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Ayuso afronta un final de legislatura con medio gobierno sumido en la incertidumbre y un desgaste inesperado

La huelga de atención primaria, el futuro incierto de consejeros clave, cambios en su núcleo duro y el alejamiento de Vox marcan los meses previos a las elecciones

Juan José Mateo
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.COMUNIDAD DE MADRID (Europa Press)

La crisis sanitaria, el futuro incierto de consejeros clave, cambios en el núcleo duro de la presidenta o en las candidaturas municipales del PP, y el alejamiento de Vox, están llenando de tensión el esprint final de la legislatura para el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid. Con las elecciones del 28-M ya en el horizonte, los consejeros de Transportes (David Pérez), Administración Local (Carlos Izquierdo) y Presidencia (Enrique López), se saben señalados por no haber apoyado a la líder en la guerra con Pablo Casado. El titular de Sanidad, Enrique Ruiz-Escudero, ausculta un futuro incierto: en el PP se afirma que está en la carrera por la presidencia de la Asamblea y la candidatura de Pozuelo, y que es fundamental que siga aforado la próxima legislatura (lo que implica ser diputado) ante posibles consecuencias legales de la gestión de la pandemia. A todo ello se une la salida de Sandra Fernández, hasta ahora directora general de medios, y el distanciamiento de Vox, único socio posible para que los conservadores saquen adelante una decena de proyectos pendientes en la Asamblea.

“Hay mucha tensión”, explica una fuente conocedora del día a día del Gobierno regional, donde causó revuelo el anuncio de que el consejero de Justicia, Enrique López, preparaba su vuelta al mundo del derecho si no repetía en un hipotético nuevo Ejecutivo. “La tensión es evidente con la dirección general de medios, y su política comunicativa de titulares”, sigue sobre un cargo que acaba de cambiar por tercera vez desde 2019, y en el que el equipo de Díaz Ayuso, y la propia presidenta, ponen todo su interés. “Algún consejero se ha quejado amargamente”, recalca. “Y la presidenta prácticamente ni se habla con los consejeros señalados”.

“No es cierto”, discrepa sobre ese último extremo una fuente gubernamental conocedora de las dinámicas internas de trabajo y que despacha con frecuencia con la presidenta. “Tienen muchas conversaciones con ella por el propio trabajo para despachar asuntos del Gobierno”.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, conversa con el consejero de la Presidencia, Enrique López.
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, conversa con el consejero de la Presidencia, Enrique López.Rodrigo Jimenez (EFE)

¿Es planteable que un consejero, por ejemplo Ruiz-Escudero, pase los últimos 100 días de la legislatura compatibilizando su cargo con una candidatura municipal? A esa pregunta contesta otra fuente de la total confianza de Díaz Ayuso. “¿No puede hacer uno bien su trabajo hasta el último día?”. Es decir: sí.

Esa posibilidad mantiene alerta al conjunto del Gobierno de Madrid, donde todos saben que cualquier movimiento puede generar un efecto dominó. Por ejemplo, en uno de los últimos consejos de gobierno se decidió el cese de Mariano González Sáez como viceconsejero de Medio Ambiente y Agricultura. Hubo quien no vio en ello un desdoro, sino el aviso de un posible cambio a mejor: su destino, se confirmó luego, era la dirección del Canal de Isabel II, la mayor compañía pública de la región.

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Normal, por lo tanto, que en el gobierno autónomo cundan los nervios, especialmente al final de la legislatura, cuando hay que acelerar para no dejar cabos sueltos (“Las elecciones las carga el diablo”, dicen en los pasillos de la Asamblea), y al mismo tiempo remar para no perder el puesto que ya se ocupa. Una situación de tensión que se ve multiplicada en este caso por una crisis sanitaria que ha roto el guion triunfal de Ayuso camino de las urnas. Favorita en todas las encuestas, la líder conservadora ha sufrido desde el pasado verano el desgaste aparejado al desastre de la activación de las urgencias extrahospitalarias, varias veces rectificada; a la huelga de atención primaria, sin solución desde noviembre, y a dos manifestaciones multitudinarias en defensa de la sanidad pública. A ello se ha sumado también la movilización ciudadana que ha conseguido paralizar la tala masiva de árboles en Madrid Río para construir la ampliación de la línea 11 de Metro.

Aunque el Ejecutivo se ha multiplicado para anunciar noticias económicas como que la región ha recuperado ya el PIB previo a la pandemia del coronavirus, o anuncios para atraer a inversores extranjeros a la Comunidad, la suma de novedades negativas en sanidad preocupa en el núcleo duro de la presidenta, donde su poderoso jefe de gabinete, Miguel Ángel Rodríguez, alerta del peligro de que activen a la izquierda. En paralelo, el PP como organización intenta convencerse de que el efecto electoral de las movilizaciones será nulo. Así resume las conversaciones de corrillo que se dan en el partido un cargo del PP con muchos galones sobre los hombros. “Hay compañeros que me dicen que nunca nos ha hecho daño la sanidad”, describe. “Y yo contesto que claro, que por eso Lasquetty [el actual consejero de Economía, Hacienda y Empleo] tuvo que dimitir [en 2014] como consejero de Sanidad ante la movilización de las mareas blancas”.

Comparecencia de los consejeros de Hacienda y Sanidad, Javier Fernández-Lasquetty y Enrique Ruiz-Escudero.
Comparecencia de los consejeros de Hacienda y Sanidad, Javier Fernández-Lasquetty y Enrique Ruiz-Escudero.Victor Sainz

A todo ello se le une la crisis abierta entre el PP y Vox. Los dos partidos son al mismo tiempo socios parlamentarios y rivales electorales. Esa tensión de fuerzas contrapuestas ha marcado su relación desde mayo de 2019, cuando Díaz Ayuso perdió las elecciones, pero fue capaz de retener el poder para el PP gracias a un pacto entre su partido, CS y la extrema derecha. Sin embargo, una cosa ha cambiado ahora: los dos partidos no consiguieron pactar los Presupuestos para 2023, y eso ha abierto un periodo de hostilidades que llena de incertidumbre el final de la legislatura, en el que el Gobierno de Madrid tiene múltiples proyectos legales aún por aprobar en la Asamblea.

“No podemos estar todo el día bajo amenazas”, espetó la semana pasada sobre su teórico socio Díaz Ayuso. “Si Vox se opone a que Madrid siga creciendo, es algo que deberían explicar, es insensato”.

La frase refleja que Ayuso afronta todas esas curvas en una posición de poder absoluto. Desde mayo de 2022 es presidenta del PP de Madrid, lo que le garantiza tanto diseñar a su medida las listas municipales y autonómicas para las elecciones como utilizar esa prerrogativa como medida de presión interna. Al mismo tiempo, la nueva dirección nacional del partido conservador, encabezada por Alberto Núñez Feijóo, le ha dado margen total de acción, evitando cualquier choque público y centrando sus esfuerzos en la reconquista electoral de la Comunidad Valenciana y del Ayuntamiento de Sevilla. La paz en el PP regional ha permitido que Díaz Ayuso prescinda sin mayor contestación interna de alcaldes casadistas que no repetirán como candidatos y que intente neutralizar los efectos de la crisis sanitaria y de los nervios por el futuro que cunden en su Gobierno con una apretada agenda pública que ha incluido dos desplazamientos internacionales en apenas dos semanas.

Primero fue la visita a Israel. Luego, el desplazamiento al Reino Unido. La razón oficial de esas citas ha sido la búsqueda de inversiones, aún sin concretar, para la Comunidad de Madrid. Lo que es seguro es que los viajes institucionales han servido para promocionar la figura de la candidata a la puerta de unas elecciones a las que el PP llega con más dudas de las que esperaba.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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