Euskadi pone a prueba el cambio social en el cierre de la campaña más incierta
Pradales (PNV) pide “una mayoría fuerte para un Gobierno fuerte” y Otxandiano (EH Bildu) defiende que “la mirada de la izquierda soberanista es hegemónica en el debate político”
Las ikurriñas ondean en el centro de Bilbao. Los candidatos, ya exhaustos, toman los escenarios para el cierre de esta campaña atípica. El PNV en el Arenal. EH Bildu en la Plaza Nueva. Apenas 200 metros separan, este viernes soleado, el cambio de la continuidad en el País Vasco. “La mejor Euskadi de nuestra historia”, como la ha definido el lehendakari Urkullu, frente a los “experimentos”. O bien, en palabras de Pello Otxandiano, candidato de la izquierda independentista, “una política diferente” frente a “la inercia decadente de los últimos años”. Siguiendo el curso de la ría hacia el mar, en el Palacio de Euskalduna, Eneko Andueza, candidato socialista, defiende la necesidad de reeditarse como la tercera fuerza “que decide”, y de alejar tentaciones independentistas de lo que las encuestas dibujan como el Parlamento más nacionalista en años, que representará paradójicamente a la sociedad en la que la pulsión soberanista atraviesa sus horas más bajas.
También en Bilbao, las candidatas de Sumar y de Podemos, piden el voto para un Gobierno de izquierdas improbable —Andueza ha reiterado que no apoyará a un EH Bildu que sigue incapaz de romper del todo con su pasado— y libran una batalla de supervivencia en clave nacional. La derecha, tanto PP como Vox, ha elegido Vitoria para cerrar la campaña en su papel del único voto posible contra “el sanchismo”, al que sostienen en Madrid todo el resto de formaciones.
De un escenario a otro desfila este viernes toda la política nacional. Pedro Sánchez, Alberto Núñez Feijóo, Ione Belarra, Ernest Urtasun, Santiago Abascal y hasta Pere Aragonès, que arropa a EH Bildu junto con Conor Murphy, ministro norirlandés y exmiembro del IRA, y el expresidente uruguayo José Mujica (este último, desde una pantalla gigante).
Las banderas rojiblancas que cuelgan aún de los balcones recuerdan que, hace solo una semana, no había rastro de toda esta energía política que sacude esta noche Bilbao. El hecho de que seis de los siete candidatos fueran nuevos, un arranque de campaña deslucido por la convocatoria sorpresa de elecciones en Cataluña, la larga fiesta por la victoria copera del Athletic y el luto por el fallecimiento del exlehendakari Ardanza llevaron a los partidos a dar prácticamente por perdida la primera de las dos semanas de campaña.
Una circunstancia que favorecía a EH Bildu, coalición que cuenta a priori con el electorado más movilizado y que sabía que una campaña intensa podía hacer aflorar sus contradicciones y erosionar una tendencia ascendente que los sondeos iban confirmando a lo largo de la semana hasta otorgarles, según la última publicada, la de 40dB. para EL PAÍS y la SER, una victoria tanto en escaños como en votos. En este cierre de campaña, Arnaldo Otegi, coordinador general de la coalición, ilustraba así su estrategia de cambio sin prisas: “Somos sirimiri, el domingo seremos lluvia, y algún día seremos mar”. Otxandiano, por su parte, se ha jactado de haber llevado la campaña a su terreno: “Hoy estamos en disposición de decir que nuestra apuesta por elevar el nivel del debate político ha sido acertada. Hoy nadie niega la necesidad de un cambio. Hemos logrado poner en el centro del debate nuestra mirada política. Esa mirada es hoy sentido común. Eso es liderazgo intelectual y moral. La mirada de la izquierda soberanista es hegemónica en el debate político”.
Pero las encuestas arrojaban otro dato relevante. Un elevado número de indecisos, hasta un 30% según el CIS del 10 de abril, la mayoría de los cuales se sitúa en la órbita del PNV. El perfil bajo del PNV en la primera semana hacía dudar de su acierto a la hora de leer la situación. Pero Imanol Pradales, el candidato jeltzale, lo reconocía desde el principio. “La campaña en Euskadi empieza hoy, será una campaña más corta, pero definitiva y definitoria”, decía a EL PAÍS el pasado viernes. Una semana después, en su último mitin de campaña, Pradales ha recurrido a su pasado remero para movilizar. “Quienes hemos remado sabemos que a la mar hay que tenerle respeto. Sabemos que el viento, la marea o las corrientes cuentan. Sabemos que la calma chicha, a veces es preludio de tormenta”, ha dicho el candidato del PNV. “Casi vemos la meta. Esto es cosa de dos. Por eso os necesito bogando a una en la trainera. Es el momento de la verdad. Necesitamos una mayoría fuerte para un Gobierno fuerte”.
Si EH Bildu buscaba una campaña tranquila, el PNV necesitaba intensidad. Y fue el propio Otxandiano el que se la brindó en el arranque mismo de esta segunda semana. En una entrevista con Aimar Bretos en la SER, el candidato de EH Bildu titubeó aparatosamente al verse confrontado con el pasado de su formación, y se negó a calificar a ETA de grupo terrorista. La campaña medida al milímetro de EH Bildu se rompía por su costura más evidente. Incluso su propósito de enmienda, el jueves en Radio Euskadi, al pedir perdón a las víctimas en condicional —”si con esas palabras yo pude herir la sensibilidad de las víctimas de ETA, pido perdón”—, no hizo sino reforzar unas contradicciones que explotaron sus rivales.
A Pradales le sirvió en bandeja la posibilidad de, sin hacer sangre, adoptar un tono presidencial que ha exhibido hasta el final de la campaña. Se puso la corbata y se presentó como el adulto en la habitación, explicando a sus simpatizantes desmovilizados que, aunque hay cosas que se pueden haber hecho mal, quedándose en casa ponen en peligro todo lo bueno que se ha conseguido. A su favor, el hecho de que, según las encuestas, los vascos aprueban masivamente la gestión del Gobierno saliente (solo un 19,2% la considera mala o muy mala, según la encuesta de 40dB. para EL PAÍS y la SER).
Al socialista Andueza, el fallo de Otxandiano le abrió una vía para apelar a los votantes perdidos de Podemos, que las encuestas dicen que ha recogido casi íntegramente EH Bildu. Y le brindó un sólido argumento para justificar ante sus propios simpatizantes indecisos por qué no van a apoyar un posible gobierno progresista liderado por los independentistas. En el último mitin de campaña, arropado por el presidente Sánchez, Andueza ha apelado a “aquellos votantes del PNV que no quieren aventuras independentistas” y a los electores de la izquierda confederal “hartos de ver cómo Sumar y Podemos se dedican más a sus disputas internas que a apoyar políticas progresistas”.
El popular Javier de Andrés, por su parte, aprovechó para señalar las contradicciones de un PSOE que pacta con EH Bildu en Madrid y le niega la madurez democrática en Euskadi, obligando a los líderes socialistas nacionales a explicar que no es lo mismo contar con el apoyo de parlamentario de la izquierda independentista en Madrid para poner marcha políticas progresistas, que hacer lehendakari a su candidato. Este viernes, en la clausura de la campaña, Alberto Núñez Feijóo ha pedido el voto a “todos los que están cansados de que Bildu dé lecciones de democracia y de ética”. “Los de Bildu no han cambiado”, ha rematado el líder popular, “los que han cambiado son los del PSOE”.
La agresión el martes a Pradales, al que un individuo roció con un espray de pimienta cuando salía de un mitin en Barakaldo y se dirigía al debate en la ETB2, añadió incertidumbre y tensión a la campaña. Pero el asaltante fue detenido, se descartó su motivación política, y el candidato, que perdió momentáneamente la visión y arrastró leves secuelas hasta este mismo viernes, pudo seguir con su agenda.
Nada de ello ha logrado enturbiar el tono constructivo y respetuoso con el que se ha desarrollado la campaña vasca, convirtiéndola en un oasis de serenidad dentro de un clima político nacional que se encamina ahora previsiblemente hacia la hipérbole con la campaña catalana. En Euskadi se ha hablado de gestión, de propuestas, de modelos de país. “Hay que destacar el ejemplo de buen tono y la empatía que hemos demostrado estas dos semanas”, reconocía Andueza, del PSE, en el debate de la SER y EL PAÍS este viernes.
Y eso, a pesar de que se trata de las primeras elecciones en Euskadi en mucho tiempo en las que no se sabe quién va a ser el ganador. Y de que —aunque el sistema electoral vaya a propiciar, salvo mayúscula sorpresa, la reedición del Gobierno de coalición entre PNV y PSE— las urnas este domingo permitirán conocer la profundidad y el momento del cambio social en el que ya está inmersa Euskadi.
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