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APERITIVO CON...

Judit Martín: “A los que hacemos improvisación se nos considera la basura de la comedia”

La actriz catalana reflexiona sobre su especialidad teatral: “No sé si estamos en pleno clímax de la ‘impro’ o en su ocaso”

Judit Martín en el Café Centric del barrio del Raval de Barcelona.
Judit Martín en el Café Centric del barrio del Raval de Barcelona.massimiliano minocri
Alfonso L. Congostrina

Una cervecería del Raval era el lugar elegido para el encuentro. No lo fue. A las 12.00 del mediodía estaba cerrada. La actriz, cómica, imitadora y (sobre todo) improvisadora Judit Martín (L’Hospitalet de Llobregat, 1976) camina por la calle Tallers de Barcelona. Pasa desapercibida y en ello se basa, en parte, su atracción escénica. En radio, televisión o sobre el escenario es capaz de colapsar el cerebro del espectador uniendo una astracanada tras otra y, a base de carcajadas, llevándole a algo que se parece a la felicidad. Unos metros más allá de la cervecería localiza el restaurante Centric de la calle Ramelleres. Improvisamos —nunca mejor dicho— y tomamos algo con Judit Martín.

“Un agua con gas, por favor”, pide al camarero con una sonrisa hipnotizadora que ya no desaparecerá. Martín nació en L’Hospitalet de Llobregat, conoce la vida de barrio y, muchas veces, se nutre de esos paisajes para crear a sus personajes. Estudió Bellas Artes, se especializó en el “próspero” negocio de la fotografía analógica mientras, “como hobby”, actuaba en teatro amateur. “Hacíamos unas mierdas infumables. De hecho, creo que hacer aquello me sirve para recordar lo que no hay que hacer”. La vida transcurría sin rumbo fijo hasta que, a finales de los 90, una noche fue como espectadora al Café Teatro Llantiol para disfrutar de un espectáculo de improvisación (ella lo llama “impro, por lo que a partir de este momento utilizaremos esta expresión). Aquella obra en el Llantiol cambió la vida de Martín para siempre.

La impro nació en Canadá, se hizo grande en América Latina y aterrizó en España. Judit pudo colarse en la compañía de la obra del Llantiol y aprender. “Era una actriz malísima y me faltaban todas las herramientas”, confiesa. Pero no desistía y no perdía oportunidad para entrenar: “Mientras me formaba, trabajaba de teleoperadora y la única manera que tenía de sobrevivir allí dentro era ensayando acentos con los clientes, poner la voz estupenda, la sexy…”. Sobrevivió y ahora se dedica solo a la impro.

“Los monologuistas y la impro estamos considerados la basura de la comedia. Si existiera una pirámide de las artes escénicas, muchos profesionales te dirían que en la parte baja están los magos clásicos, el payaso de bodas, bautizos y comuniones y, debajo del todo, los que nos dedicamos a la impro. Lo nuestro es la pura animación y entretenimiento, nada más”, aclara. “Ahora mismo, no sé si estamos en pleno clímax de la impro o en su ocaso”, dice, haciendo bueno el estereotipo según el cual detrás de una cómica siempre hay una persona con cierta dosis de pesimismo.

Martín creó, junto a otros actores, la compañía Impro Barcelona. “Cuando actuamos tenemos un tablero de juego, pero cada día nos enfrentamos a una partida diferente”, revela. Esas herramientas adquiridas con años de trabajo son las que utiliza a diario en radio, televisión o teatro.

En el programa de radio Versió RAC1 nacieron, en directo, muchos de sus personajes más famosos como La Vane, Nunú… “Nacieron de la supervivencia. Cuando creo personajes no me funciona el trabajo intelectual. Me funciona estar en la cuerda floja. La mayoría de estos personajes nacieron improvisando”, aclara. Aunque admite que todo tiene truco: “La mayoría son imitaciones de vecinos, camareros y otra gente anónima”.

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Llegar a la popularidad actual le ha costado años de colaboraciones. “Jamás he pensado en tirar la toalla, aunque nunca creí que fuera a tener mi lugar en este mundo y, además, nunca he tenido ningún referente en la impro”, aclara. Apura el agua con gas y se sincera: “Creo que me gusta la impro porque soy vaga. No soporto los montajes teatrales, ni memorizar un guion y repetirlo constantemente”.

Ni se aferra a su momento de popularidad ni teme que desaparezca: “Nunca me ha preocupado no ganar dinero. Si no me llaman yo me monto mis historias y mis bolos de impro. He trabajado en muchas comuniones y en muchos pueblos”. Esa despreocupación por el dinero se ve incrementada por una cierta adicción a volver a empezar: “Me atraería mucho, por ejemplo, hacer algo en Madrid. Es como empezar de cero porque allí no me conoce ni Agatha ni Christie”.

No todo son risas, también hay espacio para recordar el periplo judicial que pasó después de que la entidad ultracatólica Fundación Española de Abogados Cristianos le denunciara por hacer una impro de la Virgen del Rocío en la televisión autonómica catalana: “Lo pasé fatal. La bola se hizo de un tamaño insostenible. Me atacaron por todos los lados, de derecha a izquierda, y yo solo quería divertir”. Puestos a explicar dramas, también hay espacio para confesar que no todas las actuaciones han ido bien en estos años. Recuerda una en Santa Coloma de Farners (Girona) después del referéndum independentista de 2017. “Era una cena multitudinaria en un polideportivo. La gente llevaba desde las siete de la tarde sentada. No estaba previsto que viniera Quim Torra pero vino. Tampoco estaba previsto pero entró Puigdemont por videoconferencia. Teníamos que actuar a las 23.00 y empezamos cerca de la 1.30. La gente se estaba meando, cagando y fumándose encima. Nos presentaron y el público empezó a salir del pabellón. Acabamos actuando para los cuatro organizadores”.

El botellín de agua con gas llega al final y Martín revela que hay imitaciones que le costaron muchísimo de conseguir como la de Pilar Rahola. Puestos a confesar, admite que ha tirado definitivamente la toalla con la imitación de Leticia Sabater: “No me sale”.

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