Carles Puigdemont y Santos Cerdán, una foto cocinada durante 55 días
El encuentro entre el fundador de Junts y el número tres del PSOE en Bruselas fija un punto de no retorno hacia el pacto
La velocidad de obturación forma parte del abecé de la fotografía. La regulación de las fracciones de segundo en que la luz llega al carrete es la manera de lograr que una imagen fija transmita movimiento, calma, fluidez. O dar la sensación de congelación. El fundador de Junts, Carles Puigdemont, y el secretario de organización del PSOE, Santos Cerdán, dieron este lunes parte sobre las negociaciones para la investidura con una foto que necesitó un inverosímil tiempo de exposición de 55 días. Es el tiempo transcurrido desde que el expresident pidiera en una conferencia en Bruselas “el reconocimiento de la legitimidad democrática del independentismo” y su primer encuentro (al menos público) con un líder socialista desde que en 2017 huyera a Bruselas. La imagen resultante parece que fija un punto de no retorno hacia el pacto.
La fotografía, que a las 18.30 de este lunes enviaron en simultáneo ambos partidos, plasma de alguna manera los movimientos habidos desde que las elecciones generales de julio dieran la llave a Junts para reeditar el Ejecutivo de Pedro Sánchez. Por ejemplo, que el partido más crítico con el diálogo abierto por Esquerra Republicana y el Gobierno acapare ahora las portadas gracias a su papel de interlocutor privilegiado y sea el adalid de la amnistía. Asuntos antes presentados como inamovibles han terminado por no serlo, como el no rotundo a la amnistía que inicialmente se había defendido desde las filas socialistas tras la sentencia a los exlíderes del procés en el Tribunal Supremo. Otros, en cambio, siguen sin cambios, como los correctivos a cualquier iniciativa dentro del Partido Popular que busque salirse del guion establecido sobre el expresident fugado o que Junts insista en que no renunciará a la unilateralidad para conseguir la independencia
La opción de Puigdemont por la “vía del exilio”, tras el órdago independentista de 2017, buscaba mantener viva la llama de la reivindicación secesionista en el escenario europeo. Pero la larguísima partida de ajedrez en que se convirtió la pugna en los tribunales europeos que abrió contra el Gobierno español terminó por marchitar la figura de un líder que logró ser eurodiputado gracias a unos 990.000 votos en 2019, pero que veía como su rival, ERC, parecía salir victorioso tras su giro pragmático hacia la negociación. “Es evidente que yo soy uno de los interlocutores válidos. Si quieren actuar con realismo político, no pueden ignorar lo que represento. Tienen que contar sí o sí con la interlocución de Junts per Catalunya. Excluirnos [de la mesa de diálogo entre Gobierno] no es inteligente”, aseguró el expresident en una entrevista a este diario en enero de 2020.
La artimética resultante del 23-J le ha dado la oportunidad de ocupar ese sitio que tanto reivindicaba y desde el minuto uno se lanzó a ello. Pese a no tener ningún cargo orgánico en el partido que fundó en julio de 2020, tomó las riendas de las negociaciones. El 21 de agosto saltó a la escena más pública participando en un acto con varios expresidentes de la Generalitat en Prades (sur de Francia) en el que también participó el socialista José Montilla. El 5 de septiembre, tras un verano de bunkerización informativa de Junts, el propio Puigdemont convocó una conferencia en Bruselas donde dejó claro cómo abordaría una posible negociación de investidura. Un día antes, sin embargo, la sorpresiva visita de la líder de Sumar y vicepresidenta primera del Gobierno, Yolanda Díaz, a Puigdemont en el Parlamento Europeo ya dejaba entrever que había algún recorrido serio en las negociaciones.
El primer punto que Puigdemont mencionó en su discurso fue “el reconocimiento y respeto a la legitimidad democrática del independentismo”. El expresident pedía respeto por la movilización ciudadana sostenida a favor de la secesión, pero también para él, tras años de sentirse deshumanizado y humillado en España. De ese discurso quedaron más claras varias cosas, como la condición de la amnistía, la negativa a renunciar a la unilateralidad o la insistencia sobre la celebración de un referéndum, pero la demanda por la rehabilitación estaba sobre la mesa.
De hecho, ese mismo día, ya era claro que Cerdán sería el hombre a enviar a Bruselas para asumir el peso de una foto muy complicada, pero que tenía ya visos de inevitable. Como adelantó entonces este diario, “los socialistas están dispuestos a hacerlo siempre que el pacto esté cerrado, como conclusión de la negociación, y no antes”. Pese a esa premisa, el comunicado que acompañó la foto de este lunes, que fue pactado por las dos partes, no menciona en ningún momento que haya un acuerdo listo, aunque sí explica que “dichas negociaciones avanzan en la buena dirección”. Otro detalle importante: el texto se refiere a Puigdemont, cesado de la jefatura del Govern por la aplicación del artículo 155, como president. Se trata de algo usual en Cataluña para referirse también a los expresidentes, pero inusual en la cortesía protocolaria del resto del Estado. Tampoco hay ninguna referencia a la situación judicial del eurodiputado.
“Pagar por adelantado a un tío al que no le comprarías un coche de segunda mano es un deporte de riesgo”, dijo Puigdemont sobre Sánchez en una entrevista a Ara, en el ecuador de la campaña de las generales de julio. Aunque se reunieron personalmente en el Palau en 2016, con el presidente en funciones como líder de la oposición, la relación entre ambos siempre se ha limitado a lo estrictamente necesario, y por ello la construcción de cierta confianza mínima entre las partes ha sido uno de los pilares fundamentales de los 55 días de velocidad de obturación. No parece casual entonces que la reunión con sabor a punto de inflexión llegue justamente después de que Sánchez defendiera abiertamente ante los suyos la amnistía que antes no contemplaba.
“Cataluña está lista para el reencuentro total. Los representantes de más del 80% de los catalanes respaldan esta medida. Y, por esas mismas razones, en el nombre de España, en el interés de España, en defensa de la convivencia entre españoles, defiendo hoy la amnistía en Cataluña por los hechos acaecidos en la década pasada”, dijo el líder del PSOE el pasado sábado en el comité federal del partido. La foto de ayer es un paso de gigante para ambas partes, pero ni tanta luz le quita riesgo a la operación. El rumbo del futuro político de Puigdemont una vez amnistiado y la digestión dentro de Junts del giro que hasta ahora el expresident ha logrado capitanear, siguen sin tener nitidez suficiente en la eventual foto posinvestidura.
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