Así son los vecindarios más movilizados del cinturón rojo de Madrid: más renta y tendencia a la derecha
La izquierda fía su victoria en las autonómicas del 4-M a una subida de participación en los barrios obreros. Estas son las calles con más voto
Para ganar las elecciones del 4-M, la izquierda ha puesto el foco sobre una brecha bien notoria en Madrid: el norte rico vota más que el sur pobre. Unidas Podemos pide “que hable la mayoría” en el eslogan de campaña que anunció este sábado y su candidato, Pablo Iglesias, insiste en la abstención de las clases populares en cada aparición: “Esto va de si vota la misma minoría de siempre o si la gente que muchas veces se ha quedado en su casa va a votar”. Una de las figuras de Más Madrid, el veterano líder vecinal Félix López-Rey, pronunció la semana pasada un discurso viral en el que, emocionado y entre aplausos, recordaba las movilizaciones de los barrios de la periferia madrileña en los años setenta y ochenta: “Coño, seamos conscientes de nuestra fuerza”.
Pero no todo el llamado “cinturón rojo” de Madrid es igual de abstencionista. Si hacemos zoom sobre el mapa del voto en las autonómicas de 2019, descubrimos que los vecinos relativamente ricos del sur madrileño son también los que más votan. Para disgusto de los partidos de izquierda, los vecindarios más movilizados de estas zonas se inclinan más hacia la derecha que los que votan menos.
La buena noticia para la izquierda madrileña es que tiene un amplio margen de mejora, porque hay una bolsa enorme de secciones censales abstencionistas donde suelen ser la opción preferida, dice Gema García Albacete, una profesora de Ciencia Política de la Universidad Carlos III que ha estudiado la participación. La mala noticia, añade, es que el voto es un hábito y persuadir a esos vecinos de acudir a las urnas y votar por ellos no es fácil.
“Se ha observado desde hace décadas en estudios hechos en muchos países que siempre participa más el que tiene más recursos y tiempo”, dice García Albacete. “Pero cuando las elecciones son más competitivas esa desigualdad disminuye”.
Si analizamos los votos de toda la Comunidad de Madrid por sección censal —una extensión menor que un barrio, en las que viven unas 1.500 personas—, encontramos claras diferencias de participación. En el 30% de secciones más ricas la movilización en las últimas elecciones autonómicas fue del 75%. En el 30% más pobre apenas alcanzó el 60%.
“Siempre voto”
En el sur hay vecinos que nunca faltan a la cita con las urnas. “Siempre voto”, dice Carmen Carretero, una jubilada de 81 años antigua votante del PSOE. Casi ocho de cada diez votantes participaron en las últimas autonómicas en la sección censal de Carretero, en el distrito de Villaverde, muy por encima de la media del 64% en toda la Comunidad de Madrid.
Tampoco todos los vecindarios de los municipios y distritos del sur son monocolor. En la mayor parte de las mesas ganan los partidos de izquierdas, pero en aquellas donde la participación es mayor el margen se reduce. En algunas incluso quedan por detrás de los partidos de derechas.
Participación y voto a PSOE, MM y UP en las elecciones de 2019
La derecha se impuso por tres puntos en el vecindario de Carmen Carretero, unas torres de hasta 14 plantas de Villaverde, donde abundan los jubilados propietarios con buenas pensiones y pisos de veraneo en la playa. Es una zona ajardinada y tranquila en el barrio de Ciudad de los Ángeles, donde se encuentran algunos de los pisos más caros del distrito, de entre 150.000 y 200.000 euros. Arriba, cuatro o cinco banderas de España en los balcones; abajo, algún que otro vehículo Mercedes, BMW o Audi en los aparcamientos callejeros.
Los más veteranos del lugar recuerdan que en su origen en los años setenta estos edificios estaban separados del resto del barrio por una valla y guardias de seguridad. Se conocían como la Colonia El Ahorro y pertenecían a La Caixa, que los alquilaba con opción a compra a los empleados de sus oficinas.
Carretero es una antigua votante del PSOE que está decepcionada con Sánchez. “Como Felipe y Guerra no ha vuelto a haber socialistas”, dice ella. Se refiere a Felipe González y Alfonso Guerra, los líderes que a principios de los ochenta lograron el primer Gobierno socialista de la democracia. Está indecisa, pero quizás vote a la presidenta Isabel Díaz Ayuso, la aspirante del PP que busca conservar el cargo. “Me gusta que haya ayudado a los hosteleros [durante la pandemia]”.
Otro exvotante socialista es Israel Velasco, de 38 años, que lleva toda la vida en ese vecindario y es uno de los socios de la inmobiliaria Dreams. La última vez votó a Ciudadanos y ahora no sabe qué hacer. No descarta a Ayuso, dice, pero una cosa tiene segura: “Al coletas, seguro que no”.
Pero basta andar un poco por el distrito de Villaverde para encontrar señales de que muchos vecinos detestan a la presidenta Ayuso. En la barra de los bares se distribuye gratis el periódico del distrito. La foto de portada es para un ninot de Ayuso, “la Pinocha”, como la llaman. La noticia está dedicada a una manifestación de vecinos pidiendo un centro de salud. Por las calles hay anuncios de Mudanzas Che Guevara, un nombre comercial que en el norte de la ciudad sería la ruina.
El problema de la izquierda es que estos otros vecinos no hablan con mucha ilusión. “¿Movilizarnos en favor de qué?”, se pregunta Luis Vara, presidente de Asveyco, la asociación de vecinos de Ciudad de Los Ángeles. “Nosotros no hemos dejado de movilizarnos para conseguir cosas, pero desgraciadamente las hemos conseguido gracias a gobiernos de derechas”, añade y cita varios ejemplos: la rehabilitación de edificios, la instalación de ascensores, el Metro. El último ejemplo, añade, es un arreglo de calles que la exalcaldesa Manuela Carmena no aprobó hasta 2019, al final de su mandato. Es un proyecto que el regidor actual, el popular José Luis Martínez-Almeida, ha hecho suyo, cuenta Vara.
En Usera también hay hartazgo, según la socióloga Itziar Arregui, de 30 años: “Los partidos de izquierda deberían hablar más de cuestiones que afectan al día a día de la gente, como los salarios o la vivienda”.
Una identidad diluida
Los expertos creen que parte de ese desencanto se debe también a que se ha diluido la fuerte identidad que tenían las clases populares en la segunda mitad del siglo XX. Ya no es tan común que los trabajadores sean obreros de grandes fábricas, donde se solían organizar en sindicatos para defender sus intereses comunes. Ahora son asalariados de empresas de servicios más pequeñas o autónomos dependientes de uno de los gigantes de la nueva gig economy, a la caza del próximo pasajero o de un reparto a domicilio.
“Sabemos que la renta de los barrios influye [en la participación], pero menos que hace décadas”, dice Javier Lorente, profesor de Ciencia Política. “Hoy los partidos compiten por todos los votos, sin diferenciar tanto entre grupos sociales. Esto antes no era así”. En los años cincuenta, los partidos europeos de izquierda orientaban sus campañas hacia la clase trabajadora industrial, un grupo claramente identificable y hoy mucho menos frecuente. “El voto ahora está más condicionado por otros factores como la confianza en las instituciones o en que la política pueda resolver tus problemas”, puntualiza Lorente.
Sobre el terreno, a veces saltan a la vista las diferencias de los vecindarios de más renta con el resto del distrito. En algunos casos, como el distrito de Usera, son edificios con comodidades semejantes a las de los barrios acomodados del norte: jardines privados, pista de pádel, solárium, piscina y plaza de garaje. Son urbanizaciones nuevas junto al Manzanares que han creado una de las fronteras de renta más salvajes de Madrid. La presidenta Ayuso y el líder del PP, Pablo Casado, visitaron hace una semana un restaurante de esta zona gentrificada, donde sirven chuletón de rubia gallega al carbón por 75 euros el kilo.
“Votan lo que votan. Claro. Es que un mileurista no puede pagarse un piso de 400.000 euros o más”, dice sobre las viviendas más caras de Usera una asesora inmobiliaria de Red Piso, Lola Martínez.
A veces estos vecinos rechazan el nombre del distrito y buscar una identidad alternativa: el barrio o incluso un parque. Los ricos de Villaverde prefieren decir que viven en Ciudad de los Ángeles, los de Usera viven en Madrid Río.
Hay quien ve clasismo en ese comportamiento. “Algunos creen que Ciudad de los Ángeles es la Moraleja de Villaverde y a mí eso me repatea porque todos aquí somos trabajadores”, dice el presidente de Asveyco.
Los votantes asiduos de Carabanchel, junto a la parada de metro Eugenia de Montijo, viven en pisos de 160 metros cuadrados, según el catastro, casi el doble o el triple que los del entorno. Son torres de 14 plantas con jardines vallados y carteles que advierten que no se puede acceder. En las anteriores autonómicas, la derecha sacó aquí casi el 60% de los votos.
Votan más los vecinos de la Asamblea
En el distrito de Puente de Vallecas, pasa algo curioso. Los que más votan no son los que más tienen, sino los vecinos del edificio de la Asamblea. Como si la proximidad de la casa del pueblo madrileño fuera un recordatorio de la importancia del sufragio. Votó el 83% de los censados, una cifra altísima que los coloca en el puesto 55 de las 4.417 secciones censales de la Comunidad de Madrid.
Vallecas tiene mucho orgullo obrero, pero aquí hay votantes con conciencia de clase como Araceli Medina que se sienten desencantados. Esta limpiadora de 65 años siempre ha votado a la izquierda pero esta vez tiene más dudas de lo habitual.
“Ahora a la mínima te tachan de fascista, cuando no soy para nada una facha”. Lo dice el día después de los choques entre partidarios de Vox y manifestantes antifascistas, en una plaza no muy lejana.
“Este clima al final hace que muchos [votantes de izquierda] se pasen al otro extremo”. Y concluye resignada: “Voy a ir a votar, pero no sé a quién, ya no me gusta ninguno”.
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