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Cataluña se juega en las urnas superar una década de fractura

El resultado electoral tendrá consecuencias también para la estabilidad del Gobierno central y el equilibrio de fuerzas en la derecha

Una mujer vota en el mercado de la Sagrada Familia, en Barcelona. En vídeo, un grupo de sanitarios del Hospital del Mar de Barcelona posa delante de los candidatos de los partidos con representación parlamentaria.Vídeo: Albert Garcia / Gianluca Battista
Miquel Noguer

Cataluña celebra este domingo sus cuartas elecciones autonómicas desde que hace diez años el entonces presidente de la Generalitat, Artur Mas, proclamara el inicio de lo que bautizó como “proceso de transición nacional”, el procés en jerga popular. Las encuestas no dilucidan si el empate eterno que desde entonces se ha registrado entre independentistas y no independentistas caerá esta vez claramente de uno u otro lado, pero la polarización de la sociedad catalana sigue vigente, ahora con la preocupación por las cicatrices que está dejando la crisis del coronavirus. Si las encuestas no aclaran qué partido podrá gobernar la Generalitat, sí muestran que el debate territorial ha dejado de ser la prioridad. Lo que dista de mejorar es la valoración sobre la situación política: hasta un 84% de ciudadanos la califica de mala o muy mala, según el último barómetro del Gobierno catalán.

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Tres son los partidos que se disputan el primer puesto, según las encuestas: el Partit dels Socialistes (PSC), Esquerra Republicana (ERC) y Junts per Catalunya. Pero quien gane la noche de este domingo no necesariamente gobernará, por los entresijos de pactos que habrá que tejer para lograr una mayoría, acuerdos que están en cuarentena por los vetos cruzados entre partidos y el muro infranqueable que sigue siendo la cuestión independentista. De ahí el riesgo de que Cataluña continúe empantanada en lo que algunos observadores han calificado de “década perdida” por el bloqueo institucional aparejado al procés, la falta de avances en el autogobierno y la pérdida de empuje económico ante otras comunidades más dinámicas. En este sentido ha sido clave que Madrid haya superado a Cataluña en producto interior bruto en los últimos años.

Mientras se sucedían presidentes, coaliciones de gobierno inestables, una declaración fallida de independencia, encarcelamiento y huida de sus responsables y hasta una intervención de la autonomía, la sociedad catalana se ha ido petrificando en dos bloques. La socióloga Marina Subirats resume así la situación: “Para muchos la independencia es su apuesta contra el mundo, algo que defienden tozudamente, pese a no ser realizable a corto plazo, mientras otros apuestan por pasar página sin lograr asentar un proyecto alternativo”. Subirats, expresidenta del Instituto de la Mujer y exconcejal de Barcelona por el PSC, vaticina que lo más probable es que de estas elecciones surja otro Gobierno independentista y considera que esto no hace más que “seguir debilitando Cataluña”, especialmente porque insistirá en ideas no factibles. “Un alto dirigente de ERC me dijo una vez que la independencia no llegaría hasta al menos dentro de dos generaciones”, recuerda.

Así que la gestión del mientras tanto se adivina como principal caballo de batalla de la política catalana los próximos años. Para unos será gestionar el mientras no llega la independencia; para otros, cómo salir al paso de la situación mientras no se apacigua el embrollo político, que sigue marcado por la situación de los de los líderes del procés, algunos en la cárcel —ahora en tercer grado—, algunos huidos de la justicia española a Bélgica.

El temor de los agentes sociales y económicos no es tanto a que Cataluña siga bajo un Gobierno independentista —muchos lo dan por hecho, aunque descarten otra declaración de independencia— sino que prosiga el clima de bloqueo. “Cataluña ya ha perdido una década y ahora, con la crisis del coronavirus, es urgente no perder más tiempo, por lo que pedimos que la prioridad del nuevo Govern sea pactar un presupuesto con apoyo amplio que permita hacer frente a la emergencia social y la reconstrucción del tejido productivo”, resume Josep Sánchez Llibre, presidente de Foment, la principal patronal catalana.

No será fácil llegar a estos acuerdos. Algunas encuestas sitúan al PSC de Salvador Illa con serias opciones de ganar, pero su anunciado acuerdo con los comunes, el referente catalán de Unidas Podemos, no bastaría para gobernar. Y los partidos independentistas han cerrado la campaña poniendo por escrito que no negociarán con los socialistas la formación de ningún gobierno. El otro problema es que tampoco el bloque independentista tiene garantizado constituir un Ejecutivo, por las incógnitas de si podrían encabezarlo los puigdemontistas de Junts o si esta vez los números le darían a ERC para intentarlo. La fuerza que pueda tener la CUP —en 2016 ya forzó el relevo de Artur Mas— y la irrupción o no del independentismo pragmático del PDeCAT cierran el círculo de incógnitas. Mucho más remota se plantea la posibilidad de un Gobierno socialista con apoyos de la derecha, inmiscuida en una lucha encarnizada entre PP y Vox por liderar su respectivo segmento en Cataluña.

El problema es que los vetos políticos por el procés afectan también a la renovación de los organismos públicos, comenzando por el ente gestor de la televisión catalana y acabando por la fijación de prioridades del Govern. El secretario general de UGT de Cataluña, Camil Ros, opina que esta polarización está detrás de problemas como que la Generalitat se haya pasado tres de los últimos cuatro años sin presupuestos vigentes. “Por eso necesitamos unos presupuestos urgentemente para 2021 si no queremos perder todo este año, que ya sabemos que será de una grave crisis económica”.

Algo más optimista se muestra Aurora Catà, presidenta de la asociación de impulso económico BCN Global. Afirma que lo más urgente ahora es un acuerdo de partidos a favor de la recuperación económica, pero considera que el punto de partida de Barcelona y Cataluña no es malo si se deja al margen la crisis económica global. “La apuesta que necesitamos por el crecimiento tiene una base buena con empresas tecnológicas y clústeres de innovación y salud que funcionan, como BCN Health Hub”, explica. En este sentido considera que la nueva Administración debe acompañar estas iniciativas apostando por la generación de talento. “Más que capital, lo que necesitamos es generar talento, y para ello necesitamos una apuesta por la educación y la investigación”, añade Catà. Una lista de peticiones no menor para un Gobierno del que la noche de este domingo puede que apenas haya un esbozo.


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Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.

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