El Delta Birding Festival advierte de la trampa mortal que constituyen para las aves las pistas de pádel
La gran feria mediterránea de los pájaros, que cierra sus puertas esta tarde, bate récords de asistencia y deja algunos recuerdos imborrables
El Delta Birding Festival (DBF), la gran feria mediterránea de los pájaros que se celebra en los terrenos de MónNatura en el delta del Ebro y bate esta novena edición récords de asistencia, ha dado la alerta sobre el peligro letal que representan las pistas de pádel para las aves. Se calcula que al menos 24.000 pájaros, entre ellos muchas especies protegidas y en peligro de extinción, mueren cada año en Cataluña estrellados contra las paredes de cristal de esas instalaciones deportivas (de las que hay ya 2.400 en el territorio), una verdadera trampa mortífera para las aves, especialmente para los paseriformes migratorios.
En una conferencia con tintes dramáticos y lleno total el sábado en el DBF, el miembro del Instituto Catalán de Ornitología (ICO) Raül Aymí y los subinspectores del cuerpo de agentes rurales Gemma Torrelles y Alberto Muñoz han advertido de los tremendos estragos que causan estas y otras estructuras de vidrio como las mamparas de autobuses y las ventanas en la vida aérea (las aves no las ven y chocan), mostrando fotos trágicas de pájaros estrellados. En conversación luego con este enviado especial, Torrelles describió el terrible espectáculo de la muerte por colisión de una dorada oropéndola, una de las más hermosas y esquivas aves de nuestro entorno.
El problema de los choques con cristales de edificios es de enorme magnitud y ya era conocido por cualquier amante de las aves que ha observado a esas criaturas impactar o las ha visto muertas o moribundas bajo las ventanas, un mal trago. La solución no es fácil. Aymí ha advertido que las siluetas de aves que muchos pegamos con toda la buena fe (y gastando una pasta) en los cristales para impedir los choques no son una solución idónea, tampoco los esprays, y se ha inclinado por el uso de diseños alternativos más efectivos como tramados y puntos, y el uso de cintas. Ha desarrollado el concepto de “arquitectura peligrosa” para las aves y ha pedido concienciación y sensibilización para afrontar un problema que causa una verdadera escabechina de pájaros. Entre los pasos fundamentales, detectar los puntos negros donde se produce mayor mortalidad y lograr que arquitectos y constructores se comprometan a buscar soluciones.
Con todo, la sorpresa para muchos presentes ha sido la del mencionado peligro de las pistas de pádel, estructuras que se han revelado como auténticas trampas para los pájaros y que continúan proliferando a buen ritmo dada la popularidad de este deporte. Especialmente letales son las que se construyen en zonas rurales o están rodeadas de árboles, entornos donde proliferan los pájaros. Un estudio pionero en Cantabria ha revelado la muerte de un mínimo de 75.000 aves al año. En Aragón, ya hay campañas muy eficientes para concienciar del peligro del pádel (si vuelas), bajo el lema “que el único impacto que suene en la pista sea la pelota”.
Entre las soluciones adoptadas, la instalación de redes que visualizan los cristales e impiden chocar a las aves. Los agentes han explicado que el 75 % de los pájaros muertos en pistas de pádel en el Pallars Jussà, por ejemplo, eran especies protegidas. Ahí queda el dato.
Han apuntado también la peligrosidad de algunos edificios de gran superficie acristalada en Barcelona, como la sede de Desigual, al lado del hotel W, o el centro comercial de Glòries, mostrando en fotos la terrible cosecha de muertes que provocan (y qué duro es ver un petirrojo muerto). Las soluciones en grandes edificios de cristal son difíciles y muy costosas, pero hay materiales que no general reflexión y vidrios birdfriendly microserigrafiados, y en general con concienciación y buena voluntad (y en última instancia la acción de las administraciones) se puede paliar mucho el problema.
En el otro extremo, el de la felicidad pajaril, ha estado la conferencia ofrecida por el popular escritor y divulgador de la ornitología británico Dominic Couzens, autor de libros tan extraordinarios como Extreme birds o100 Birds to See in Your Lifetime y uno de los grandes nombres del festival de este año. Couzens ha reducido para la ocasión la lista a 20 pájaros que habrías de ver antes de morir y ha desgranado una curiosa top list en la que ha empezado provocadoramente por ¡la paloma común!, la de plaza de Catalunya, vamos. Ha advertido, aparte de que nunca es tarde para empezar a interesarse por las aves, que todas son interesantes, incluso las que nos parecen más corrientes y vulgares, y todas tienen una historia que contar. Las palomas, explicó, ven los campos magnéticos de la Tierra y pueden prever el tiempo que ríete tú del Alfred Rodrígez Picó.
Siguió con la corneja negra y explicó que son tan inteligentes que aprovechan los cambios de semáforo para dejar frutos secos en el suelo a fin de que rompan las cáscaras los automóviles al cambiar la luz. Que el 50% de los piquituertos son zurdos de pico. Que el halcón peregrino del que el viernes estuvo contemplando un ejemplar en la isla de Buda, vuela hasta casi 200 kilómetros por hora. O que la colonia de pingüinos de las Malvinas es la que está sometida al mayor riesgo de golpe por pelota de golf, a causa de un vecino pitch and putt (al menos no hay pistas de pádel cerca, aunque es verdad que los pingüinos tampoco vuelan).
Avanzando hacia la espectacularidad, nos habló del quetzal resplandeciente, “el ave que todo el mundo quiere ver”, y su afición por el aguacate, y del pico de zapato. Y explicó que entre las pocas aves que pueden matarte —”aparte del pollo mal cocinado”—, y con ella sí que acabarías entonces la lista de pájaros a ver antes de morir, destaca el casuario, y que realmente cuando él lo vio no las tenía todas consigo. Nos deleitó relatando que hay un chochín con tendencia a la infidelidad que lleva flores a las hembras y que en el pavo real macho, a más ojos en la cola, más macho. Acabó recordando que no es necesario ir a los extremos del mundo a ver aves inspiradoras pues las hay en todas partes.
Luego en declaraciones exclusivas a este diario, Couzens explicó el hecho sexual más interesante que conoce de las aves, aparte de que el pato lacustre Oxyura vittata, la malvasía argentina, es el pájaro mejor dotado de largo (y valga la frase) con un pene de hasta 24,5 centímetros, que muchos se dirán que bueno no hay para tanto pero que equivale a la mitad de su plumífero cuerpo. El estudioso me dijo que lo que le parece más sensacional es que los mejores machos de la golondrina común (Hirundo rustica), los que consiguen aparearse más fácilmente, tienen colas más largas y simétricas que los otros y las hembras leen la señal hasta el punto de que si a un golondrino superior le cortas la cola pierde prestigio erótico mientras que si se la pegas a otro macho inferior menos efectivo lo gana.
Curiosamente, Couzens no ha visto los 100 pájaros que hay que ver antes de morir según él sino sólo 70 (claro que está aún vivo). Más que Couzens, 73, ha visto de la lista Ignacio Torres, subdirector de la Fundación Biodiversidad y birder entusiasta que ha observado en total unas 5.700 especies (se ha especializado en ver familias). Torres explicaba por la feria anécdotas de su viaje a Sulawesi con el director del festival, Francesc Kirchner y Miquel Rafa, de la Fundación Catalunya La Pedrera, que coorganiza el DBF con la tienda de naturaleza Oryx, Un día se les abrazó un dugong. Y ahí hay una historia a desarrollar.
Entre las conferencias interesantísimas de esta edición, destacar también la del popularísimo y muy simpático Andy Swash, autor de algunas de las mejores guías fotográficas de aves y otros animales, entre ellas, con Robert Still, Hugh Harrop y Rob Hume, la excepcional de pájaros de Europa, para la editorial WildGuides. El sábado, Swash explicó cómo se hace una guía así, de más de 900 especies y con 4.700 fotos, a través de un recorrido personal por su carrera de amante de las aves y usuario de guías (¡que entrañablemente vieja queda la Peterson!) desde que a los dos años su abuelo le hizo fijarse en un petirrojo. El especialista, que nos habló de su epifanía en las Galápagos, argumentó muy efectivamente a favor de las fotografías frente a los dibujos, y logró convencer a buena parte del auditorio, incluso a los que duermen con la Collins bajo la almohada. Swash une a su interés por las aves uno menos habitual por las libélulas. Se sorprende que aquí nadie las mire y eso que estos días son abundantísimas, de diferentes especies, entre ellas la libélula roja o rodadits, Sympetrum striolatum. El experto corrige que en realidad se trata de Sympetrum fonscolombii: ahí queda la corrección.
A señalar asimismo la presencia de la bióloga Ana Benítez, que desgranó en el programa en directo en la feria de La radio del somormujo conceptos como el síndrome del bosque vacío y la defaunación y alertó del impacto de la sobrexplotación de aves tropicales, su alarmante descenso (58%) y lo que puede suponer para el planeta.
La feria, que acaba este mediodía con la tradicional y emocionante suelta de aves recuperadas, deja un gran sabor de boca (o de pico), a lo que ha colaborado sin duda la cerveza Urpa (consagrada a ayudar a la preservación del aguilucho ceniciento), cuya caseta, con consumición, ha sido de las más visitadas. Es algo amarga, como corresponde a una bebida que lleva en la etiqueta un ave de presa.
En esta esta edición hemos disfrutado además de un ambiente estupendo con tantos viejos y nuevos amigos (Sandoval, Giró, Bou, Copete, Ibnou…) de una climatología excelente, sin lluvias, casi sin viento, poco calor, y cielos al atardecer que parecían pintados por un prerrafaelita. Los mosquitos han molestado lo justo (también han de vivir, los muy hijosdeputa) y se han visto maravillosas bandadas de flamencos y moritos. También dos rarezas, las estrellas de este año: una excepcional garceta dimorfa africana (martinet dels esculls, Egreta gularis) y un correlimos canelo (Calidris subruficollis). Quien firma ha visto dos martines pescadores y, en otro orden de cosas, una serpiente verde. Todas la actividades del festival, cuyo recinto aguanta de momento los problemas medioambientales que aquejan al delta, han puesto el letrero de completo.
Entre las anécdotas, aparte de ver juntos a Ignacio Torres (5.700 especies vistas) y Evelio P. (5.600 menos), la cara y la cruz del birdwarching, el cabreo de una vecina de Poblenou del Delta al escuchar los preparativos de la instalación de sonidos de la naturaleza de Carlos de Hita en la localidad, creyendo que iban a hacer un concierto de rock y pensando que sus padres no podrían dormir (luego participaron en la experiencia y lo pasaron tan ricamente). El sábado han acudido dos mil visitantes a la feria y se prevé que este domingo se cerrará con cuatro mil, lo que es un récord. Habrá que ver que nos reservan para el año que viene, que será la décima edición del DBF y eso merece tirar la casa por la ventana y un programa de altos vuelos.
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