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Verónica Moar, el triunfo de una ceramista gallega en la milenaria cuna de la porcelana china

La artista premiada en China por su vanguardismo reivindica un arte que exige paciencia y resistencia mental y que vive un bum como terapia antiestrés

Sonia Vizoso

El arte de la porcelana se eleva sobre un legado de 2.000 años y su cima está en Jingdezhen, una pequeña ciudad china de millón y medio de habitantes. En sus montañas se descubrió el primer yacimiento de caolín del mundo, el mineral del que nació este milenario material cuando se mezcló con feldespato y cuarzo. Las delicadas piezas de las que se rodeaban los emperadores en China y que viajaban a Europa por la ruta de la seda salían de los hornos de esta urbe. El pasado 17 de octubre, un jurado de expertos ceramistas de Jingdezhen premió por su vanguardismo una creación de la gallega Verónica Moar, una artista con taller en el populoso barrio del Agra do Orzán de A Coruña que ha combinado en su obra la porcelana, la ciencia y las algas.

Jingdezhen, ubicada al este del país asiático, ha impulsado este año unos premios a los mejores ceramistas del mundo. Se han presentado más de 1.300 trabajos procedentes de 55 países y solo 41 han alcanzado la final en las diversas categorías. Moar, única española entre los finalistas, se ha llevado el galardón de innovación por haber roto “los límites tradicionales” con una obra titulada Lo que queda. Hace un año y medio, se metió en un laboratorio de biología de la Universidad de A Coruña y, con el asesoramiento de sus científicos, creó una pieza que incrusta fragmentos de porcelana (procedentes de una obra fallida que ella misma hizo pedazos) en un finísimo film transparente elaborado con un alga. El resultado está expuesto en el Taoxihcuan International Carft Art Museum de Jingdezhen. La obra se podrá admirar allí durante los próximos seis meses junto el resto de finalistas y su autora admite que no sabe si regresará algún día a A Coruña.

Moar, de 46 años, aún está asimilando el triunfo y el jet lag. Solo han pasado unas horas desde que aterrizó en su ciudad tras recoger el trofeo en una gala en el Taoxichuan Grand Theatre. Es una victoria “colectiva” de todos los que se dedican a esta disciplina en España, apunta. Viajar a Jingdezhen es “un sueño” para una ceramista. Es la milenaria cuna de la porcelana y también de la revolución que supuso que por primera vez se pudieran cocer las piezas a altas temperaturas. El premio incluye una residencia artística de seis meses. La urbe acoge aún hoy a 10.000 creadores de un arte que, lamenta Moar, en España no recibe el aprecio que merece.

“Aquí la cerámica se ve como un arte menor, como algo más funcional y utilitario, quizás porque no se tiene el conocimiento para valorarla”, señala. “En Asia, el ceramista es considerado un artista sin necesidad de que lo explique él”. Moar, que vive de esta disciplina desde hace más de diez años, paga las facturas con las vajillas que elabora por encargo para restaurantes, pero el resto del tiempo lo dedica a la cerámica artística. Cuando empezó, funcionaban en A Coruña tres talleres y ahora son unos 15. El bum se explica porque muchos de ellos imparten clases a personas de todas las edades. La cerámica se ha puesto de moda como forma de desconexión y relajación, como arma contra el estrés. “Me parece bien, pero para los que hacemos cerámica, se trata de una pasión desmesurada por un material, por una técnica. No es una vía de escape, sino algo más serio y profundo”, defiende Moar.

Es un arte “exigente”, prosigue esta coruñesa, para el que se precisa mucha paciencia y cierta resistencia mental al fracaso. Hay muchos fallos que sobrellevar, muchas hornadas que no salen bien. Ante un encargo de 25 tazas, mejor hornear 50 por lo que pueda pasar cuando se abra la puerta para ver el resultado final. “Puedes dedicarle dos meses a una pieza y cuando sale del horno, sale mal. Por eso hay que practicar el desapego”, explica la ceramista, que cita a un artista que participó en los premios de Jingdezhen y que dedica hasta cinco años a sus piezas antes de cocerlas y someterlas al dictamen definitivo. En el gremio, se dice que “el horno tiene la última palabra”. Y también que “el barro tiene memoria”, porque es un material que conserva la huella de todo lo que se hace con él.

Una de las creaciones más destacadas de Moar es el Proyecto Lítica. Se trata de una serie de piezas elaboradas con piedras de porcelana. Con este material, la artista ha sido capaz de reproducir fielmente la apariencia de las piedras, indistinguibles de las presentes en la naturaleza. Comenzó en 2015 y el proyecto sigue vivo. Asegura que son las únicas creaciones que le gustaría “seguir haciendo durante toda la vida”. A ella le gusta acompañar la presentación de sus obras de música, danza y poesía y dotarlas de “una historia” alrededor de la memoria y el “recuerdo de las experiencias vividas”. Defiende “las posibilidades infinitas del material” y “su relación con el lenguaje y el pensamiento”.

En el camino que ha recorrido esta artista gallega para llegar a triunfar en Jingdezhen no han faltado los riesgos. Estudió la Licenciatura de Filología Inglesa y un ciclo de FP de Lengua de Signos. Durante años, fue la secretaria e intérprete de inglés y lengua de signos de un alto cargo de la federación mundial de personas sordas. En 2008, con la economía mundial desplomándose y para pasmo de su entorno, decidió dejar ese trabajo y matricularse en la Escuela de Artes Pablo Picasso de A Coruña. Allí fue donde se formó en cerámica y dio el giro a su vida que la ha llevado a recorrer la ruta de la seda en sentido contrario.

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Sobre la firma

Sonia Vizoso
Redactora de EL PAÍS en Galicia. Es licenciada en Periodismo por la Universidad de Santiago. Lleva 25 años ejerciendo el oficio en la prensa escrita y ha formado parte de las redacciones de los periódicos Faro de Vigo, La Voz de Galicia y La Opinión de A Coruña, entre otros. En 2006 se incorporó a El País Galicia.
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