La nueva red social de Ayuso
La presidenta de la Comunidad de Madrid lleva un año en campaña. De su gestión poco se sabe, pero la permanente propaganda da la falsa apariencia de que sí toma decisiones
La tentación de apretar el “botón nuclear” del adelanto electoral habitaba desde hace tiempo en la cabeza de los estrategas que la presidenta Díaz Ayuso incorporó a su equipo en enero de 2020. Activarlo era una consecuencia natural de su actividad: Ayuso lleva un año de campaña.
Ese tiempo ha sido suficiente para consolidar algunos mensajes simples con palabras grandilocuentes (esa especie de Madrid cuna de la libertad, ese nacionalismo al mismo tiempo madrileño y español que nadie sabe de dónde ha salido, o sí, pero al que han tratado de quitarle el sabor a rancio) y, sobre todo, una actitud desacomplejada frente a la izquierda, sin matices. Ha transcurrido el plazo necesario también para moldear una imagen, una forma de liderazgo. Basta acudir a las antenas que han amplificado la señal para registrar los calificativos utilizados con más frecuencia: audaz, valiente, atrevida, heroína, rebelde...
El trabajo estaba hecho: Ayuso gusta en todo el espectro de la derecha sin necesidad de parecer beata, de mostrarse rodeada de cargas familiares, de proceder de familia acomodada, gozar de un patrimonio relevante o un expediente académico notable, como un producto interclasista, laico, hecho a sí mismo, moderno, sin complejos. ¿Por qué no apretar el botón?
Mientras tanto, el resto de sus rivales políticos estaban silenciados bajo los terribles efectos de una pandemia interminable, bien por timidez, bien por pudor, por dejación, por irrelevancia, por estar en riñas internas o por comodidad como era el caso de Vox. En la Asamblea de Madrid apenas se ha tratado de asuntos que afectaran a los madrileños. Se hablaba de España, incluso a veces de Cataluña, de suerte que el apellido más mencionado en esa Cámara ha sido el de Sánchez. Esa era la estrategia: Ayuso contra Sánchez y sus aliados. Ayuso en el centro del escenario.
La pandemia y sus efectos quedó sepultada al trasladarse el debate a la defensa de la actividad económica frente al presunto intervencionismo del “Gobierno social-comunista”, que quiere imponer horarios restrictivos, toques de queda y limitaciones a la libertad de movimientos. En contraste con las calles vacías y los comercios cerrados del resto de comunidades “obedientes”, Madrid expone al mundo su rebeldía como un lugar abierto, dinámico y libre donde se celebran centenares de fiestas ilegales cada fin de semana, una isla atractiva en medio de la depresión.
De la gestión del Gobierno de Ayuso poco se sabe, sin presupuestos, sin medidas excepcionales para desarrollar la economía, sin más actividad legislativa que una reforma de la ley del suelo recurrida al Constitucional, oculta su inoperancia bajo la polémica de la fiscalidad. Otro debate. Otro mensaje: Ayuso defiende impuestos más bajos frente a las intenciones del Gobierno de Sánchez por aumentarlos para convertir a los madrileños en subsidiados.
Y, claro está, la pandemia. ¿Cómo ha combatido Madrid la pandemia? Salvo una visita a La Paz (1 de junio) y otra al Gregorio Marañón (3 de noviembre), la presidenta ha preferido mostrarse en los dos hospitales que le sirven como plató de televisión para su campaña. Sus favoritos, Ifema y Zendal, los llamados “hospitales milagro”. Ifema nació como un inteligente recurso para aliviar la carga asistencial; era en definitiva un hospital de campaña dentro de un centro de Congresos. Tuvo utilidad, pero tenía trampa: solo se admitían enfermos de menor gravedad, de ahí que cuando se cerró pudiese rendir unas cuentas brillantes: apenas 15 fallecidos. Y luego el Zendal, una réplica, edificado en cuatro meses, promocionado como un centro digno de admiración internacional y que, tras sortear algunas polémicas, espera un balance presuntamente exitoso. Según los datos del pasado 12 de marzo cuenta con 168 pacientes, 24 de ellos en UCI, poca cosa para los 500 enfermos en UCI del resto de centros sanitarios.
Propaganda
El uso propagandístico de la gestión sanitaria ha sido elocuente, pero nadie parece haberse dado por enterado. Durante el periodo más duro, cuando Madrid era calificado como el epicentro de la pandemia, el consejero de Sanidad dejó pasar cuatro meses sin dar una rueda de prensa. Tampoco Madrid ofrecía datos solventes. Tras el alivio de la desescalada (Madrid pedía pasar de fase, pero los datos no le daban), la Consejería de Sanidad acometió una nueva estrategia: ruedas de prensa semanales para anunciar las medidas quirúrgicas adoptadas con las zonas básicas de salud, (ZBS), entes geográficos inservibles para los madrileños, que no se respetaban por puro desconocimiento y ausencia de control, pero que permitían cada semana un baile de nuevas zonas restringidas y zonas liberadas, como si esa práctica tuviera alguna incidencia, hecho que ningún epidemiólogo conocido ha podido probar. Daba igual. Lo importante era aparentar que se hacía algo. Y que se hacía más que los demás. Cada semana.
A lo largo del año pandémico, Madrid ha sido la comunidad con peores datos casi de forma permanente y con los descensos más lentos. También con el mayor número de fallecidos. Pero lo importante era el mensaje: medidas quirúrgicas, hospitales milagro…
Protagonista de portadas, visitante asidua de programas matutinos prime time, la campaña de Ayuso tiene sus réditos y sobrevive a la pandemia. Lo dicen las encuestas.
Y se dice en la calle, donde están quienes van a ser sus nuevos propagandistas, la nueva red social de Ayuso. Entren en un bar de Madrid y pregunten por ella.
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