Adiós a la bombonería Santa, el símbolo de los chocolates madrileños
El contrato de renta antigua del local no se puede traspasar a los herederos tras la muerte de Martine Lavigne, lo que obliga al cierre de una tienda icónica, abierta desde 1932
Se acaban los míticos bombones de Santa. En la calle de Serrano, a la altura del número 56, en el corazón del opulento distrito de Salamanca, se encuentra una bombonería que abrió sus puertas en 1932. Poco a poco, antes de que todo fueran tiendas de lujo, hubo días en que la calle se llenó de tertulias y cafés a los que iban los grandes pensadores y artistas de la capital. De estos, que terminaron siendo parte del Madrid de siempre, ya no queda casi nada. Ahora, por delante del escaparate de Santa pasan sobre todo oficinistas y turistas que, cargados como van de bolsas de Gucci, Prada y Chanel, apenas reparan en el gran letrero de latón dorado que reza: Santa.
Los dueños de la chocolatería han anunciado este jueves que Santa cierra después de casi un siglo y que están vendiendo todo su mobiliario. “El contrato de renta antigua del local, después de la muerte de mi madre, no se puede traspasar, por lo que vamos a tener que desalojarlo en mayo. En la calle de Serrano los únicos que se pueden permitir pagar un alquiler de seis cifras son las grandes franquicias. Eso, para un negocio artesano como el nuestro, es inviable”, asegura el productor de cine Enrique López Lavigne, de 56 años, que ve el cierre del negocio familiar como un símbolo de ese Madrid castizo que está desapareciendo.
Amigos varios y amantes del chocolate (del bueno). Tras el fallecimiento de mi madre tenemos que dejar la bombonería que perteneció a mi abuelo desde 1932 en la calle Serrano 56…así que vendemos todo lo que queda dentro …de entrada esta historia escalera de caracol de 1957. pic.twitter.com/9n7iOEJUgI
— Enrique Lavigne (@enriquelavigne) April 11, 2024
Al entrar por las puertas de la bombonería, el olor a chocolate y el dorado de la estantería de madera forrada de latón hecha a mano en los años sesenta trasladan a sus visitantes a otra época. “Es como una cápsula del tiempo. No hemos cambiado nada de su decoración desde que abrimos”, asegura López, que pertenece a la tercera generación de Santa y a quien le gustaría que los clientes que se acerquen estos días a la tienda puedan sentir esa atmósfera. Quiere que se acuerden de los gatos, esos madrileños con padres y abuelos también madrileños, y de las chulapas y chulapos que en las fiestas de San Isidro abarrotaban la tienda para comprar bombones. Un Madrid que ha quedado retratado en fotos color sepia y que, con cada tienda centenaria que cierra, deja de existir un poco más.
La chocolatería la fundó su abuelo, José López Rodríguez. Inicialmente, fue una fábrica de bombones que quedaba en la plaza de Roma, en el municipio madrileño de Leganés. Después, abrió su primer local en la calle de Espoz y Mina 11 y, en su mejor momento, llegaron a tener además otros dos locales: uno en la calle de Preciados, 13 y el de Serrano 56. Ahora, 92 años después, no quedará ninguno. “Siempre pensamos qué Santa sería eterno”.
López fue quien creó todas las recetas de unos bombones que conservan su secreto y que están recubiertos a mano. “Hizo del chocolate un arte y un sustento de vida para su familia”, dice el productor, que se siente muy orgulloso de mantener las recetas y los proveedores originales. Las rocas de almendra y avellana, que no caben en la boca, los troncos de coco, la leña vieja y las barritas de chocolate amargo con canela son las favoritas de toda la vida de los clientes más fieles. En realidad, es imposible escoger solo uno de los chocolates entre las decenas de bombones que tiene la tienda.
Sus finos envoltorios son reconocidos por cualquiera que haya recibido una caja de chocolates de Santa: cestas, cajas de té o forrados en tela. Ahora, estos envoltorios forman parte del mobiliario que está expuesto para ser adquirido en la tienda. “Todo está a la venta. Desde las pesas por 2.000 euros, la tela con la que está forrado el local, hasta su gran escalera de caracol de 1957 que todavía no se ha podido calcular su precio”, asegura Verónica López, hermana de Enrique.
Cuando piensan en la tienda, no pueden evitar emocionarse. Ambos crecieron entre esas paredes, disfrutando el olor a chocolate puro. “Recuerdo que cuando llegaba del colegio siempre subía por aquella escalera para hacer los deberes. Luego llegaba mi hermana y juntos esperábamos a que mis padres cerraran la tienda a las 20.00. Ahí volvíamos los cuatro a casa en un mini 850, que era con el que repartíamos los bombones”, recuerda Enrique. Durante esos años, vio entrar por la tienda a jeques árabes, al rey Felipe VI y a decenas de artistas, entre ellos Concha Velasco, que pasaba las tardes junto con su madre bombón va, bombón viene, hablando de las últimas novedades del mundo de la farándula madrileña. También recuerda todas aquellas Navidades y fiestas en que sus padres llegaban tarde a casa porque eran los días donde más trabajo tenían en la tienda. A cambio, eso sí, cuando se trataba de hacer un regalo o de llevar bombones al colegio por su cumpleaños, él y su hermana eran los reyes.
Martine Lavinge murió a los 77 años después de dedicar toda la vida a la bombonería. “En su último cumpleaños, alquilé una limusina para que mi madre pudiera ver Madrid. Ya casi no se podía mover y ella lo único que me pidió es que pasáramos por Serrano para ver el escaparate de la tienda”, recuerda López. Hasta el último día en el hospital, Martine Lavigne le pedía fotos de la tienda para saber cómo estaban los chocolates. “Mi madre era una parisina de 18 años que le dio a la bombonería de la familia de mi padre, José Manuel López, el toque cosmopolita y femenino que volvió Santa la chocolatería más importante de la capital”, afirma López.
Gracias a todos por la ola de amor que hemos recibido con el cierre de SANTA… pic.twitter.com/78cwNto6y4
— Enrique Lavigne (@enriquelavigne) April 11, 2024
El jueves, Verónica le pidió a Enrique que pusiera un tuit en la red social X para ver si ayudaba a vender el mobiliario de la tienda. “Me ha sorprendido la reacción de la gente, no me lo esperaba. Está siendo abrumador tanto cariño y amor por Santa”, dice el productor, aunque se le estruja el corazón de pensar en el cierre. “Es una etapa que se cierra y se siente como algo trágico”. López, antes de dedicarse a la gran pantalla, fue, por supuesto, bombonero.
Santa seguirá abierta hasta mediados de mayo, esperando que todo el mobiliario encuentre un nuevo hogar y los últimos bombones caigan en manos de los más golosos. Con su cierre, también se jubilará Carmen Lariva, que ha estado detrás del mostrador los últimos siete años. “La hemos dejado morir y ahora somos conscientes de que no queremos renunciar a Santa. Hemos estado hablando con la familia sobre cómo podemos refundar la bombonería usando la marca. No será fácil sin un escaparate, pero esto también forma parte de la historia de la saga”, asegura López. La calle de Serrano se queda sin su rincón más dulce.
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