El calvario de la derrota de ERC en las elecciones catalanas
Los republicanos afrontan con admirable dignidad el batacazo electoral
“Ves a hacer una crónica sobre los perdedores, que lo harás muy bien”. Con este encargo de ambivalente enunciado, dejé mis acuciantes temas de cultura (brujas, dinosaurios) y me fui a la Estación del Norte de Barcelona (vaya sitio, una estación, para quedar hoy), donde ERC había convocado su noche (triste) electoral. Estar “al costat de la gent” no ha servido para que la gente les haga costado, y valga el catalanismo. No es que yo decidiera quiénes iban a ser los que más perdiesen las elecciones (con perdón de Carrizosa), sino que ya me enviaron directamente allí. Parece que en ese sentido no había la más mínima duda de quién iba a sufrir el descalabro principal, derrota y sorpasso de los vieux amis, batacada total. Como lo de Zorra, vamos.
Me preparé para la tarea como pude y como sé, que no es solo revisando la hemeroteca reciente sino buceando en la historia, capítulo grandes derrotas. Al estilo de la de Custer contra los sioux, que combatían desmelenados desde una tierra sagrada tipo Argelès y tenían un caudillo-hombre santo en la persona de Toro Sentado (así no hay quien gane, excepto si cuentas con San Pancracio). Tenemos asimismo Waterloo, con tanta polisemia además. Napoleón perdió allí, simplificando, porque planificó mal, estaba un poco hasta los huevos de todo y rabioso, había llovido, se le juntaron los prusianos y los británicos, sufría de hemorroides y era bajito (el petit caporal). Bonaparte nos dejó, no obstante, una de las grandes frases sobre la derrota y la victoria (mejor incluso que la de Kipling que las calificó a ambas de “esas dos grandes impostoras”): “Lleva siempre champán. En la victoria lo mereces y en la derrota lo necesitas”.
Puestos a hacer acopio de frases sobre el asunto, me pertreché también con otras: “El hombre no está hecho para la derrota, un hombre puede ser destruido pero no vencido” (Hemingway), “la victoria tiene cien padres y la derrota es huérfana” (John F. Kennedy), “en la victoria magnanimidad, en la derrota, desafío” (Churchill), “algunas victorias son solo derrotas con la ropa equivocada” (esta debe ser de algún modisto), “la derrota es un estado mental, nadie es derrotado hasta que lo acepta” (Bruce Lee) o “la victoria no necesita explicación, la derrota no la permite” (pensaba que era de alguien ilustre o de Gabriel Rufián, pero es de los juegos de mesa Warhammer). Con todo este arsenal consolador igual me ofrecían un puesto en ERC. También repasé mis notas rápidas de cosas que ha escrito Camilo Baquero en este diario sobre el partido tumbado. No han podido matar al padre (putativo) Puigdemont, no han rentabilizado la acción de gobierno (fugaz) —”se nos han llevado las maletas”, resumía Enric Marín—, y no han conseguido traducir en apoyos y votos la copa menstrual (bueno, esto es una simplificación mía: se trata de que nadie parece agradecerles una medida tan aplaudida como poner a disposición de la mujeres gratuitamente material de higiene mensual).
Hay que decir que exceptuando el monumental pifostio de los trenes, el día electoral ha sido de una placidez total. Barcelona parecía ajena a las tensiones de otras convocatorias, excepto por una pintada “Future is hot” y un cartel de Aliança Catalana que parecía desgarrado por las uñas de Lobezno. En el colegio electoral situado en la UB votaban juntos una madre y su hijo. Él cogió la papeleta de Junts y al ver que su madre tomaba la del PSC se exclamó: “¡Mamaaaaa!, ¡que fas!”, pero todo de muy buen rollo. El único atisbo de lío en la calle fue un aparente tumulto con banderas y altavoces frente al Bershka de paseo de Gràcia que resultó ser una protesta de georgianos contra Rusia.
Primeros datos y primera valoración, a las 20:18. Raquel Sans da la cara: de entrada, solidaridad con el calvario de los usuarios de la Renfe. Y el Gólgota particular: “Intuimos que no será una buena noche para ERC, no nos gustará”.
22:43 horas: comparecen todos. Tipo Via crucis. Desde luego no es una conga. Oriol Junqueras parece llevar más cruz que de costumbre. De hecho, parece casi crucificado. Aplausos. Un drama: cómo pasar del Victory a la balsa de la Medusa en dos años. Pere Aragonès, que paradójicamente parece más alto en la debacle: “Hemos obtenido muy malos resultados”. En un corrillo, Carles Campuzano alude a los correosos perdedores de La legión de los condenados, Hermanito, Porta. Y Francesc-Marc Alvaro asevera con el optimismo que da saber de historia: “También Dunkerque pareció una derrota”. Sinceridad, dignidad y esperanza, grandes virtudes teologales, uy, republicanas.
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