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Una productora madrileña rescata del olvido a Leopoldo de Luis

La derrota de la II República convirtió al escritor castigado por el franquismo en uno de los 300.000 españoles presos en cárceles y campos de concentración

El crítico, escritor y poeta Leopoldo de Luis en su casa de Madrid en 2003.
El crítico, escritor y poeta Leopoldo de Luis en su casa de Madrid en 2003.Miguel Gener

“Ni los muertos se van: son plomo oscuro y cal bajo la tierra y una invisible herida”. Estos versos pertenecientes al poema “De aquí no se va nadie”, de Leopoldo de Luis (1918-2005), levantan una fortaleza contra el olvido. Ahora, medio siglo después de ser escritos, verá la luz un documental centrado en la vida y obra de su autor. No se trata de un documental cualquiera: combinará los recursos habituales con otros mucho más originales como la videopoesía. No en vano la principal artífice del proyecto es poeta y comunicadora audiovisual, una mezcla que le permite ampliar la perspectiva con la que enfocar a un escritor castigado por el franquismo cuya vida es digna de protagonizar varias películas y que, sin embargo, no es tan conocido como otros de sus contemporáneos que también sufrieron el exilio interior.

Pilar Astray (Madrid, 1990), directora de De aquí no se va nadie. La mirada del poeta Leopoldo de Luis (1918-2005), se ha propuesto devolver a su figura la importancia que merece. Tengo la fortuna de compartir unas horas con ella y Masles Roy, su socio en la productora madrileña Mundos Flotantes –con sede en el barrio de Arturo Soria– y el encargado del montaje y la edición del documental. Ambos son jóvenes, apasionados y amantes del arte. Reconocen estar desarrollando el proyecto sin ninguna ayuda económica. La idea surgió hace algunos años, cuando Pilar, conocida también artísticamente como Boadicea, obtuvo un accésit del Premio de Poesía Leopoldo de Luis para residentes en el barrio de Tetuán. La junta de distrito, presidida entonces por Montserrat Galcerán, vio en su mirada poética y su experiencia en el ámbito audiovisual una oportunidad para otorgarle un aire nuevo al premio, de cuya organización se encargaría a partir de ese momento a través de Mundos Flotantes, la productora que dirige y de la cual es cofundadora. Fue entonces cuando se despertó su curiosidad por la figura de Leopoldo de Luis.

Nacido en 1918 en Córdoba con el nombre de Leopoldo Urrutia de Luis, se trasladó a Valladolid con su familia un año más tarde. Llegó a Madrid con 17 para ingresar en la histórica Residencia de Estudiantes, donde conocería a grandes poetas como Antonio Machado, Miguel Hernández o Vicente Aleixandre. Por entonces, ya tenía clara su vocación y sus primeros poemas aparecieron firmados con el nombre de “Leopoldo Urrutia”. Sin embargo, poco después estalló la Guerra Civil y, lejos de mantenerse al margen, se alistó en el Quinto Regimiento del ejército republicano. La derrota de la II República lo convirtió en uno de los 300.000 españoles presos en cárceles y campos de concentración. Pasó por la plaza de toros de Ciudad Real –reconvertida en campo de concentración–, el penal de Ocaña y los batallones de trabajadores del franquismo en el Campo de Gibraltar. En 1940 fue liberado y regresó a Madrid. Sin embargo, comenzó entonces otra lucha: la de sobrevivir en la nueva sociedad franquista sin renunciar a la poesía. Para burlar la censura, se vio obligado a cambiar el nombre con el que firmaba sus poemas y utilizó su apellido materno. Así nació Leopoldo de Luis.

Un refugio poético

La posguerra madrileña no fue fácil. Ganaba el sustento como trabajador de una compañía de seguros mientras continuaba con su actividad poética colaborando en revistas –Garcilaso, Espadaña, Cántico– y asistía a tertulias literarias junto a grandes artistas como Gabriel Celaya, Blas de Otero o Carmen Conde. Su hijo, el también poeta Jorge Urrutia, admite que, más que un hijo, constituía para Leopoldo un símbolo de aquella supervivencia: “Después de la derrota en la Guerra Civil, tuvo que rehacer su vida no ya laboralmente, no ya personalmente, sino íntimamente”. Jorge Urrutia (Madrid, 1945), inspirador del primer poemario de Leopoldo –Alba del hijo, de 1946–, ha seguido de cerca el proyecto del documental, aportando su imprescindible testimonio y convirtiéndose, en palabras de Pilar Astray, en “un mentor”. Además de él, un buen número de intelectuales españoles relacionados con el poeta o con su obra han proporcionado su granito de arena para construir la narración del documental: Isaías Lafuente, Javier Lostalé, Fanny Rubio, Juana Castro, Antonio Hernández, Juan Van Halen, Manuel Gahete, Gonzalo Santonja, Luis Alberto de Cuenca, Juan Cruz, Pepa Nieto, José Antonio Pascual, Valentín Navarro, César Antonio Molina... También personas cuyo testimonio resulta esclarecedor para recuperar la memoria de aquella época, como Josep Sala, superviviente de los campos de concentración franquista que, a sus 100 años, afirma con convencimiento: “La posguerra fue peor que la misma guerra”.

A pesar de los obstáculos, Leopoldo de Luis consiguió abrirse un hueco en el panorama literario madrileño y en el nacional, sin perder dejar de lado nunca la preocupación social. La poesía constituyó su refugio. Como asegura José Antonio Pascual, miembro de la RAE, fue la suya “la épica del perdedor, la épica de la compasión”. La desarrolló desde la valentía, pero también desde la bondad y la amabilidad. Decenas de libros publicados y varios galardones importantes como el Premio Nacional de Poesía constituyen pruebas del reconocimiento obtenido, que contrasta con lo arrinconada que ha quedado su figura a lo largo de los años.

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Para Pilar Astray Boadicea, sacar adelante el documental representa, sobre todo, “una cuestión de justicia, de reparación”. Junto a su equipo –Masles Roy, Enrique Rollán, Eva Merino y Alberto Carrasco– ultima los preparativos de un largometraje que va más allá de la vida y obra de Leopoldo de Luis: “Esta película busca también arrojar luz sobre preguntas actuales y eternas que se plantea cualquier artista o persona con una vocación, porque la historia de Leopoldo de Luis y su generación de posguerra nos ayuda a romper el mito del artista romántico individualista”, admite. Cuestiones como la libertad y la supervivencia creativa acompañarán al artista actual, entablarán diálogo con esa parte artística que muchos espectadores poseen. Será “una experiencia poética sorprendente, pero universal y curiosamente familiar”. Y volverán los muertos, con sus heridas abiertas y los versos de Leopoldo de Luis a la cabeza. Mientras, de aquí no se irá nadie.

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