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Contratos a cero euros: “Ojalá me metan en el dichoso ERTE”

Repartidores de pizza se quedan sin cobrar ni el sueldo ni el paro porque trabajan por horas y, con el confinamiento, no han hecho ninguna

Un repartidor pasa frente al establecimiento de Domino's  Pizza de la calle Francos Rodríguez de Madrid.
Un repartidor pasa frente al establecimiento de Domino's Pizza de la calle Francos Rodríguez de Madrid.Luis De Vega Hernández

La crisis económica que sufren muchos trabajadores por la covid-19 ha traído una paradoja para algunos: los que ganan más cuando sus empresas los mandan al paro, a través de un ERTE, que cuando se quedan en plantilla. Sufren las consecuencias de contratos a cero euros, contratos “por horas” que, con la cuarentena, se quedan a final de mes en “ninguna trabajada”. Esposados a sus empresas, pero con el contador a cero, los trabajadores se quedan en un limbo. Sin paro, sin sueldo y sin ninguna otra opción que tirar de sus ahorros, los que tienen esa suerte.

Es el caso de decenas trabajadores de la cadena de comida rápida Domino’s Pizza, la peor en cuanto a condiciones laborales de su gremio, según datos de CC OO. Para muchos, su puesto de trabajo no sale rentable. “Ojalá a mí me metan en el dichoso ERTE”, suplica Sofía Jaroso, una repartidora de 35 años que lleva un mes sin ingresar un euro. Un 85% aproximadamente de los trabajadores del sector de la comida rápida en Madrid está afectado por el ERTE. El resto, como ella, se pelea por entrar en el planillo de trabajo.

Nunca tuvo un sueldo para tirar cohetes. Antes del coronavirus, cobraba alrededor de 550 euros al mes por un contrato de 25 horas semanales. Llevaba 20 meses. Acudió a la cadena de comida rápida porque llevaba mucho tiempo en el paro y necesitaba ingresos. No le iba del todo mal. Vive con su pareja en un bajo coqueto de una urbanización de Getafe (Madrid) por el que paga 825 euros al mes. Él, mecánico y autónomo, sufre del mismo mal. Con el confinamiento, no hay coches que arreglar y tampoco ingresos. “Hemos hablado con el casero, pero no nos puede ayudar porque también se ha quedado sin trabajo”, empieza a contar la mujer, cada vez más desesperada.

Ella trabaja en uno de los dos Domino’s que hay en la localidad madrileña de Fuenlabrada. La empresa utilizó el ERTE para el personal de sala, pero no para los repartidores, por si había pedidos a domicilio. De los dos establecimientos, la empresa dejó uno abierto con los repartidores de ambos locales. Pasaron de ser 16 a 30. Más personas para menos horas. Desde el 15 de marzo, Sofía no ha trabajado ni un minuto. Y como no tiene un sueldo base, no ha cobrado nada desde entonces.

Sofía Jaroso, repartidora de Domino's Pizza, en su casa en Getafe.
Luis De Vega Hernández

En su casa, cada día, no deja de mirar el móvil. Puede sonar en cualquier momento y, entonces, debe estar lista para salir corriendo. “El empresario se convierte en dueño de nuestro tiempo los 365 días del año”, lamenta Carmen González, responsable estatal de comida rápida en CC OO. La delegada sindical explica que las condiciones laborales de estas empresas tienen dos características: la temporalidad (con contratos de entre tres y seis meses) y la parcialidad (con entre 16 y 20 horas mensuales y una baza irrechazable, las horas complementarias, un salvavidas al que los trabajadores no pueden renunciar porque de esa manera pueden subir algo sus ingresos).

“En los contratos vienen reflejadas las horas anuales pero no se hacen referencia las semanales o mensuales. La jornada es flexible de lunes a domingo, por lo cual la empresa distribuye las horas en función de su necesidad”, continúa González. Por eso la tasa de rotación en el sector oscila entre el 60% y el 120%. Y esa particularidad, ahora, les ha explotado en la cara.

Sindicatos y trabajadores llevan tiempo peleando por tener una estabilidad tanto de horarios como económica. Los que tienen más suerte, cobran poco pero tienen un sueldo fijo cada mes, independientemente de las horas semanales que trabajen porque las compensan a lo largo del año. Pero en el Grupo Alsea, al que pertenece Domino’s Pizza o el Foster’s Hollywood, se cobra estrictamente lo que se trabaja. “Llevamos mucho tiempo hablando con la empresa de esto. Porque así nadie se puede organizar su vida. Y como es un sector en el que siempre falta gente y hay rotación, no han hecho caso, porque además nunca nadie se quedaba sin cobrar un mes. Pero ahora, con esto, se ha visto cómo falla ese sistema. Ahora hay gente contratada, en su casa y sin cobrar ni sueldo ni paro”.

La media de salarios de las categorías más bajas, que a su vez representa el porcentaje mayor de la plantilla, ronda los 6.650 euros anuales, 550 mensuales. Esto significa que, con el impacto de ERTE, el salario medio de quien se va al paro no supera los 350 euros al mes para la plantilla base, un dinero que a Sofía le solucionaría la vida. En Madrid, el ERTE ha afectado a unos 1.200 trabajadores del Domino’s Pizza y se han quedado trabajando ―o esperando a hacerlo― unos 800, repartidos en 26 locales abiertos.

“En este contexto extraordinario de estado de alarma, la mayoría de los empleados de Domino’s Pizza ha entrado en un ERTE por causa de fuerza mayor, a excepción de los que siguen trabajando para cubrir la actividad de servicio de entrega a domicilio”, confirman fuentes de la compañía. También reconocen la situación anómala de los repartidores que no han cobrado nada, al no haber trabajado ni un minuto, aunque explican que “es una casuística extraordinaria que ha surgido este mes, y es consecuencia del entorno tan imprevisible y complejo en el que evolucionamos todos desde el estallido de esta crisis”. Ante la pregunta de este periódico, y antes de anunciarlo a los representantes sindicales, la empresa avanzó que había tomado “la decisión de garantizar a estas personas el pago en el mes de abril de las horas promedio contratadas, con independencia de las horas trabajadas reales”. Los representantes de los trabajadores llevan tiempo peleando por ese objetivo. ¿Se hará realidad ahora?

En esta historia de precariedad, los que pierden menos son los que se han beneficiado de un ERTE. Es el caso de una trabajadora del Burguer King de Alcobendas, que también se queja, pero por otras cuestiones. “Yo tenía mi carrera de Administración y Dirección de Empresas, mi máster en Tributación y Asesoría Fiscal, una empresa familiar en el ámbito de la construcción… hasta que llegó la crisis de 2008. Nos dejaron mucho dinero a deber”, cuenta esta mujer, que prefiere no ser identificada por miedo a ser señalada en su empresa. Como muchos otros compañeros de esta cadena, a mediados de marzo se fue al paro.

Ya le ha llegado la nómina de ese mes: 204 euros correspondientes a las dos primeras semanas por su contrato de 15 horas semanales. Desde entonces ha tratado de contactar por teléfono con el Servicio Público de Empleo, “pero es imposible, parece que está saturado”. “Por su web me he enterado de que, al menos de momento, no soy beneficiaria de ninguna prestación. Tampoco sé si es que mi empresa no ha presentado todavía mi ERTE”, explica, sumida en la incertidumbre de una burocracia que no entiende. La inquietud se extiende. “Las condiciones laborales del sector son malas en todas las empresas”, insiste González. “Pero ahora, con la situación que ha provocado el coronavirus, hay situaciones malas y luego están las peores”.

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