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¿Puede Madrid derivar pacientes a otras comunidades?

La falta de recursos materiales y humanos y la complejidad de los traslados son algunos de los motivos que dificultan esta opción

La ampliación en el Gregorio Marañón con un hospital de campaña en su exterior este 30 de marzo.
La ampliación en el Gregorio Marañón con un hospital de campaña en su exterior este 30 de marzo.Jesus Briones (GTRES)
Isabel Valdés

“Estamos gestionando la miseria”. Así resume la situación de las UCI madrileñas el jefe de servicio de una de estas unidades de cuidados intensivos, donde se trata a los pacientes más graves de coronavirus. Ante el colapso, este lunes el Ministerio de Sanidad puso sobre la mesa el traslado de estos enfermos críticos entre comunidades: de las más saturadas a las menos. También lo confirmó como “posibilidad” la Comunidad de Madrid, la más golpeada por la expansión de la Covid-19 —registra 3.392 fallecimientos por coronavirus, 24.090 casos confirmados y 1.460 pacientes graves—.

Sus UCI llevan más de 10 días superando con mucho su capacidad. Sin embargo, la viabilidad de esta opción para aliviar la carga asistencial que soportan depende de factores como la complejidad de los traslados de estos críticos, la falta de recursos materiales y humanos, el riesgo de la expansión del virus a otras regiones o la posibilidad de que esas zonas sigan la tendencia de Madrid.

Solo podemos intubar a alguien si se produce un fallecimiento o un alta, nada más, no tenemos más capacidad
Intensivista de un hospital madrileño

Madrid ha pasado de tener 641 camas de UCI en condiciones normales a 1.745, según especificó este domingo la Consejería de Sanidad. Sin embargo, sus profesionales se preguntan dónde están. “Solo podemos intubar a alguien si se produce un fallecimiento o un alta, nada más, no tenemos más capacidad”, apunta un profesional de estas unidades. “Ese límite al que los políticos dicen que estamos llegando hace tiempo que llegó. Si la solución para que no siga muriendo gente es mover a los pacientes, que se haga”, opina otro intensivista de la capital.

Según los últimos datos por hospitales, a los que ha tenido acceso este diario, La Paz tenía 115 críticos el domingo. Un día antes, en el Ramón y Cajal había ingresados 101, en el Doce de Octubre 81 y en el Clínico San Carlos 79. Y el viernes, había 105 en el Gregorio Marañón. Los números de todas las UCI de Madrid en proporción a su tamaño normal son parecidas: ya han duplicado y hasta triplicado su capacidad habitual y siguen expandiéndose en la medida que pueden. “Alguien tiene que hacer algo, la realidad con la que nos manejamos es que no podemos ingresar a pacientes que lo necesitan por falta de recursos”, cuenta otro intensivista al teléfono.

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Por eso, arguye el Colegio de Médicos de Madrid (Icomem) apoyará “cualquier decisión que ayude a aliviar la presión del sistema en esta crisis”, sostiene su presidente, Miguel Ángel Sánchez Chillón. Opina que es “drástica pero sensata” y que “optimizaría los recursos del Estado español”. Cómo gestionarlo es otra cuestión: “Habría que calcular de cuántas camas se disponen y la elasticidad de cada provincia. No parece descabellado que se haga una gestión global de los recursos como se está haciendo de las compras”.

El portavoz del Sindicato de Enfermería (Satse) en Madrid, Jesús García, va en la misma dirección y hace referencia al hospital de campaña montado en Ifema: “A la espera de ver cuántas camas de UCI habilitan allí, si hay comunidades más descargadas nos parece lógico, siempre que se guarden las medidas de seguridad para los trabajadores”.

Para otro facultativo, el traslado es la única opción. “Estamos ya usando ventiladores de transporte, que sirven para lo que sirven y que no son para terapias prolongadas. Nosotros queremos agotar hasta el último recurso, pero es que ya ni siquiera hay profesionales especialistas”. Recuerda que se han contratado incluso estudiantes de enfermería que acaban en las unidades de críticos —según los últimos datos de la consejería, desde el inicio de la crisis se ha contratado a 6.949 profesionales, un 76% personal de enfermería— y que “puede que la emergencia lo justifique, pero no deja de ser terrible”.

Un llamamiento con escasa respuesta

Hace varios días, la Sociedad Española de Medicina Intensiva Critica Y Unidades Coronarias (Semicyuc) y la Sociedad Española de Enfermería Intensiva y Unidades Coronarias (Seeiuc) hicieron un llamamiento a nivel nacional solicitando material y profesionales para las zonas más afectadas, como Madrid y Cataluña. Lo recuerda Marta Raurell, presidenta de la Seeiuc: “En nuestro caso al personal de enfermería, para ver la disponibilidad y que pudieran trasladarse a los lugares más saturados”. De momento la respuesta ha sido escasa porque, explica, “cada comunidad tiene lo suyo”.

Dice Raurell que el traslado era una posibilidad que se tenía que tener en cuenta si fracasaba esa petición de movilidad de las profesionales. A priori no aconsejan el traslado del paciente por las condiciones hemodinámicas y respiratorias que presentan: “El problema es que si no se puede asistir y garantizar la seguridad de un paciente en un lugar determinado, hay que tomar esa decisión”. Para los anestesistas e intensivistas, lo más óptimo es poder tratar a los pacientes donde ya están.

La complejidad del traslado

Mover a un crítico es una operación compleja que requiere medios materiales y humanos. “Necesita un aparataje muy complejo que incluye bombas de perfusión para garantizar el suministro de la medicación, el respirador pertinente, el monitor, un médico y una enfermera específicos de intensivos que acompañan en el traslado porque hay que manejar parámetros de forma constante para que el paciente se desestabilice lo mínimo durante el traslado”, explica Raurell. Eduardo Fernández, enfermero de UCI, recuerda al paciente cero de su hospital, al que trasladaron al Carlos III, “cuando parecía que iba a haber menos de una docena de infectados y que podrían centralizarse allí”.

El proceso comenzó con una llamada al Summa [que se encarga de los traslados intercentros], que llega hasta el hospital con una unidad de traslado biológico, profesionales especializados con equipos de protección individual y una camilla protegida por una escafandra de plástico gigante para aislar al paciente durante el movimiento. “Cuando llegan, hay una persona fuera del box controlando el cambio de la cama a la camilla del paciente, vigilando que nadie hace ningún movimiento que implique contaminación. Con cualquier gesto que pudiese provocarla, desinfectan con una especia de pistola a presión”, explica Fernández.

Existe un riesgo real [en el traslado], es innegable. ¿Merece la pena correrlo?
Enfermero de UCI

Al llegar al destino, el protocolo es el mismo. “Nosotros, en aquel primer paciente, tardamos más de una hora para que el proceso fuese impecable”, recuerda el enfermero. Se pregunta inmediatamente después si no hay otra forma de solventar el problema: “Es llevar pacientes confirmados con una alta carga viral a otro sitio, eso, de por sí, aumenta las posibilidades de contagio. Y hay que tener en cuenta la falta de EPIS. Existe un riesgo real, es innegable. ¿Merece la pena correrlo?”. Cree que si los recursos fueran los adecuados, “obviamente, sí”. Pero lo ve “difícil”.

También así lo percibe Demetrio Carriedo, intensivista de un hospital madrileño, que arguye que si el resto de comunidades siguen la tendencia de Madrid, la primera donde el virus se expandió, “el colapso también ocurrirá ahí”. De hecho, ya en otras siete comunidades las UCI están por encima de su capacidad, entre ellas, dos de las más cercanas a Madrid, Castilla-La Mancha y Castilla y León, además de Cataluña, País Vasco, Navarra, Aragón y La Rioja. “Esas camas ya están ocupadas con los pacientes autóctonos, el problema va a ser el mismo”, explica Carriedo.

No he vivido en ninguna crisis la mortalidad que tenemos ahora y espero no volverlo a ver nunca más en mi vida
Jefe de servicio de una UCI de Madrid

El jefe de servicio antes citado lo tiene claro: “Desde un punto de vista organizativo, traer profesionales y dotar de recursos, de verdad, al hospital que han montado en Ifema, es más razonable que mover a cientos de kilómetros a pacientes que pueden o no aguantar ese traslado”. Acaba la conversación y se despide: “No he vivido en ninguna crisis la mortalidad que tenemos ahora y espero no volverlo a ver nunca más en mi vida. Cuando estás aquí dentro, se te cae el alma”.

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Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.

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