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Exilio y sed de las grandes poetas del 27

Sheila Blanco pone música a poemas de mujeres innovadoras y comprometidas con la modernidad de España antes de la Guerra Civil

Sheila Blanco, sentada en el piano del Café Barbieri, en Madrid.
Sheila Blanco, sentada en el piano del Café Barbieri, en Madrid.KIKE PARA
Fernando Navarro

“Una taza es poca para tanta sed junta”. Escribía este verso la poeta Ernestina de Champourcin cuando se le agolpaban recuerdos de su rápida huida de Madrid por la sinrazón del fuego y las bombas. Estallaba la Guerra Civil y Ernestina, casada con Juan José Domenchina, secretario personal de Manuel Azaña, marchaba para Valencia, luego Barcelona y París, y finalmente México, cuando ya el fascismo impuso su puño de muerte a los republicanos. Ernestina escribía de exilios y sed. “¿Para qué las palabras?”, se preguntaba. “Para vivir con ellas”, se respondía. La poeta vivió con ellas, aunque padeció un doble exilio: el de la vida y el de la memoria. Sufrió el primero por pertenecer al bando de los vencidos y el segundo por ser mujer. Su historia se repite en otras historias de grandes poetas de la Generación del 27.

A veces, ciertamente, una taza es poca para tanta sed y no hay suficientes palabras para tanto que decir. Eso le pasó a Sheila Blanco cuando el 23 de febrero de 2016 descubrió el documental Las Sinsombrero, de Tània Balló, Serrana Torres y Manuel Jiménez Núñez. “Me explotó la cabeza”, confiesa. Aficionada a la literatura, gracias a esa cinta, supo que en la Generación del 27 había mujeres más allá de los nombres conocidos de Federico García Lorca, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre o Luis Cernuda. Como en tantas ramas artísticas, las mujeres habían sido apartadas de la historia y este movimiento vanguardista estaba ocupado solo por hombres. Mujeres como Ernestina de Champourcin, Concha Méndez, Elisabeth Mulder, Pilar Valderrama o Josefina de la Torre eran tan innovadoras como el resto de ilustres de esa generación de plata de las letras españolas. Y el descubrimiento se convirtió para Sheila en “una señal”: al día siguiente del visionado del documental, murió su “abuela del alma” Carmen. “Me lo tomé como si ella antes de irse me dejase el regalo de haber visto el documental”.

Un regalo que pasó a obsesión, a meses “muy intensos” de conocer poemas, biografías y libros de aquellas mujeres brillantes que completaban una historia incompleta, “fragmentada”. “La literatura y las emociones no tienen género”, explica Sheila, sentada en el Café Barbieri del barrio de Lavapiés. “Desde esa señal me pareció muy importante saber cómo pensaba y sentía la otra mitad. Quería remarcar que ellas estaban allí y que no tenía nada que ver con el lema de Juan Antonio Vallejo-Nágera, que hizo suyo el franquismo: ‘El hombre mira al mundo y la mujer al hogar’”. Aquellas mujeres miraban también al mundo y Sheila les dedicó un disco, Cantando a las poetas del 27. El álbum, autoeditado y publicado el año pasado, se presenta el sábado 1 de mayo en los Teatros del Canal con una ambiciosa puesta en escena donde su creadora tocará y cantará poemas musicados al piano, contará vidas y logros de las mujeres talentosas dedicadas a la poesía e incluso habrá coreografías.

La poeta Concha Méndez.
La poeta Concha Méndez.

Una oportunidad perfecta para adentrarse en el universo de Carmen Conde, la primera mujer miembro de la Real Academia de la Lengua, una institución que data de 1713 y la aceptó en 1979, y que salvaguardó siempre el anhelo de esperanza de “un exilio interior” ante el franquismo. O de la propia Ernestina de Champourcin, quien gestionó el Departamento de Literatura del Lyceum Club Femenino, el espacio madrileño inaugurado en 1926 y que cerró sus puertas en 1939 tras la derrota republicana. Ubicado en la Casa de las Siete Chimeneas de la plaza del Rey, detrás de Gran Vía, el Lyceum Club congregaba a buena parte de la intelectualidad femenina de la Generación del 27, promoviendo el desarrollo educativo, cultural y profesional de las mujeres bajo los preceptos modernos de la época que, inspirada en la Institución Libre de Enseñanza de Giner de los Ríos, alumbró el Centro de Estudios Históricos, las Misiones Pedagógicas, el Instituto-Escuela o la Residencia de Estudiantes. “Toda Europa estaba mirando a España y éramos un país puntero en todos los sentidos”, explica Sheila. “Era normal que saliesen tantas mujeres valiosas en los años veinte si en 1910 se creó la ley que permitía a las mujeres ir a la universidad. Al dejarlas estudiar, pudieron demostrar todo lo brillantes que eran”.

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Una de estas mujeres fue Concha Méndez, “la mujer torbellino”, en palabras de Sheila. Perteneció al Lyceum Club Femenino y fue amiga de Lorca, Cernuda y Alberti. Una surrealista defensora de la libertad y la creatividad. Ella protagonizó junto a Margarita Manso y Maruja Mallo el ya famoso gesto de quitarse el sombrero en público en el centro de Madrid, que dio título al documental que le cambió la vida a Sheila. Fueron secundadas por dos compañeros de radicalismos y correrías madrileñas: Lorca y Salvador Dalí. A ellas y ellos les insultaron y apedrearon en la Puerta del Sol por su señal de rebelión. “Mis brazos: dos remos / La quilla: mi cuerpo. / Timón: mi pensamiento”, escribió Concha Méndez en el poema Nadadora.

Imagen del documental 'Las Sinsombrero'.
Imagen del documental 'Las Sinsombrero'.

Eran mujeres profundamente comprometidas con su tiempo y su realidad social. “Con una actitud rompedora y abierta”, señala Sheila, quien reconoce que, a veces, llora en el escenario cuando canta sus poemas mientras ve sus rostros en las pantallas. “Me siento como una especie de médium con ellas. En el camerino me quedo sola y doy vueltas en círculo diciendo sus nombres. Es como si las quisiera invocar”, añade con una sonrisa. Invocar a las mujeres de la Generación del 27 que transformaron el panorama cultural y artístico de una España que se abocaba al abismo, al pensamiento de plomo, al deseo contrario al que apelaba Josefina Romo Arregui en uno de sus versos más bellos: “Quiero besarte la risa y sus notas cristalinas”. La misma España que las acabó olvidándolas en su exilio.

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Sobre la firma

Fernando Navarro
Redactor cultural, especializado en música. Pertenece a El País Semanal y es autor de La Ruta Norteamericana. Ejerce de crítico musical en Cadena Ser. Pasó por Efe, Abc, Ruta 66, Efe Eme y Rolling Stone. Ha escrito los libros Acordes Rotos, Martha, Maneras de vivir y Todo lo que importa sucede en las canciones. Es de Madrid.

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