el acoso escolar. “La educación avanza a una velocidad vertiginosa, siempre vamos por detrás de la sociedad y tenemos que adaptarnos a ella trabajando en el presente y mirando hacia el futuro”, comenta Martín Villa.
Desde hace más de 14 años también realizan numerosas acciones para fomentar la denuncia de la violencia de género. Además, los estudiantes reciben formación en resolución pacífica de conflictos con un papel activo como mediadores y participan en varios programas de movilidad de la Unión Europea. “Este año en los viajes se priorizarán a los alumnos que tienen menos posibilidades para visitar otros países”, aclara Martín Villa.
Su instituto pone especial atención al programa para la Orientación, Avance y Enriquecimiento Educativo, que busca apoyar el éxito académico de los jóvenes vulnerables. “Intentamos que nadie se quede atrás, que todos lleguemos a la meta. Eso es la escuela pública”, explica el profesor de Biología Alejandro Romero, ya jubilado.
El director está satisfecho con la comunidad educativa construida a lo largo de los años. “Tenemos un alumnado muy heterogéneo, pero todos se aceptan. Los veo en el recreo y me emociona comprobar lo que hemos creado”, reconoce. Antigüedad, modernidad y diversidad conviven entre una capilla del siglo XVI y un claustro barroco de 1672, obra del arquitecto Melchor de Bueras, que también construyó la Puerta de Felipe IV en el parque de El Retiro.

A lo largo del curso los estudiantes volverán a participar en el programa de educación afectivo-sexual a través del arte. “Es importante hacer hincapié en las relaciones consentidas y sanas, también en la prevención de las infecciones de transmisión sexual”, comenta la coordinadora del museo escolar, María José Gómez. El compromiso del centro con el medioambiente también es firme, la apuesta por la movilidad sostenible y el huerto escolar ecológico lo confirman.
Las aulas del instituto se remodelaron en la década de 1970, pese a que el edificio actual comenzó a construirse en 1613. Anteriormente, el colegio de la Compañía de Jesús estaba en la calle Imperial, al lado de la Colegiata de San Isidro, que era la catedral de Madrid hasta que pasó a serlo la Almudena. Recorrieron también los pasillos de esta entidad de enseñanza secundaria los hermanos Machado, la actriz Mary Carrillo y el rey emérito, Juan Carlos I, que acudió varias veces a examinarse.
El centro no tiene vinculación con la Compañía de Jesús desde 1.836, cuando se produjo la expulsión de los jesuitas de España. Fue entonces cuando se nombraron profesores laicos. Este curso serán 104 docentes y todavía tiene que cerrarse la matrícula semipresencial de la modalidad vespertina, que suele alcanzar 300 estudiantes más.
Un museo escolar con alumnos de guías
En 2011 el instituto recibió el Premio a las Buenas Prácticas Educativas, de la asociación Mejora tu Escuela Pública, por su proyecto de recuperación y puesta en valor de materiales didácticos históricos, involucrando al alumnado en su restauración y exposición, lo que permitió crear un museo escolar abierto al público que conecta el pasado educativo del centro con la enseñanza actual.

El alumnado de cuarto curso de educación secundaria y primero de bachillerato ejerce un día a la semana por la tarde de guía. “Vienen antiguos estudiantes y nos cuentan sus anécdotas y datos curiosos. Aprendemos y nos divertimos muchísimo con este proyecto”, cuenta Ana Miranda, estudiante de 17 años, que se matriculó en el Instituto San Isidro atraída por la oferta de bilingüismo en francés.
Beltrán Hernández, de su misma edad, la entiende. En su caso, lo conquistó la posibilidad de cursar bachillerato internacional en un centro público. “Es bonito ver como otros exalumnos acuden al museo y se emocionan. Aprendemos más nosotros de ellos que ellos de nosotros”, comenta el joven. Todos los días recorre una hora en transporte público para acudir a clase.
“Es un instituto que forja comunidad con el barrio que lo rodea, algo que valoro mucho”, expresa mientras la restauradora Marta Herranz repara los órganos de un caracol de papel maché, pertenecientes al siglo XIX. Son piezas que están en el museo escolar, al igual que los expedientes académicos de alumnos famosos, diversos animales naturalizados ya extintos o la primera radiografía del siglo XIX.






La alumna Matilda Martín, de 16 años, siente orgullo de pertenecer a este instituto, también tranquilidad por llevarlo en su expediente académico, es consciente de que hay lista de espera para acceder a este centro. “Es muy conocido”, apunta. Mientras, su compañera Margot Kirchhofer, de 17, recuerda una anécdota que le hizo especial ilusión: “Cuando era guía vino a vernos un antiguo profesor y nos dijo que le habíamos devuelto las ganas de enseñar”.
Los estudiantes del Instituto San Isidro se sienten afortunados por formar parte de una institución con siglos de historia. Caminar por sus pasillos, contemplar su patrimonio y conocer a las figuras ilustres que estudiaron entre sus muros les produce un fuerte sentimiento de pertenencia. Es inevitable que esa conexión con el pasado los inspire, recordándoles que ellos también son parte de una tradición de excelencia, conocimiento y vocación humanista que ya ha marcado la historia de España.
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