Bienvenido a la pandemia: un paritorio en medio del coronavirus
Pablo llega al mundo rodeado de mascarillas y guantes de goma en el Hospital Universitario Príncipe de Asturias en Alcalá de Henares, fuertemente sacudido por la covid-19
Son las 14.02 del viernes 24 de abril. Mascarillas, guantes de goma, emoción y algunas lágrimas dan la bienvenida a este mundo confinado a Pablo, de 2.960 gramos. No ha pasado ni un segundo cuando la matrona pone al bebé en manos de la mamá. El Hospital Universitario Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares ha sido fuertemente golpeado por la pandemia. Entre un tercio y una cuarta parte de sus sanitarios se ha contagiado. El llanto que impulsan los pulmones saludables del niño es un canto de esperanza en medio de semanas de dolor. Ya le pondrán al día sus padres, Elsa Mazón, enfermera de 37 años, y Carlos Sanz, mecánico industrial de 40. La fuerza del parto funde el látex del guante izquierdo de él al apretar la mano derecha de ella.
Unos 4.500 niños han nacido en la Comunidad de Madrid entre el 1 de marzo y el 15 de abril. Durante este mes, y hasta el viernes, en el hospital de Alcalá sumaron 88. La pandemia, por contra, se había llevado hasta este sábado, un día después de que Pablo llegara al mundo, la vida de 12.612 personas.
Es la primera vez que Elsa decide optar por la anestesia epidural. En sus otros dos partos, afrontó el dolor en toda su dimensión. Pero ha decidido atenuar el sufrimiento con el tercero. Parece segura de lo que está haciendo. La experiencia es un grado, no solo como madre, sino por su trabajo en Urgencias, que no ha abandonado en toda su carrera. “No me asusto fácilmente”, sonríe con la mascarilla medio fuera de la boca. Ama su trabajo y da a luz sin apenas dejar de hacer comentarios a Carlos, al equipo médico y hasta a los reporteros. De vez en cuando se retuerce. Suspira. Aprieta los ojos. Coge aire. Cierra los puños. Tensa el rostro, el abdomen y las piernas. La contracción ha llegado fuerte… Los segundos se convierten en horas.
“¿Se le ve ya?”, pregunta Elsa tras otra muestra de dolor, nerviosa. “No, todavía no...”, la tranquiliza la matrona. “Viene de derecha posterior. Va un poco más despacio”, advierte la ginecóloga Sol Oñate refiriéndose a la postura que trae el bebé. “¿Pero pasa algo?”, se preocupa la madre incorporando algo el rostro. Durante unos minutos la tensión planea en la sala de partos. A Pablo le cuesta algo salir. Para tranquilizar a Elsa, la ginecóloga, con cuatro décadas de experiencia, le lanza una pregunta. “¿Cómo se llama?”. “Pablo”, responde la madre. “¡Qué bonito, como mi abuelo!”.
“Llevo en estos fregaos desde el año 80”, explica Sol Oñate, de casi 63 años y con solo unos cuantos meses más por delante antes de la jubilación. El naranja de su pijama destaca entre matronas, auxiliares y demás personal médico. Oñate es de las que ya ha dejado el bicho atrás. Está inmunizada y luce la mascarilla casi como un recordatorio de que la pandemia no ha dicho adiós todavía en su entorno. “Nos damos hasta abrazos”, comenta con una visible sonrisa Noelia Latorre, supervisora de Obstetricia, de 43 años, que también se incorporó hace días tras pasar la covid-19. “Estamos contentas”, reconocen.
Elsa sigue resoplando cada poco tiempo. Cambia de postura, procura ayudar a su hijo a colocarse mejor. Se ayuda a sí misma. Ambos forman un equipo indivisible en ese momento. Se agarra a la cama. Grita. Resopla. Y suplica entre dientes que el niño salga pronto y salga bien. Nadie pierde la calma, pero hay cierto ajetreo. “Se nos está torciendo”, se escucha. En la jerga que se utiliza en la maternidad eso significa que el parto pasa de estar en manos de las matronas a estar bajo control de Ginecología. La doctora Oñate se prepara para intervenir cuando…
“Cariño, sale la cabecita”, anuncia el padre. El proceso se acelera de forma natural. Todo el personal se prepara para el gran momento. Tensión. Antes hay que realizar una intervención rápida y clave para que el final de ese principio de la vida sea feliz. Pablo viene con una vuelta de cordón umbilical alrededor del cuello. La matrona lo corta cuando el cuerpo está todavía dentro de la madre. Entonces sí, avisa a Elsa, que sonríe nerviosa. “Prepárate para cogerlo. Has sido una campeona”, anuncia Ana Jiménez, de 48 años. La madre prepara sus brazos, sus manos, su cuerpo. Ella en su totalidad está esperando para dar la bienvenida a su hijo. La cabeza, la sonrisa, la concentración. No hay nada más en el mundo. La matrona extrae al niño y se lo cede a la madre para que lo coja, lo huela, lo abrace en un acto que evoca a los instintos más puros de la naturaleza.
“¡No llora, no llora, y está muy morado!”, se asusta Elsa mientras da el primer abrazo a un niño al que le ha costado salir más de lo esperado. Pero no pasa nada. Le retiran al niño. Lo limpian, le masajean el vientre y entonces, mientras lo visten, rompe a llorar. La madre se desmorona en un acto de felicidad plena y llora al compás de su hijo. “Gracias, gracias”, repite entre sollozos.
“Este ha salido a la madre”, anota el padre, sonrisa perenne y nervios de acero. Al menos en apariencia. Un rato antes le han cambiado los guantes de látex azul con los que apretaba la mano de Elsa por unos amarillos quirúrgicos esterilizados. Con esos es más seguro tocar a su nuevo hijo. “¡Pues con los ardores que he tenido, no tiene un solo pelo!”, responde ella mientras le palpa la cabeza al niño que ya reposa junto al pecho.
Ambos progenitores han tenido que someterse a la prueba PCR para comprobar que no están contagiados y poder estar juntos en el paritorio. No en todos los centros está permitido que el padre acompañe a su pareja. Para Elsa esto era fundamental. “Pasar un parto sola ya es lo último... La Organización Mundial de la Salud (OMS) no ha recomendado en ningún momento que con la pandemia no pueda haber una persona contigo. Si lo hubiera dicho, lo acataríamos”, matiza la madre. “Pero no ha sido así. Y no permitir estar acompañada en un momento así es inhumano. No entiendo que en unos sitios te dejen y en otros no. Porque conozco a padres que no les han dejado entrar ni por la puerta del hospital. Eso es inhumano”. La OMS recomienda que un acompañante asista al parto como apoyo emocional y para atenuar el estrés de la mujer durante el parto. La Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (Sego) lo permite “con las condiciones de protección adecuadas”.
Nuevos protocolos
La crisis sanitaria impone nuevos protocolos y, siempre que la madre y el bebé estén bien, el alta se produce a las 24 horas en vez de a las 48 como suele ser habitual tras un parto vaginal sin complicaciones. Ni un solo punto de sutura se lleva Elsa. Este sábado a media mañana se fueron a casa.
Los otros dos hermanos, Daniel y Carla, de 6 y 3 años, están “como locos” con el nuevo “juguete” de la familia. Los primeros días serán raros porque no habrá presentación en sociedad. Los cuatro abuelos se conformarán con ver al nuevo nieto a través de una pantalla. “Eso es lo peor...”, lamenta la madre consciente del momento en que le ha tocado dar a luz.
Lo importante es que Pablo ha llegado y lo ha hecho sano, fuerte y con brío. Un habitante más en este mundo enrarecido, con virus, muertes y enfermos, pero iluminado, de vez en cuando, por la llegada de un recién nacido. Pablo suma en el contador de la vida. Bienvenido a la pandemia.
Información sobre el coronavirus
- Aquí puede seguir la última hora sobre la evolución de la pandemia
- Así evoluciona la curva del coronavirus en España y en cada autonomía
- Preguntas y respuestas sobre el coronavirus
- Guía de actuación ante la enfermedad
- En caso de tener síntomas, estos son los teléfonos que se han habilitado en cada comunidad
- Pinche aquí para suscribirse a la newsletter diaria sobre la pandemia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.