El nuevo sándwich de churros y la churrería más antigua de Madrid
De Manosanta, la nueva churrería de diseño abierta esta semana en el barrio de Goya, a la más antigua ubicada en Malasaña desde 1883. Dos opciones para endulzarse con lo más tradicional del invierno
Nacho Aragón, el hijo pequeño de Emilio Aragón, quería montar una churrería por no perder una tradición que en su familia tenía mucho arraigo: la de tomar churros con chocolate los domingos por la mañana. A sus 26 años, después de estudiar Administración de Empresas y fundar con otros socios la firma de ropa Neutrale, convenció a su tía, Amparo Aragón, para embarcarse juntos en esta aventura. “Nos apetecía hacer algo bonito con un producto tan nuestro y reivindicar la importancia que tienen los churros en Madrid”, dice Nacho. “No queríamos salirnos de la tradición, pero sí llegar a las nuevas generaciones con algo más cuidado, más limpio y dándole una vuelta de tuerca”, explica.
Y así es Manosanta, un local de decoración minimalista con unas pocas mesas en el que el protagonismo se lo lleva el churrero, a quien se ve cómo trabaja desde la calle. “El nombre Manosanta es un homenaje a este oficio porque la materia prima es básica y todo depende de la buena mano del churrero”, aclara Nacho. “Nosotros teníamos experiencia en comerlos, no en hacerlos. Y desde que se me ocurrió la idea hasta que abrimos esta semana hemos pasado un año probando churrerías, asesorándonos y haciendo pruebas hasta lograr el resultado que queríamos”, añade.
Pecaditos y Pecado mortal
Entre su oferta, además de encontrar churros clásicos, han creado unos más pequeños a los que han llamado Pecaditos y de los que resulta imposible comerse solo uno. Por 2,50 euros los sirven en un cubo de cartón y ofrecen acompañarlos con dulce de leche, leche condensada o Nutella por 0,55 euros más. Para las personas más golosas han ideado el sándwich Pecado mortal. Consiste en dos pequeñas espirales de churros con un helado artesano en medio. Los helados los elaboran a diario en Maison Glacée, una de las mejores heladerías de la ciudad, y los sabores son de chocolate con leche, de vainilla, de stracciatella, de pan de masa madre, chocolate y aceite de oliva virgen extra, de pistacho, de caramelo con flor de sal y de sorbete de mango y Jerez. Con estos helados también hacen batidos mezclándolos con leche de la sierra de Madrid La Colmenareña y rematados con nata a 5,50 euros.
Al chocolate también le han prestado la atención debida y de eso se ha encargado Amparo. “Con el tiempo iremos añadiéndole toques especiales”, dice. Amparo tuvo durante quince años la escuela Cocina Cayena, la cerró desde el comienzo de la pandemia y ahora está volcada en Manosanta con su sobrino y Javier Gimeno, el tercer socio. Además, menos los sándwich de helado, que aún están pensando cómo hacerlos llegar a casa, el resto de la carta se puede pedir a través de Glovo.
1883, la churrería más antigua de Madrid
Teresa Manzano conoció a su marido trabajando como churrero en Argüelles y juntos compraron la centenaria 1883, donde continúan junto a sus hijos. “La cogimos en 1989 porque la siguiente generación de la familia fundadora no quería seguir con el negocio”, cuenta Teresa. Comenzaron vendiendo a cafeterías. Llegaron a distribuir a doscientos establecimientos de la capital y después de la pandemia se han quedado con cien, todos en el centro de Madrid. En 2016 dieron un paso más cuando los hijos de Teresa y Carlos Manuel reformaron el local para montar la actual chocolatería y así poder disfrutar en sus mesas de los productos que se hacen en el obrador visto. “Cuando se inauguró en el año 1883 ya tenía unas mesitas parecidas dentro del local y lo llamaban el cafetín. Así que solo volvimos a lo de antes”, explica.
Cada día empiezan a las cuatro y media de la mañana a preparar las masas. “Así da tiempo a que reposen y hacer dos amasados”, dice. Y desde las seis y media atienden a sus primeros clientes. Teresa asegura que su éxito se debe a que ponen cuidado en que los churros no tengan mucha grasa. “Para eso lo más importante es la fritura. La temperatura ideal para que no chupen mucho aceite es entre 230 y 238 grados. Antes lo hacíamos a ojo, pero ahora tenemos unas sartenes que lo marcan”.
Al igual que Manosanta, también elaboran churros pequeños, en su caso con forma de lazo y venden la ración de 14 unidades a 1,50 euros y con chocolate a 4,50 euros. De sus clásicos se pueden tomar cuatro churros por 1,40 euros, la taza de chocolate a 2,50 euros. Para llevar venden medio litro de chocolate y seis porras u ocho churros a 7 euros y se pueden pedir por diferentes plataformas de envío a domicilio. No existe merienda más apetecible estos días.
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