La “vida hecha” de Feijóo en ‘El hormiguero’, entre Barrancas y Julio Iglesias
Otros a su edad se divorcian y se meten en un gimnasio, pero el líder del PP va a lo grande: gobernar este sindiós. Se va a plantar a los 65 como Keith Richards. Por lo pronto, dijo que asumirá Igualdad
La democracia española está en manos ahora mismo de El hormiguero y el efecto que causan entre la audiencia los dos principales candidatos a presidir el Gobierno. Está la Constitución como garante de la voluntad del pueblo y Pablo Motos como árbitro principal con Trancas y Barrancas en el TC, y no es mala noticia: de vez en cuando hay que darse un respiro. Además, Motos deja jugar y los candidatos juegan; si Sánchez se sabía el número de programas que lleva El hormiguero, Feijóo se trajo aprendido el número de programas que lleva Revilla: 26. Revilla, que se hizo famoso por colocar sus anchoas en todas partes, se ha convertido en las anchoas de los demás: si hay que tirar de campechanía, adjetivo sospechoso que se estará poniendo de moda en Abu Dabi, se abre una lata de Revilla.
Feijóo llegó al plató en americana y preocupado porque era el primer programa de televisión que iba a ver su hijo, de seis años, y que además no lo vería por él sino por las hormigas. El niño debió de flipar cuando Motos le recitó a su padre las ideas, o como se llamen, de la presidenta de las Cortes que acaba de conceder el PP a Vox en Valencia: antivacunas, antiabortista, negacionista del sentido común y de la alegría. “Discrepo con ella”, dijo Feijóo. “Profundamente”, añadió un poco turbado. Más tarde hizo un juego de palabras entre la expresión “como una moto” aplicada a la economía y el apellido del presentador, que es Motos y no sabía dónde meterse. La entrevista fue así, un vaivén entre asuntos gravísimos (eutanasia, Abascal en la vicepresidencia), y divertidos y entrañables chascarrillos por los que sobrevolaba la influencia pegajosa de Revilla, cuya cara se sobreimpresionaba mentalmente en la cabeza de los españoles desde que Feijóo lo citó.
Pablo Motos le preguntó a Núñez Feijóo por qué a los 61 años, con “la vida hecha”, se fue a Madrid a la aventura política de gobernar este sindiós. Feijóo no respondió, pero seguramente pensó que a los 61 (“no los aparento”, y es verdad, no los aparenta en absoluto) no sólo una vida no está hecha, sino que generalmente se tambalea. Los 61, sobre todo los 61 del joven Feijóo, son los 40 de nuestros padres: hay que tener la cabeza muy bien amueblada para no dejar todo por querer gobernar España. Ese punto de locura de Feijóo, que prefiere transmitir que es un gestor aburrido y eficaz, le hace bien: ha dejado Galicia y sus mayorías apacibles por venir a disputar el PP a Díaz Ayuso y su batallón Wagner y quién sabe si a meter a la ultraderecha en su Gobierno. Otros se divorcian y se apuntan a un gimnasio, pero Feijóo va a lo grande. Se va a plantar a los 65 como Keith Richards. Por lo pronto, dijo que asumirá Igualdad.
El candidato del PP sugirió dos razones por las que debería ser presidente del Gobierno, más allá de las meramente políticas, que esas a estas alturas ya no le importan a nadie: sería el primer presidente nacido en la España rural y, además, La Moncloa está “en la carretera de La Coruña” y eso a un gallego le viene bien. Si a Sánchez hay quien dice que le va a votar por guapo y porque estuvo muy bien en El hormiguero (este país está patas arriba), que nadie descarte que la carretera de A Coruña decida unas elecciones generales. A Sánchez le dejaron los dos varios recados por su entrevista; Motos —aclaración para espectadores decepcionados— se quejó por no haber podido colocar algunas preguntas porque Sánchez se alargó en sus respuestas; mientras, Feijóo dijo que él se echaba para atrás en su butaca y no avasallaba, que no echaba de la mesa a Motos y que respondía a las preguntas. “Qué es el sanchismo”, le preguntó Motos. “Maldad, mentira y manipulación”, respondió Feijóo, que dijo haber tenido como coach de su entrevista a Julio Iglesias, algo sospechosamente compatible con tener 61 años y una “vida hecha”.
El clímax de la entrevista se produjo cuando Feijóo desgranó los motivos por los que votar el 23 de julio es una barbaridad y el programa puso en la pantalla detrás a Sánchez hablando y gesticulando de tal manera que parecía que le estaba traduciendo el discurso en lenguaje de signos. Duró unos segundos preciosos porque además estaban los dos compungidos. Espabiló Feijóo cuando salieron las hormigas e hizo una pregunta que los no habituales de El hormiguero llevamos años haciéndonos: “¿Quién es Barrancas?”. Una de las hormigas dijo que ella, y Feijóo explicó que era la preferida de su hijo. “Ah, será porque tiene un solo diente”, aclaró. Fue un final tan desconcertante, tan David Lynch, que dejó a las hormigas calladas por un mes.
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