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Objetivo: acabar con la pesca fantasma y las redes abandonadas que matan y mutilan tortugas en el Mediterráneo

Dos biólogos de la Universitat de València participan en el proyecto europeo Life Oasis para localizar aparejos desechados y proteger a los animales marinos

Una tortuga atrapada en una red de pesca es rescatada.
Una tortuga atrapada en una red de pesca es rescatada.LIFE OASIS
Andrés Herrero Gutiérrez

“Hace años nos llegó una tortuga viva a la que le faltaban tres de las cuatro aletas. Se quedó atrapada en una red de pesca. La tuvimos que sacrificar. Las amputaciones son la principal consecuencia de estos dispositivos”, recuerda Jesús Tomás, biólogo de 52 años de la Universitat de València (UV). “Sobre todo en verano, hallamos tortugas atrapadas en redes atadas a botellas de plástico que flotan como un método rudimentario de pesca”, explica desde la sala de necropsias del Parque Científico de la UV en Burjassot.

Tomás es parte de Life Oasis, un proyecto europeo para luchar contra la pesca fantasma en el mar Mediterráneo. Los animales marinos se quedan atrapados en redes abandonadas. Eso es la pesca fantasma. “Un aparejo abandonado sigue pescando”, explica Tomás, quién añade que “si el artefacto es de plástico, puede estar en el mar durante cientos de años”. En la iniciativa, con un presupuesto de 5,5 millones de euros financiados mayoritariamente por la Unión Europea, participan nueves entidades científicas, de conservación y de pesca.

El resultado de la iniciativa será un mapa de estas redes de pesca en el Mediterráneo central y occidental, en aguas de Italia, Malta y las islas Baleares. Quieren hacerlo con la ayuda de los pescadores y los puertos. Aún no se ha puesto en marcha la localización de las mallas.

El 70% de las tortugas halladas en el Mediterráneo occidental están afectadas por plásticos o redes de pesca, según Life Oasis. Jesús Tomás se encarga de coordinar la recopilación de información con los otros socios del proyecto para estandarizarla. “Llega una tortuga y te dicen que está enmallada en una bolsa de plástico o en un saco de rafia. No está enmallada, porque enmallada es atrapada en una red de malla. En la base de datos dice enmallada, pero no pone el material”, explica. “Cuando analizas los datos no sabes si la tortuga está afectada por una red de pesca o por un plástico”, lamenta. Cerca de 150.000 kilómetros de fibra de propileno acaban en el Mediterráneo cada año, suficiente para darle tres vueltas al planeta tierra. Con este material se fabrican redes de pesca o sacos de rafia.

David March es el otro biólogo de la Universitat de València que forma parte de Life Oasis. Jesús Tomás explica que su compañero se ocupará de hacer el mapa. “Con datos de seguimiento por satélite de las tortugas marinas se puede estudiar la distribución y el hábitat; si haces lo mismo con la pesca fantasma y solapas las dos, puedes ver las zonas con más riesgo para las tortugas”, explica. Muchos de estos animales tienen implantado en el caparazón un marcador que se puede seguir por satélite.

Ricardo Sagarmaniaga fundó hace más de 30 años la ONG Alnitak, la entidad que coordina el proyecto. El ecologista y biólogo explica que la temporada de trabajo con los pescadores empezará en agosto. Sagarmaniaga señala que el trabajo se va a centrar en la zona de Malta, Italia y Baleares porque, entre otras cosas, los trabajadores del mar tienen mucha confianza con el sector científico y la Administración.

Los pescadores son una parte muy relevante del proyecto. “La pesca de palangre hace años suponía un gran impacto para las tortugas, esto se consiguió solucionar gracias a los pescadores. Son los que más han hecho por conservar la tortuga en el mundo”, recuerda Sagarmaniaga. Su función en esta iniciativa es clave, deben ser ellos los que informen en qué punto del mar han encontrado un aparejo abandonado.

Una tortuga atrapada en una red de pesca.
Una tortuga atrapada en una red de pesca.LIFE OASIS

La mayor parte de estos residuos, cerca de 8.000 artefactos, se encuentra en la cuenca argelina y en el mar de Alborán. Sagarmaniaga explica que desde 2016 se ha producido un aumento muy significativo de este tipo de basura en el Mediterráneo procedente de los campos de refugiados del norte de África. Sagarmaniaga denuncia que “nadie se atreve a hablar de esto porque países como Argelia o Marruecos tienen mucha fuerza en el plano científico y pesquero”.

“El Mediterráneo es una de las regiones más expuestas del planeta a la acción del ser humano. Esto se puede ver en positivo porque lo convierte en un laboratorio. Cualquier actividad se puede hacer bien o mal”, explica el ecologista. El biólogo considera que en el mare nostrum “se pueden probar medidas tecnológicas de riesgos, plásticos y microplásticos o contaminación de hidrocarburos para aplicarlas en otros lugares”. El ecologista advierte de que “nuestros sectores, como la pesca o el turismo, dependen directamente de tener un mar sano”.

La ONG WWF arroja un contexto complicado y asegura que el Mediterráneo es el mar más contaminado del mundo. “Está considerado la sexta zona de mayor acumulación de residuos marinos, concentra el 7% de los microplásticos del planeta”, sentencia. La misma organización denuncia en su página web que el 75% de las pesquerías que han evaluado en el Mediterráneo están sobreexplotadas. La entidad ecologista añade que este mar se calienta un 20% más rápido que el resto. La mayor parte de las tortugas del Mediterráneo occidental, las que se encuentran en las costas españolas, son las llamadas tortugas bobas y están en peligro de extinción. Ocho millones de toneladas de plástico acaban en los océanos anualmente, según Life Oasis.

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